Ella

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Caminaba mirando sus pies, estaba concentrada en la sombra que hacía su cuerpo en el suelo, sabía de memoria las grietas en el pavimento y cada surco en esas viejas calles, había recorrido ese camino mil veces antes, pero no así, nunca tan triste, nunca tan avergonzada. Siempre se había sentido confiada por su inteligencia, nunca nadie le había dicho tonta en su vida, y en esta la primera vez, era ella quien lo hacía y en la más estricta de las formas. Movía rápidamente sus pupilas tratando de revisar cada segundo de lo ocurrido hace apenas pocas horas, enloquecía de la ira recordando su humillación, se estremecía del libido reviviendo en su memoria el olor de la respiración de Marco, no lograba entender que había salido mal, no quería dejarse arrastrar por la posibilidad latente de que tal vez sólo en su mente había algo implícito entre Marco y ella, puede que sus ganas de que aquello fuera real la hubieran estado engañando y en realidad sólo fue su ingenua imaginación la que confabuló todo. Apretó fuertemente los ojos, quería castigarlos por hacerle ver cosas que no eran verdad, sintió como se apretaba su pecho y como un calor subía desde sus pies hasta su rostro, debía correr, no quería que nadie la viera así, tenía la impresión de que su cara en ese momento era tan lamentable, roja y patética que no merecía ser tocada jamás de nuevo por la luz del sol. Sofía corrió, corrió tan rápido como sus delgadas piernas lo permitieron, sentía como en cualquier momento estas se romperían por el esfuerzo, no le importó y solo siguió, su garganta ardía, el corazón se le saldría del pecho durante cualquier bombeo, el calor de su cuerpo se evaporaba y se sentía ahogar por las palpitaciones de la sangre fluyendo a toda velocidad por su delgada existencia, se detuvo bruscamente, miro el cielo, y escuchó su corazón, latido tras latido hacían que Sofía apretará más y más sus dientes, sus puños duros como roca, prometían herir su mano por la presión de sus uñas en las palmas, se sintió hervir, la rabia se le saldría por los oídos si no habría la boca , se derramaría ferozmente toda esa cólera que crecía desde lo más profundo de sus entrañas.
-¡¡Tonta, Tonta, Tonta, Tonta!!- gritó desde el alma a todo pulmón, mientras saltaba frenéticamente, con movimientos descontrolados, desquiciados en ritmo y lógica.
La tempestad se había hecho paso entre esta estructura tan sólida y pulcra que era siempre Sofía, sintió como sus ojos se inundaban con muchos sentimiento, una mezcla de ellos, debía expulsarlos a cualquier precio, ya que tenía la impresión de explotar de no hacerlo. Todo esto revoloteaba en la cabeza de Sofía aislándola del entorno, y haciendo que esta pasar por alto lo que sucedía a su alrededor, no se había dado cuenta en donde estaba, lo que estaba haciendo y quien la miraba. Sofía sintió desbloquear un nuevo nivel de vergüenza al volver a la realidad y percatarse de todos estos hechos, se hallaba siendo recorrida y juzgada por las miradas atónitas de muchas personas, quienes habían presenciado un show tal, digno de ser contado durante la tarde junto a té y galletas.
Sofía nunca había experimentado esta sensación, eran nuevas para ella esas miradas, ese calor en su rostro y esas ganas de meter de un solo movimiento la cabeza en la tierra, miró el rostro de quienes la observaban y sin mayor motivo hecho a reír, la risa salió de su pecho con tanta fuerza que sintió ahogarse en ella, tocaba su estómago por el dolor que causaba el impacto de aquella ola de carcajadas, y pasaba los dedos por sus ojos para quitar una que otra lágrima que por ahí se escabullía. Era el fin, ya había tocado fondo, estaba en las puertas de la locura pensó.
-¡todo a causa de un ridículo niño tonto, un patético hombrecito bueno para nada!-dijo enfurecida su cabeza.
-dueño del rostro más hermoso que hayas visto jamás-, le respondió algo muy profundo y escondido en su corazón.
Sofía entro en su habitación, sin finalizar de cerrar la puerta comenzó a desvestirse, cada prenda pesaba toneladas en ese momento, sin dejar de quitarse la ropa camino hasta su baño, abrió la regadera y con el agua aún fría se resguardo bajo esta, pegó la cabeza a la pared mientras el agua corría por su cabello, sintió el placer del agua bajando por sus curvas y sin darse cuenta la imagen de Marco vino a su mente, el color oscuro de sus ojos, el movimiento seductor de su mandíbula al tragar, su hermoso cabello negro en contraste con una piel tan blanca que hacía parecer deliciosa cada vena en su cuello. Despegó la cabeza de la pared, miró el techo y sintió el agua resbalar suavemente, pecaminosamente entre sus senos, hasta llegar a la gloria. Sacudió su cabeza con furia, había prometido odiarlo, ¡nunca lo amaría! , ¡Nunca se lo perdonaría!, jamás se permitiría parecer dócil, frágil o suave frente a él de nuevo. Tal humillación había golpeado tan fuerte su poca autoestima adquirida recientemente, que jamás en esta vida le daría a Marco de nuevo la oportunidad de hacerla sentir como ese día lo hizo, desde ahora y para siempre Marco para ella sería sólo lo que desde un principio fue, un juguete a beneficio de descubrir a donde podía llegar, seduciéndolo hasta la demencia, sin más propósito de hacerla sentir mujer, deseada y con un dominio tal, capaz de hacerlo retorcer del deseo, este sería su castigo por tal humillación. Sofía sonrió maliciosamente y sintió un secreto alivio en su corazón.
Esa sonrisa maliciosa al igual que la sentencia para Marco fue sólo un placebo que su inconsciente le dio , este sintió piedad por ella y sus sentimientos, compasión por su inexperiencia y tristeza por su incapacidad de no poder comprender sus emociones, Sofía no asimilaba aún en totalidad la dimensión del fenómeno que estaba experimentando, ella pensó que decirse tonta la curaría de todo mal, pero era tan sobrecogedor su error, tan dulcemente inocente su lógica que a su cerebro no le quedó más opción que engañarla, ella se había vuelto considerablemente tonta, desde aquel día en la biblioteca, desde aquel primer contacto, solo que ella no lo sabía.
El amor es así, hasta las más complejas de las mentes caen, sin más opción que sólo dejarse atrapar por sus poderosas alas capaces de elevarlas a las nubes más altas o dejarlas caer en picada sin piedad.
Sofía camino hasta su cama luego de secar su cuerpo, se recostó desnuda en ella y mirando el techo y sus manos tratando de alcanzarlo, imaginó sensuales y perversas maneras de hacer de Marco el más dócil de los muñecos y sonreía con cada idea. Llevo sus manos a la cara y la cubrió con estas, en ese espacio reducido sintió muy íntima su respiración, la escuchó sensible a los estímulos, sin pensarlo separo sus labios, deslizó los dedos hasta estos, ardían, paso su lengua por ellos, cerró los ojos y vio de forma muy vivida las marcadas clavículas de Marco, recorrió en su memoria lo masculino de su cuello, hasta llegar a su mandíbula, ¿cómo tragar saliva puede ser tan erótico ?, cruzó fugazmente por su cabeza, mientras rozaba inconscientemente su lengua con la punta del dedo índice, al fin vio sus labios, sintió estremecer su cuerpo con una pasión indescriptible que hizo tocar con pecaminosa furia su boca. Abrió los ojos de golpe y dejó caer los brazos a cada lado de su cuerpo.
- ¡TONTA! - gritó presionando su ruborizada cara contra la cama.

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Esfuerzo, tentación, ...

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