Prologo: El padre que buscaba un hijo

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Hace mucho tiempo, más bien, desde el principio de la existencia misma. Un ser sin forma física, se encargaba de que todo fluyera como debería ser, sin errores ni cambios. Sin embargo, al estar él solo en el universo comenzaba a sentirse muy aburrido, tantos miles de millones de años cumpliendo con su trabajo y sin nadie con quien compartir ese, tiempo, que él controlaba, pero no tardó mucho en darse cuenta que no estaba completamente solo. Había un planeta cuyo nombre es la Tierra, y ese nombre fue elegido por sus habitantes dominantes, los humanos.

Había una felicidad muy grande por parte de ese ser, que tenía muchas ganas de conocerlos a todos, aunque los humanos ya lo conocían a él sin saber su existencia, incluso le habían dado un nombre, El Padre de Tiempo. Un nombre fascinante que adopto sin problemas, su felicidad estaba ya más allá del límite que conocía de sí mismo. Solo que toda esa alegría que sentía no duro mucho, se comenzaba a dar cuenta de que los humanos tenían un gran miedo y odio hacia él, pues comenzaba a escuchar todas esas voces que solo preguntaban y decían: ¿Cuánto tiempo queda?, ¿Por qué no nos das más tiempo?, Si solo necesito un poco más de tiempo, Danos un tiempo más largo...
Y así la lista continuaba y continuaba.

El ser, ahora llamado, Padre del Tiempo, se comenzaba a sentir frustrado, pero tampoco quería abandonar a los únicos seres vivientes que había conocido hasta el momento, por lo que se quiso adaptar a ellos desde el espacio. Tomo polvo estelar y formo una estrella de cinco picos con un color azul cielo. Con el poder de la estrella, comenzó a copiar algunos materiales de la tierra, en su mayoría madera, para crear un hogar donde vivir. Le encanto ver el diseño de las cabañas que había en la Tierra por lo que así fue como hizo su casa, incluso copio algunos muebles, como un trono y mesas, también copio vidrio para crear unas grandes ventanas con una vista hermosa hacia el espacio, pero sobre todo, con la mejor vista hacia la Tierra. Su cabaña constaba solo de 3 habitaciones: La principal era muy amplia, ahí tenía su trono y una mesa con varios libros y escritos que también había copiado de la Tierra, quería saber que tanta historia tenían los humanos; las otras dos habitaciones apenas eran más pequeñas, una donde guardaba cada copia de los instrumentos creados para medir el tiempo, y la otra no era nada, aún. En la habitación principal aun había un gran espacio, ahí coloco la estrella que había creado la cual se quedaba flotando pues aún tenía una última tarea, crear un holograma exacto de la Tierra, así podría ver qué cosas tan interesantes podían hacer los humanos, pero no solo eso, uso su poder del Tiempo sobre la estrella que yacía en el centro del holograma para así no solo poder disfrutar de su presente, sino ver qué cosas habían sucedido en el pasado, y que les depara el futuro.

Ya todo estaba listo, solo falta una cosa, él. Al no tener forma quiso sentirse más apegado a ellos, así que adopto una forma humana, la forma como lo veían, un viejo sin cabellera alguna, pero si una muy larga barba blanca que llegaba hasta las rodillas. Su vestimenta fue muy sencilla pues solo portaba una gran túnica café y en los pies unas sandalias del mismo color. Ya una vez todo acabado, se sentó en su trono de madera y nuevamente el tiempo pasaba mientras observaba lo que hacían los humanos y leía todo lo que habían escrito a través del tiempo. Nuevamente esa sensación de soledad regreso.

Los pensamientos de llevar la palabra, padre, en su nombre, lo hacían sentir con un hueco en su ser, pues es el Padre del Tiempo, pero, ¿Quién o quiénes eran sus hijos?
No sabía si darse a la idea de que todos los humanos eran sus hijos, simplemente rechazo ese pensamiento pues sabía que es solo era padre exclusivamente del tiempo y nada mas de eso, sin embargo una nueva idea se le vino a la mente. Quería hacer honor a su título de Padre, por lo que se decidió a adoptar a algún humano de la Tierra, pero esto no sería algo que hiciera al azar, planeo todo muy bien. Con un trozo de papel y tinta, escribió un mensaje que, con ayuda de su estrella creada, envió ese mensaje a la tierra de forma física, en varios idiomas y dialectos, en varias épocas del tiempo, para que así no importara si fuera del presente, pasado o futuro, tuviera la misma oportunidad de participar en esta especie de concurso que el Padre Tiempo había comenzado. La hoja tenía un breve texto con una sola pregunta a contestar:
"Si quieres ser hijo del Padre Tiempo, solo responde en esta misma hoja lo siguiente:
¿Cómo sería un mundo donde no se midiera el tiempo?"

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