Cinco

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Nadie debía de entrar a mi habitación. Nadie tenía que saber que el rostro de Astrid se encontraba en mis paredes, en mis portarretratos... en todos lados.

Estaba envejeciendo, pero solo por adentro. Me encontraba con arrugas y cicatrices en las que se podía leer su nombre entre los pliegues de piel.

No había tenido problemas, hasta que vi a Sofía de nuevo en la escuela, platicando y riéndose con otro chico. Sofía. De nuevo Sofía.

Por un lado estaba Astrid, todo lo que alguien pudiera desear en una mujer: guapa, inteligente, atrevida... Y por el otro lado estaba Sofía, una chica de la que era novio desde hacía dos años, sino es que menos o más... Con esa melena rubia, y esos ojos marrones que te derretían y te dejaban con insomnio de tan solo imaginarlos.

Estaba corriendo tan rápido por alguien que no sabía si siquiera caminaba por mí. Todo lo que necesitaba era a alguien, pero en ese momento yo ni siquiera sabía quién era ese alguien.

Era lunes, Charlie todavía en la ciudad, pero dentro de ocho días era su juicio final, y se irían de la ciudad para regresar a su bufete. Otro lunes en el que estaría con ellos, y trataría de todo para quitarle a la novia a mi primo... si es que Astrid se dejaba robar.

Parecía como si Sofía lo hiciera adrede; ir al cuadrante en donde estoy yo, y restregarme en la cara que no me necesita, que no le importé y hacerme saber que hay mejores chicos que yo.

¡Ay Sofía.. Querida Sofía... solo si supieras que a ti no te anhelo por las noches! ¡Si entraras a mi habitación..!

Pero Sofia, tú si sabes cómo causarle celos a alguien.

—¡Oye! ¡Oye! ¡Miguel a dónde vas! —me gritó David, esperanzado a que no hiciera alguna locura.

Caminé lo más rápido que pude, y mientras más me acercaba, Sofía soltaba las carcajadas más fingidas del mundo.

—¿Podemos hablar?

Sofía parecía estar que irradiaba luz de color amarillo por ver que sus planes para causarme celos habían funcionado, pero de todas formas no sería tan fácil... Dudó unos segundos más y asintió con la cabeza. Dejó al chico con el que estaba y retrocedimos un poco.

—¿Qué quieres? —me preguntó, fingiendo desinterés.

—Quiero que dejes de pasearte por donde estoy yo. Tan siquiera no lo hagas cuando vienes con ese idiota... —señalé a su espalda, al chico con el que estaba.

—¿Acaso estás celoso?

Negué con la cabeza, pero no sabía mentir. Bufé, para evadir los nervios, pero eso todavía los avivo más.

—¡NO! Pero no quiero que estés con él. ¿Entendido? —la tomé de los hombros, y la miré fijamente a los ojos— No quiero que estés con nadie más.

DEEP COLORSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora