Capítulo 9.

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La comisaría era un hervidero de actividad; los teléfonos y los faxes sonaban y zumbaban por todas partes, las mesas estaban sepultadas bajo pilas de papel y la gente iba de un lado para otro por los pasillos. Un policía joven se acercó a ellos rápidamente, dándole unas palmaditas a Jin en el hombro.

—Hemos dejado libres esas tres salas de interrogatorios para ti. La reunión del equipo de investigación del caso 233 será en 10 minutos, en la sala de reuniones pequeña del segundo piso.

—Gracias —dijo Jin, y se volvió para hablar con la secretaria que había tras él—. Lleva a estos dos a la sala de espera, dales un vaso de agua. Subiremos juntos en un momento —señaló a Kris y Luhan, y se volvió para hacerles un gesto a los otros tres—. Vosotros tres, venid conmigo.

Atravesaron un pasillo y acabaron en otro edificio, donde el número de personas era bastante menor. Las tres habitaciones que había al final del pasillo estaban abiertas.

—Tú entra en esta —le dijo Jin a Chanyeol, que miraba a su alrededor.

La persona que había dentro de la habitación que había señalado Jin estaba hojeando unos documentos sobre el caso, y levantó la vista con una sonrisa.

—Hola —dijo, e invitó a Chanyeol a entrar a la sala. Después, cerró la puerta.

Jin se volvió hacia las dos personas que tenía detrás.

—Antes de que empecemos con los interrogatorios, dejad aquí vuestras huellas digitales, por favor —dijo, y señaló a las máquinas que había en la entrada de cada sala—. De las dos manos, primero el pulgar y luego el resto de dedos.

Jongin frunció el ceño.

—¿Por qué Chanyeol no ha tenido que hacer esto?

Jin murmuró para sí mismo durante un instante.

—Él… de momento no nos hacen falta las suyas.

Baekhyun miró a Jongin. Los dos dejaron sus huellas en la máquina, espalda contra espalda, y ambas puertas se cerraron tras ellos.

*

Luhan estaba sentado en la sala de espera, incapaz de apartar de su mente la sensación de que el desconocido que no paraba de mirarlos era un poco raro, pero cada vez que se volvía hacia él, el hombre apartaba la mirada.

—¿Por qué ese tío no deja de mirarnos? —le preguntó Luhan a Kris en chino.

No pasaría de la treintena, no era feo, y llevaba un extraño guante en la mano derecha, apreció Luhan en silencio.

—¿Nos está mirando? —preguntó Kris, volviéndose él también para mirarlo—. ¿Lo conoces?

Luhan negó con la cabeza.

—Pero parece que él sí nos conoce a nosotros.

Kris se quedó mirándolo fijamente.

—¿Y eso no te parece normal?

Luhan no contestó. Vio cómo esa persona sacaba de su bolsillo un colgante de jade, que tenía la cadena rota, y lo miraba fijamente durante un momento antes de guardarlo otra vez.

La puerta se abrió y una señora entró, dirigiéndose a Kris y Luhan.

—Ya es la hora, tenéis que subir —dijo, y se giró hacia el hombre que había junto a ellos—. Usted sólo tiene que esperar un poquito más, su amigo enseguida habrá acabado.

—Mire, aún no se ha recuperado de la conmoción, pasar tanto tiempo en…

Sus palabras fueron interrumpidas por la voz de la señora.

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