Capitulo 7: Confianza mutua

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Es, a veces, muy inesperado encontrarte a un viejo amigo que ya hacía años que no lo veías. En mi caso, siempre es agradable volver a ver una cara familiar, aunque, para la chica frente a mis ojos, que parece comenzar a recordar todo, no.

Estando en una heladería que suelo visitar, y con una nieve en la mano, solo me quedaba sonreír a quien estaba sentada frente a mí, Paulina Abberline. La cual, parecía sorprendida, y por más que me gustaría que su sorpresa sea por el dibujo que al parecer le acababa de regalar, resulto ser lo que también esperaba.
–Tu... Te recuerdo–. Me señaló.
–Me alegra verte de nuevo Paulina, esperaba una reacción igual de tu parte.
Parecía querer decirme algo, hasta que una voz madura de mujer la interrumpió antes de poder decir una palabra.
–Lamento la tardanza hija, es que había tantos sabores y a ultimo opté por uno de vainilla.
–Mama...–. Paulina, con tan solo escuchar la voz de su madre, fue suficiente para hacer que sus ojos se cristalizaran, y al girar un poco su cabeza para verla, unas cuantas lágrimas adornaron su rostro. Su madre se preocupó al instante.
– ¿Está todo bien, hija?
En ese momento, Paulina se puso de pie y le dio un fuerte abrazo a su mama, fue una escena conmovedora, era como si llevaran mucho tiempo, separadas.

Paulina apresuró a su madre para irse rápido del lugar, tanto que ella fue la primera en salir de la heladería. La madre se detuvo un momento y observo el dibujo que había hecho.
– ¿Este dibujo es para Paulina? –. Me preguntó.
–Sí, parece que se le olvido.
–Así es mi hija a veces, no te preocupes–. Cogió el dibujo con su mano libre y lo guardo en su bolsillo, después me agradeció el detalle y se retiró. Solo me quedo ver como salía por la puerta donde al otro lado estaba Paulina esperándola muy ansiosa. Y yo, pues me acabe mi helado y me fui a casa a descansar, al día siguiente tenía que ir a mi examen de admisión, sinceramente, sería idiota si no lo apruebo.


Despertarme y llegar la universidad para hacer el examen fue lo sencillo, lo difícil, es evitar contestar ese examen sin quedarme dormido de lo aburrido que son las preguntas para mí. Por suerte, logre escuchar la voz del profesor a cargo de mí grupo decir: Quien termine, puede retirarse.
Esa fue mi campana de salida, lo termine a los pocos minutos de escuchar esas palabras, hubo comentarios burlándose de mí por terminar rápido, que ignore al saber quiénes eran. Regresé a casa y solo que esperar que lo días pasaran para obtener los resultados y ¡Vuala! Quede en tercer lugar, un poco más arriba que la otra vez, pero es porque me lo merecía. Y si te soy sincero, fue un gusto que no me duro mucho.

Recuerdo que visite a Paulina para presumirle mis resultados, pero ahora, no estoy muy seguro de si me quiera ver. Como tenía tiempo libre, estaba caminando por el centro de la ciudad, realmente no iba a comprar nada, solamente caminar y pensar si es buena idea visitarla, es decir, se ha convertido en otra viajera del tiempo por mi culpa, también es testigo del futuro que nos espera... Aunque nuestros últimos momentos en el futuro fue una discusión, debe de entender la situación en la que me encontraba. Todo era más que obvio, debía hablar con ella, pero una voz un poco familiar se dirigió a mí antes de tomar camino hacía su casa.
– ¡Vaya! Pero si eres el chico de la heladería.
Me di la vuelta y frente a mí estaba la mama de Paulina, vestía una blusa morada con unos jeans, se veía con un estilo juvenil para su edad, igual, le quedaba bien.
–Usted es la mama de Paulina, ¿No es así?
–Dime por mi nombre, Florence.
–Me agrada su nombre, el mío es Matthew.
Ambos mostramos una gran sonrisa, Florence tenía una esencia armónica que cualquiera lo notaría a los pocos segundos.
– ¿Y qué te trae por aquí, Matthew? – Me pregunto.
–Nada realmente, solo de compras, ¿Y usted?
–Igual, solo vengo por unas cosas para la casa–. Después de una breve tos que le dio, prosiguió. –De una vez, quiero disculparme por mi hija al irse sin despedirse.
–No se preocupe por eso.
–También debo agradecerte.
– ¿Agradecerme? – Respondí bastante confundido al no encontrar por mi propia cuenta una razón.
–Desde aquel día en la heladería, mi hija se ha notado más alegre, y sé que es gracias a ti porque no deja de ver el dibujo que le regalaste.
No sabía cómo responder, la verdad, fue algo inesperado, lo único que me preguntaba es: ¿Realmente miraba el dibujo por pensar en mí, o en lo qué paso? De igual forma, Florence continúo:
– ¿Te gustaría visitarnos un día?
– ¡Claro! Me gustaría.
– ¿El Domingo de aquí en 15 días está bien?
–Un día antes de regresar a clases, me parece bien.
–Gracias, entonces nos vemos.
–Hasta luego.
La despedida fue rápida y sencilla como puedes ver, no había nada fuera de lo normal, y sé que esto se vuelve a aburrido, créeme, para mí también lo es...

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⏰ Última actualización: Jul 18, 2017 ⏰

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