Quince

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Parecía ser que la última e semana hubiese sido eterna.

Brec estaba en su casa recostada en su cama con un libro entre las manos y una cobija sobre el cuerpo.

Todo era paz, sus hermanastras estaban fuera de la casa, habían salido con Karen. Sólo estaban ella y su padre, en el piso de abajo. Nada la molestaba.

Hasta que el móvil sonó.

— ¿Diga? —
—¡Brec! —la voz de Brandon se escuchó a través del auricular— ¿te gustaría salir el fin de semana? —
— ¿Salir? ¿a dónde? —
— Los padres de Taylor tienen una cabaña en el bosque. Podemos ir este fin de semana. —
— Genial, yo voy. —
— Vale, le avisaré a Taylor. —respondió el chico y colgó.

Se recostó en la cama y se subió la manta hasta que le cubrió la nariz. Olía a suavizante, el mismo que solía usar su madre. Brec se preguntó de donde habría salido, ya que Karen había dejado de usarlo diciendo que era muy caro.

Sacudió la cabeza para sacarse el suavizante de la mente y se abrazó a sí misma con todo y la manta, enrollandose en ella.

Bufó. Tenía que pedir permiso a su padre.

Dando traspiés se levantó de la cama y bajó las escaleras. Su padre estaba en el estudio.

— ¿Papá? —Brec asomó la cabeza por la puerta de la habitación.

— Buenos días, Shiny. —saludó el hombre con una sonrisa— ¿Dormiste bien? —

— Si. —asintió con una voz infantil que sólo le salía cuando habla con su padre— Uhh... ¿te puedo hacer una pregunta? —

— Ya me la hiciste. —sonrió— Pero hazme otra. —

— Ah... bueno, mis amigos me invitaron a pasar el fin de semana en una casa de campo. Y quisiera saber si me dejas ir. —

—Por mi no hay problema. Pero tendrás que preguntarle a
Karen. —

Brec bufó. Karen.

Esa mujer, sobreprotectora y controladora. Jamás la dejaría pasar un fin de semana fuera de la casa.

Y, ¿por qué habría depedirle permiso a ella? No era su madre para estarle avisando a que hora se iba y a que hora llegaba.

Miró el reloj, preocupada.  En media hora tendría que estar en la escuela.

Subió a su habitación y se arregló para ir a la escuela.

***

A la hora del almuerzo Brandon se sentó entre Brec y Rachel.

— Entonces ¿si? —
— Si. —respondió Rachel de inmediato.
— Espero. —mustisó Brec— Papá quiere que le pida permiso a Karen. —

Taylor se acercó.

— ¡Amigos! —gritó rodeandonos con los brazos— ¿Qué pasó? —

— Tal vez la loca de mi madrastra no me deje ir. —

— ¿Qué? —gritó— No, Brec. —

— Tengo que convencerla de algún modo. —

***


— No. —espetó la mujer.

— ¿Por qué no? —preguntó Brec desesperada.

—Ahh... —Karen titubeó— Tus hermanas tienen que reunir dinero para las exploradoras. Vas a cuidar niños el viernes en la mañana y una venta en la tarde, y si no reúnes el dinero suficiente, sigues el sábado. —

Diario de una chica raraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora