|~CAPÍTULO 17~|

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Su cuerpo estaba congelado, observando con detenimiento un coche negro, con los vidrios polarizados. Su ceño estaba fruncido, como si estuviera teniendo una lucha en su interior. Parecía que intentara descifrar algo.

—Tienes que irte—intervine, alejándolo de la ventana. Pero como es de esperar, a penas conseguí moverlo.

—No voy a dejarte ir con alguien que va en un coche así—se cruzó de brazos mientras sus palabras salían con convicción de sus labios.

Empecé a reírme pese a no tener ganas de hacerlo pero la situación iba a acabar conmigo. Todo es muy surrealista. Nada tiene sentido. 

Sus labios formaban una fina línea, dándome a entender que hablaba muy enserio. Al ver como se escapaba un bufido de entre sus labios, mi risa cesó y fue sustituida por unas cejas enarcadas y desesperación. Mucha desesperación. 

—¿Perdona?—cuestioné al fin, incrédula—¿quién te crees que eres para prohibirme algo a mi? Ni mi padre me ha prohibido algo así y...¿tu crees que puedes hacerlo?

—Gala...

—¡No! Vete, lo que haga con mi vida no te incumbe—le espeté con frialdad. No quería ser así con él, pero tampoco voy a arriesgar a enojar a la persona que quiere matarme y que me espera en un coche negro. Pero, como es de esperar, hizo caso omiso a mi orden—¡Vete! No te quiero cerca. Vete a montártelo con Abby o a hacer lo que sea que hagas cuando no me estás incordiando, pero vete.

Esta vez retrocedió como si le hubiera empujado. Sus ojos parecían tristes, pero lo disimuló muy bien con la mandíbula tensa y su cara roja de ira. Miró una vez más por la ventana antes de, con los puños apretados y la ira a flor de piel, salir de la habitación con un fuerte portazo. Dejé escapar un suspiro antes de caer en algo. El coche del chico que quiere matarme está abajo....Aaron va hacia abajo...mierda.

Nada más caer en ello, salí de la habitación como alma que lleva el diablo. En mi carrera por llegar abajo, empujé a unas cuantas universitarias, ganándome varias miradas asesinas e incluso insultos. Las universitarias de mala leche son como camioneros a la hora de insultar.

Tal y como me esperaba, Aaron se estaba dirigiendo al coche aún con los puños cerrados. Corrí tras él llamándolo varias veces pero, obviamente, me ignoró y para cuando yo llegué hasta el coche, él ya estaba golpeando la ventana, incitando al conductor/ sicario a salir. 

Los más normal y lógico que podía haber hecho el chico, era marcha atrás y salir del aparcamiento. Pero en vez de eso, salió del coche. Genial, la gente tiene ganas de complicarme las cosas. Aún más. 

El tupé rubio del chico ahora parecía mucho más claro bajo el sol. Sus fríos y azulados ojos estaban incrustados en los míos mientras Aaron lo repasaba de arriba abajo con desprecio.

—Mason—articuló.

¿Aaron conoce al rubio que quiere matarme?

—Stone—esta vez apartó la mirada de mí para posarla en Aaron.

¿El rubio conoce a Aaron?

¿Veis a lo que me refiero? Son estas cosas las que hace que mi vida no pueda ser normal, lo cual me convierte ven alguien no normal...¿anormal tal vez? En fin...como sea.

—Sabía que eras tú...mierda, lo sospechaba desde ese día...¿qué mierda haces aquí?—le espetó Aaron, acercándose más a él.

El rubio...Mason, me miró de soslayo antes de sonreír de manera divertida. Al contrario que Aaron, él parecía estar sereno e incluso divertido. Yo estaba muriendo de nervios y él...¿se ríe? ¿Soy la única que quiere darse un tiro ahora mismo?

—¿Se puede saber de que rayos estáis hablando? ¿Ya os conocéis?—intervine al fin.

—No sé a que estás jugando, pero para ya—prosiguió Aaron, ignorándome por completo—no vas a ir con él—se giró bruscamente mientras agarraba mi brazo para conducirme lejos del rubio, quiero decir, de Mason.

Fue entonces cuando se le borró la sonrisa de la cara y la sustituyó un ceño bastante fruncido.

—De eso nada—empujó a Aaron mientras conseguí soltarme de su agarre—tu no eres el más indicado para hablarme de juegos.

El rostro de Aaron palideció mientras sus ojos se abrían como dos platos. No entiendo nada. Qué manía tiene la gente con los juegos. ¿No pueden ser maduros por una vez?

—¿De qué estás hablando?—su voz estaba rota al igual que su mirada.

—¿De verdad quieres que lo diga ahora?

—¿Decir el qué?—intervine nuevamente—¡Quiero saber qué rayos está pasando aquí! 

Ambos me miraron sin saber qué decir. Guardándose dentro muchas verdades que, seguramente, me incumben a mi.

—Nada, cosas nuestras—habló Mason después de largos segundos de silencio—vamos.

—No voy a subirme a este coche hasta que me digáis la verdad—advertí, cruzándome de brazos y alternando la mirada entre ellos dos.

Nuevamente, una sonrisa volvía a asomarse en sus labios, pero ésta vez era una sonrisa fría y cargada de maldad.

—No era una sugerencia, era una orden. No tienes opción y lo sabes—con esas palabras supe que tenía razón. Tiene material con el que chantajearme.

Miré a Aaron, suplicándole en silencio que hiciera algo. Que me ayudara. Que no se me quedara mirando con incompetencia. Pero cerró los ojos con fuerza mientras apretaba la mandíbula, dándome a entender que no tenía intención de ayudarme. 

Después de cerrar la puerta del acompañante, Mason aceleró, sacándonos del aparcamiento a toda prisa. Por alguna estúpida razón, me decepcionó bastante el hecho de que Aaron no me haya ayudado.

—Todos tenemos secretos, Gala—me miró de reojo antes de volver la vista al frente—Y es mejor que esos secretos sigan siendo susurros que se lleva el viento. Lo hago por tu bien, si te contara ciertas cosas...—dejó la frase al aire, suspirando.

Lo miré con incredulidad. ¿Ahora intenta dárselas de bueno? 

—No te las des de bueno, nunca serás el héroe en ésta historia—le espeté con frialdad y odio—intentaste matarme y disparaste a mi amiga. Me chantajeas para que haga lo que quieras y ¿tienes los testículos de decir que lo haces por mi bien? Deja de ser tan falso y haznos un favor; mátame y acabamos con tantos problemas.

—Eres exasperante—articuló mientras se pasaba una mano por el rostro con frustración—si de verdad hubiera querido matarte ya lo habría hecho ¿no crees?  mi intención no era matar a tu amiga, apunté muy bien para que el disparo vaya dirigido en una zona no peligrosa.

—Así que debería darte las grácias?

—Estaría bien empezar por ahí.

—Pues te vas a quedar con las ganas—bufé mientras giraba mi rostro para mirar por la ventanilla.

Fruncí en ceño al ver el lugar en el que nos encontrábamos. Sentía que el mundo se me venía encima. Lo miré con angustia y desesperación.

—No quiero estar aquí, por favor, sácame de aquí—me daba igual parecer patética, sólo quería salir de este lugar.

—¿Quieres saber la verdad?—cuestionó observándome fijamente pero no me dejó contestar—pues debes enfrentar a ciertos miedos.

Empecé a negar con la cabeza, negándome a pisar éste sitio. Cierro los ojos con fuerza, imaginándome otras cosas que no sean relacionadas con éste lugar, pero lo único que se me viene a la cabeza es el sonido de las llantas al frenar y el sonoro golpe de mi accidente. Los gritos preocupados, nombrando mi nombre entre sollozos. La lluvia calándome hasta los huesos, el dolor...todo me viene a la cabeza para atormentarme. Al volver a abrir los ojos, seguimos en el mismo sitio. En el mismo puente...

—No recuerdas nada—afirmó con asombro.



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