|~CAPÍTULO 13~|

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El resto de la semana transcurrió un poco solitaria. Casi no he visto a Destiny, por la mañana se iba muy pronto y a la noche a penas intercambiábamos palabras. Devon y yo nos hemos ignorado hasta tal punto de parecer desconocidos que nunca estuvieron enamorados el uno por el otro. De vez en cuando mi mirada buscaba la suya y, cuando éstas se encontraban, se mantenían por segundos donde se proyectaba el dolor de ambos. Aaron no volvió a aparecer por mi ventana y en las clases fingía ser un desconocido. 

Entonces, mis tardes consistían en mí, encerrada en la habitación, con una pila de apuntes y deberes  sobre el colchón.

 El sábado por la tarde, después de por fin haber acabado los deberes de la semana, decidí salir del calabozo y encontrarme con la luz. Soplaba una suave brisa que hacía ondular mi falda blanca, pero sin correr el riesgo de que se vea nada. En la parte de arriba sólo llevaba un body negro, por lo cual me regresé a la habitación a por un suéter azul, ya que parecía que iba a refrescar un poco.

Era sábado y hoy hay partido, por lo cual la mayoría de universitarios corría por todo el campus hacia el Fooster's Hollywood o cualquier sitio donde reproduzcan una buena emisión del fútbol y sirvan porciones generosas de carne y—como no—cervezas. Miré el reloj en el móvil: 15:06. Aún me quedaban cinco horas para entrar a trabajar.

Empujé la fría y pesada puerta del edificio y me adentré. Aún quedaban algunas semanas para acabar el mes, pero después de esto...¿a donde iría? Necesitaba hablar con el director para informar de mi desalojo de la residencia el mes que viene. Una chica alta y morena me hizo esperar en un pasillo, totalmente desierto de estudiantes. Cuando al fin salió el director Roberto para atenderme, un profundo olor a ambientador me inundó las fosas nasales. ¿Como puede soportar ese olor tan fuerte?

—Señorita Williams—me nombró mientras se sentaba delante de mí, en una butaca mucho más cómoda que la dura silla en la que me encontraba—¿Qué la trae por aquí?

—Vengo a informarle que a partir del mes que viene, ya no seguiré viviendo en la residencia.

Sus cejas canosas se juntaron mientras observaba unos papeles—de los muchos que ya había—de su escritorio. Parecía realmente confundido, como si le hubiera dicho que quería dejar los estudios o algo parecido.

—Pero....¿porqué? Es decir...ayer vino su madre a pagar todos los meses por adelantado. Su residencia ya está pagada como para habitar ahí el resto del curso—me informó con sus codos sobre la mesa y su mirada penetrando la mía.

¿Que? ¿Mi madre me lo había pagado? Fue ella la que me dejó muy claro que no le importaba si me quedaba en la calle y....¿ahora me paga la residencia? El señor Roberto me miraba a la espera de mi respuesta, pero solo pude levantarme murmurando un:

—Lo siento, me he equivocado—seguido de una pequeña sonrisa a modo de disculpa.

Salí rápidamente del edificio, mientras me apresuraba hacia el coche. Tenía que aclarar esto con mi madre. Conduje con las manos sudorosas sobre el volante y la mirada perdida en el exterior. Una gota de sudor me hacía cosquillas en la sien, mientras mi corazón latía a mil por hora. Iba a volver a hablar con mi madre después que saliera de mi habitación hecha una furia hace unos días.

Al aparcar, saqué una llave del bolso mientras caminaba a paso lento por el camino que conducía al portal de casa. Hacía tiempo que no venía por aquí, básicamente porqué cuando empecé la universidad, mi madre nunca había estado tan contenta. Cualquier padre hubiera llorado por el ingreso de su hijo en la universidad, pero mis padres no. Mi madre ni siquiera fue a dejarme, prefirió quedarse en casa con la excusa del trabajo. Mi padre sí que me fue a dejar y, cuando le dije que lo echaría de menos, él solo me contestó con simple asentimiento de cabeza. Fingieron tristeza, pero sé muy bien que solo hacían eso; fingir. Igual que cuando fingen amarse ante las cámaras y luego se gritan desprecios.

Introduje la fina y dorada llave en la cerradura mientras éstas me temblaban y las piernas parecían gelatina. Al entrar, un suave olor a lavando me dio la bienvenida. Unas largas escaleras de madera se alzaban al final del pasillo. A mi derecha, me vino un olor a especias, lo cual me informó que Amanda, la cocinera, estaba preparando la comida. Subí las escaleras hasta encontrarme con el despacho de mi madre. Al entrar, su mirada rápidamente se hundió en la mía. Su cabello estaba recogido en un perfecto moño, lo cual, raramente, la hacía ver más intimidante. Enarcó una de sus finas cejas e mi dirección.

"—Vamos Gala, directa al grano—pensé"

—He hablado con el director Roberto—hice una pausa para esperar a ver su reacción. Una fina línea en sus labios, y una gélida mirada que recaía en mí como un balde de agua fría—me dijo que habías pagado todos los meses de la residencia.

—Sí...¿y?—enarcó aún más la ceja.

—Creí que no ibas a ayudarme más, pero...gracias de todos modos—esbocé una pequeña sonrisa a modo de agradecimiento. Supongo que en el fondo tiene corazón.

Ingenua de mí por creer eso. Sus labios maquillados se separaron mientras una carcajada limpia, se escabullía de entre éstos. Rodeó la mesa para posicionarse frente a mí, con sus brazos cruzados, realzando sus pechos operados. Sí, así es mi madre, con un cuerpo espectacular gracias a una operación de pechos, culo y nariz...ah y una liposucción por supuesto. Por eso la gente de pregunta porqué su hija parece más una plancha comparado con su madre. Simple y sencillamente penoso.

—¿Crees que esto lo he hecho por ti?—cuestionó señalándome con su alargada uña. Chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza—No te confunda Galita, esto solo lo he hecho por mí. ¿Qué crees que opinaría la gente si mi única hija acabara en la calle sin estudios ni trabajo? Por dios—levantó las manos con dramatismo—sería un suicidio social.

Abrí la boca incrédula. Pero...¿de qué me sorprendo? Obviamente esto lo hacía por ella, siempre fue egoísta. Siempre pensó en ella, olvidándose que tiene una hija. Pero saberlo no evita que el dolor florezca en mi interior. No. Saberlo aporta más dolor a la herida y...joder duele demasiado. Ninguna hija merece sentirse así. Ninguna hija merece sentir el desprecio de su madre porqué....¡maldita sea, es su madre! Una ola de furor me invadió, impidiéndome callar todo lo que un día quise decir pero me lo guardé. Como siempre hago; guardo mis miedos, mis lágrimas, mi coraje...todo lo guardo en mi interior. Pero ya estaba harta. Me cansé de llorar en silencio y sonreír fingiendo ser feliz.

—¿Porqué me haces esto, mamá? ¿Porqué me odias?—pregunté con algunas lágrimas descendiendo de mis mejillas. Pareció haberla cogido por sorpresa—¡¿Porqué?! ¿Que te hice para no merecer tu cariño? Cuando llorabas porqué habías discutido con papá, yo era la que se levantaba en la madrugada y se tumbaba a tu lado y te abrazaba ¡Maldita sea mamá, yo siempre quise hacer las cosas bien para que te sintieras orgullosa de mí! ¡Nunca me enseñaste lo que se supone que toda madre debe enseñar a su hija! ¡Nunca me enseñaste a maquillar, a aprender a caminar con tacones... ni siquiera sabía qué debía hacer cuando me vino la regla por primera vez!—grité acercándome a ella y, entre sollozos coloqué una mano sobre una de las suyas—¿porqué nunca me dijiste que me querías?—concluí con un susurro roto y un vacío en mi pecho.

Su mirada oscilaba entre mi mano sobre la suya y mis ojos brillantes por las lágrimas tras ellos. Apartó la mano con brusquedad mientras se alejaba de mí y se apoyaba en su mesa. Yo, a la espera de su respuesta.

—He intentado quererte, Gala. De veras que lo he intentado, pero no puedo—sus ojos se cristalizaron de rabia.

—¿¡Porqué maldita sea?!—grité con cólera y desesperación. Cerró los ojos con fuerza mientras una lágrima se escabullía de ellos y descendía lenta y dolorosamente.

—Gala...

—¡Dímelo!

—¡Porqué tú no eres mi hija!





¿Qué os ha parecido el capítulo?

¿Qué opináis de Gala?

¿Y de su madre?

Besooos y feliz fin de semana:)


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