Dieciséis

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— Si, tengo diez hijos, son unos amores, ya lo verán. —dijo la mujer sonriendo con orgullo— No se preocupen. Seguro jugaran todo el dia en sus
habitaciones. —
— Si, seguro. —Rachel compuso una sonrisa nerviosa.

La mujer llevaba la ropa algo holgada y, a no ser que se estaba volviendo loca, a Brec le pareció que estaba embarazada.

— Bien. En el refrigerador y la alacena hay algunas botanas por si los niños quieren comer. —indicó— Ustedes también pueden comer todo lo que quieran. Volveré a las tres. —

Salió de la casa pasando entre los chicos y dejando la puerta abierta detrás de ella.

— Adelante, pasen. Estan en su casa. —
— Gracias. —mustisaron todos a la vez.

De una casa con semejante tamaño no se podía esperar menos. La sala era muy grande y moderna, unas escaleras de caracol subian al piso superior justo junto a la entrada. Pero eso no les importo a los chicos.

Lo primero que vieron fue la mesa del comedor en donde habían bolsas de supermercado llenas de dulces y botanas.

El primero en girar la cabeza fue Brandon. Miro la cocina. Cruzo miradas con los chicos y luego todos, en una masa multicolor se abalanzaron a la pequeña puerta de la cocina.

Una puerta por la cual, como descubrieron demasiado tarde, no cabían cinco personas.

Así es, se atoraron.

— Park, me aplastas el brazo. —se quejó Taylor.
— Rachel, tu codo esta en mi estómago. —dijo Park.
— Brandon, estas encima de
mi. —resopló Brec.
— Lo siento, es que Taylor me está empujando. —

Intentaron lanzarse hacía dentro de la cocina una vez más. Esta vez, el delgado cuerpo de Brec se deslizo junto al de Brandon y salieron los dos, liberando a los demás y cayendo al suelo.

— Es tu culpa, Brandon. —acusó Taylor frotándose la cabeza.
— A nadie le importa,
¡comida! —gritó Brec levantandose del suelo y corriendo a la alacena.

Estaban a punto de sumergir una galleta Oreo en el frasco de crema de chocolate cuando una niña entró en la cocina con una muñeca en la mano. Estaba llorando.

— ¡Mamá! —chilló— ¡Hay chicos en la cocina! —
— Ah... Tu mamá no está aquí. —dijo Brandon.
— ¿D-donde está? —

Rachel se acercó a la niña y trató de agacharse junto a ella, pero antes de que pudiera llegar Taylor se adelantó y la hizo a un lado.

— Tenemos algo muy importante  que decirte. —le dijo a la pequeña.

El resto de los chicos se miraron extrañados.

— Yo soy tú del futuro. Venimos a advertirte del fin del mundo. —

La niña se quedó mirando a Taylor sorprendida. Brec no sabía si debía reír o tranquilizar a la niña, quien empezó a llorar y salió corriendo.

— ¡Tay! —gritó Rachel antes de salir corriendo tras la niña.

Brec mientras tanto comenzó a reírse como loca.

Brandon le siguió, luego Taylor y Park.

Para cuando Rachel volvió con la niña en brazos, los cuatro chicos se revolcaban en el suelo de la risa.

— ¡Cállense! —les gritó— Asustaron a Lucy. —
— Lo siento Ray, pero tienes que aceptarlo, fue gracioso. —Brec se incorporó entre risas, apoyándose en la barra.
— No, no lo fue. —replicó molesta Rachel— Taylor, ¿serías tan amable de decirle a Lucy que todo fue una broma de mal gusto? —

Diario de una chica raraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora