Ojos rojos

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Sofía no podía dejar atrás la penumbra que la escoltaba, sus ojos parecían haber perdido el horizonte, la luz y el rumbo. La tibia brisa nocturna, ahora ya no era más que atmósfera estática y sofocante, culpable de no llevarse consigo la tristeza de sus suspiros. Cada paso le reprochaba la decisión o ausencia de ella, tomada o ignorada en el segundo en el que cerro tras sí, la puerta de la casa de Marco. Salir de esa casa y dejar solo a aquel que había sido su complemento, hace apenas unos minutos, fue tan dolorosos como para hacer que su corazón doliera con cada bombeo de vida. El arrepentimiento daba vueltas incansables dentro de todo su ser, al mismo tiempo que se cuestionaba realidades paralelas en la que actuaba de forma diferente. Aquellas realidades inexistentes le mostraban burlonas un sin fin de alternativas en la que ella era valiente, sensible y en general, un ser humano normal.
Los pasos guiados por un cerebro en modo automático la llevaron hasta la puerta de su casa, sus ojos la invitaron a contemplar la enormidad de esta, aquella enorme puerta, la cual separaba a la gente normal, común y corriente de la impecable familia que compartía su apellido. Observó como nunca los detalles que siempre habían saltado a su atención, estos parecieron de pronto tan claros y evidentes que su cerebro, su inteligencia se sintió ofendida y decepcionada de sí misma por nunca haberlos notado. Un pretencioso, simétrico y perfecto césped decorada la entrada, junto a un camino de bellas flores, cada cosa en aquella entrada hacían un paisaje único que hablaba clara y abiertamente de las personas que ahí vivían. Era irrebatible para todo el que observara, aun no existiendo palabras o mayor explicación, que en aquel lugar todo tenía su sitio, el desorden solo era un rumor, perfección era soberano y sobre todo no existía rincón para lo imprevisto, ya que todo aquello que formaba el paisaje y cultura de aquel hogar, no era más que pieza de un elaborado plan seguido al pie de la letra. Sofía miró a su alrededor, su vista recorrió lentamente cada detalle, plasmando en sus ojos una panorámica de la cuadra, así vio la luz parpadeante de una colorida casa , juguetes de niños regados en el césped de la casa vecina, como evidencia de un gran día y una gran aventura vivida aquella tarde en compañía de amigos, risas y juegos. Sofía inundó sus pupilas con cada casa que entraba en su campo visual, cada una de ellas parecía tener vida, contaba una historia a través de sus manchas, huellas, grietas en la pintura, desorden y artículos de decoración, como lo eran los típicos nomos en la casa de ancianos , jarrones decorados que alguna vez fueron obsequiados por nietos e hijos. Su mirada no tardó mucho en admirar todas las casas colindantes, hasta inevitablemente terminar en la propia, la cual lucia tan perfecta y vacía como una "casa piloto".
Tras un suspiro profundo abrió la puerta y una luz cegadora la recibió junto al exquisito aroma de una cena atípica, de esas tan elaboradas que parecen un banquete, de aquellas que sólo se ven en celebración de una ocasión especial o festividad familiar, pero que en el caso de su familia era todo lo contrario. Sofía conocía muy bien el significado de tanto esmero por parte de su madre, conocía perfectamente el motivo de tanta dedicación, y aquel exquisito aroma no presagiaba más que, una cena incómodamente impecable.
Sofía quiso apresurar sus pasos, deseaba con todas las pocas fuerzas que le quedaban pasar inadvertida, rogó fugazmente volverse invisible para no ser parte del circo que la esperaba. Las suplicas al cielo no fueron escuchadas y al cruzar por el umbral fue recibida por una profunda voz que la saludaba desde la sala.
- hoy llegas bastante tarde- en un tono moderado, pero lo suficientemente profundo para percibirse como un regaño.
- lo siento padre, he perdido la conciencia del tiempo mientras estudiaba- respondió Sofía mientras que sentía como su rostro se dividía en dos por la mentira más grande jamás dicha por su boca. Sofía apartó rápidamente la vista para que el movimiento tonto de sus pupilas no delatara la enormidad de su engaño.
- ve a cambiarte y baja a cenar, tu madre preparó algo especial- dijo el padre de Sofía intentando exitosamente que su voz no reflejara lo que cruzaba por su mente en ese preciso instante. Él con años de práctica en el arte de ocultar la verdad, ya no resentía los efectos de esta, ese vapor que sube hasta los odios, ese movimiento nervioso de las pupilas, el sudor, toda clase de pequeñas muecas y movimientos cortados por la persistencia de parecer inocente, ya no tenían oportunidad de ser en aquel hombre, quien había hecho de este arte parte de su vida.
Sofía asintió con la cabeza enmudeciendo a causa de la obediencia que siempre la caracterizaba y la cual odiaba profundamente en ocasiones. Su habitación estaba tan oscura en contraste a la cegadora luz que la recibió, que sus ojos tardaron en acostumbrarse nuevamente a la penumbra. Las sombras en su cuarto la hicieron recordar todo lo sucedido hace apenas unos respiros, lo dulce de la piel de Marco, lo suave de su voz, lo cálido de su ser, de pronto todo se volvió borroso, no por culpa de la falta de luz o algo en sus ojos, si no por las desesperación de sus lágrimas por estallar en llanto, Sofía no alcanzó a llegar a su cama, ni siquiera tuvo oportunidad de avanzar un paso, ya que su pesado cuerpo se dejó caer sin aviso , el cual hace cuadras deseaba apagar su motricidad y tan dolo abandonase a merced de la gravedad y hundirse en la triste frialdad del suelo. Sofía deseo llorar tan fuerte, tan furiosamente, como para no acabar jamás y dejar salir de una vez por todas todo lo reprimido, los sentimientos que le oprimían el pecho, y ahogarlos al fin en un océano de lágrimas saladas. En la lenta espera a que esto aconteciera, murieron en vano segundos valiosos, segundos preciados que dieron su vida a cambio de la oportunidad de que el alma de Sofía fuera libre y alzará vuelo sin el peso que la mantenía prisionera. El llanto nunca floreció, todas las lágrimas acumuladas en sus ojos se acobardaron frente a la idea de ser libres, esto lleno de cólera a Sofía, quien odiaba profundamente que esto pasara, odiaba no poder comportarse como un ser humano normal, odiaba no poder sentir, no poder demostrar lo que apenas lograba sentir...odiaba a su familia por haberle enseñado esto.
Sofía escondió su rostro enrojecido por la ira entre sus manos y en la oscuridad de su pensamiento, se preguntó melancólica, ¿por qué?. Recuerdos fugases harían que más temprano que tarde encontrara respuesta a su interrogante, entendiendo así las incógnitas y misterios ocultos en su interior. El delicioso aroma de una cena a punto de acontecer inundo toda la casa e hizo que aquella enfurecida pelirroja pudiera ver claramente en su memoria a la mujer que le había dado la vida, en una actitud y situación muy parecida a la actual.
Sofía recordó que hubo una vez que su familia no fue perfecta por una fracción de segundo, este segundo pareció el fin de todo lo que ella conocía en la vida, pero este vivió de forma tan discreta que sus huellas fueron borradas por los años, extinguiendo así la existencia de este con olvido. El padre de Sofía es un hombre ocupado, diestro en los negocios y una persona importante para varios, su presencia era solicitada en muchas partes y por muchas personas, esta era la principal causa de la ausencia de este en el lugar donde realmente era indispensable, su hogar. Su madre es una dama impecable, de buena familia y posición, de aquellas señoras de las cuales no quedan muchas, un ama de casa dedicada completamente a su familia y al cuidado de las buenas costumbres y pulcritud en su hogar. Todos estos antecedentes no hacen presagiar la verdad entre sus educadas sonrisas, lujos y elegantes modales, nada hace evidente el vacío de sus corazones ni la soledad de sus vidas, voluntariamente exhibidas como ejemplos de perfección, tras una mentirosa y cínica máscara pública.
Sofía pudo recordar a la perfección aquel día perdido en su infancia, en el que tuvo la sufriente madurez mental, razonamiento y edad para comprender lo que sucedía. Fue un día normal, como cualquier otro, un día brillante, sin nubes o viento, la temperatura perfecta y nada en el ambiente sugería algún motivo para no estar de buen humor, muy temprano en la mañana un fuerte sonido proveniente de la cocina alertó a Sofía, quien buscaba a su madre desde hace un momento. Al ingresar a esta, guiada por el inusual y repentino ruido, Sofía vio algo que se gravaría en lo más profundo de su inconsciente; la imagen de su siempre controlada, pulcra e impecable madre batiendo huevos en evidente estado de nerviosismo y desasosiego, esta imagen atemorizó su a infantil existencia, quien hasta ese día había creído ciegamente en la perfección de esta intachable mujer. Su expresión tambaleaba indecisa entre una sonrisa falsa y muecas de llanto, su cabello se rebelaba del orden de un peinado perfecto junto a cada brusco movimiento realizado en función de la tarea que realizaba, gotas de sudor humedecían su frente y cabello, mientras de sus labios se escapaban pequeños sonidos indescifrables. Sumergida en su angustia no se percató de la presencia de Sofía, quien expectante la observaba sin saber de qué manera reaccionar.
- ¿madre? - musitó. La palabra apretada en su garganta apenas pudo salir entre labios atemorizados.
- ven aquí - respondió la madre acomodando su cabello tras las orejas.
La madre de Sofía la elevó del suelo en un gesto rápido, acomodando su infantil cuerpo en una silla frente a ella, para luego en silencio proseguir con la tarea que la ocupaba. El silencio se volvió eterno e incómodo, agobiante y desesperado, entre el molesto ruido producido por el utensilio de cocina, al impactar una y otra vez en función de la acción de batir.
-tu padre nos quiere mucho, tienes que saberlo, él nos da una hermosa y cómoda vida, es por eso que siempre debemos estar agradecidas, pese a todo- exclamó de forma extraña , dispersa en un tono suave y amable, cargado de vesania acorde a su falsa calma.
- haré una gran cena, ocuparé todo el día en esto, tu y yo recibiremos a tu padre con una gran sonrisa al final día, porque todo está perfecto, todo... es perfecto.- exclamó utilizando a Sofía como espejo para hablase a sí misma.
Una lágrima amarga se deslizó por la mejilla de aquella madre perfecta, esta recorrió su rostro, resbaló por su cuello y a su paso humedeció el fino collar de perlas que decoraba este, para morir en el bello vestido de diseñador que traía puesto, su barbilla temblaba al ritmo pujante del llanto ansioso por estallar.
- Sofía, debes aprender esto. Promete que escucharas con atención- sin esperar respuesta continuó. - nunca le des a nadie el poder de herirte-.

Sofía incorporó la cabeza del suelo, deslizo las manos por su rostro, para sorprenderse al sentirlo húmedo, tímidas y silenciosas lágrimas brotaron por un breve momento y se marcharon sin dejar evidencia. Miró el techo y sintió tristeza al recordar el momento en el que comprendió a que se refería su madre en aquella ocasión. El padre de Sofía no solo era requerido en muchos lugares y por muchas personas por asuntos de negocios, también lo era por otras mujeres por asuntos personales y cuestionables, había sido así desde hace años, desde siempre.
Sofía bajó las escaleras lentamente preparada para ver una vez más el acto teatral mejor y más elegante producido alguna vez. Al acercarse al amplio comedor vio a su madre, radiante, perfecta y sonriente, quien era una maestra disparando rosas, hiriendo despiadada, salvaje y brutalmente con municiones cargadas de bellos modales y atenciones que causaran graves y sangrantes heridas de remordimiento , de la forma más refinada e imperceptible posible . A su lado se encontraba su padre quien lucía sereno y contenido como siempre, acostumbrado a digerir la culpa y fingir que no la sentía, al no tener motivos para hacerlo.
-¿todo está bien?- exclamó su padre de forma amorosa.
- todo perfecto- respondió de forma automática Sofía con una gran sonrisa en el rostro, que se dibujó sin tan siquiera pensarlo. Para luego morder su lengua y apretar los dientes odiando lo estúpida que se veía " quitándole al mundo el poder de herirla". 

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