El chico estaba sentado en el suelo, con la cabeza apoyada contra la pared, rindiéndose a la tentación de reírse.No muy por encima de su cabeza había un pequeño y estrecho telescopio, a través del cual se podían ver unos paisajes que ningún fotógrafo pasaría por alto: una altísima pared de piedra y el precioso cielo azul salpicado de nubes.
Sin embargo, la lente no parecía estar dirigida hacia nada de esto. En su lugar, estaba enfocada hacia la tierra, los hierbajos que crecían en las grietas en la roca y un gran montón de clavos que había clavados en la pared.
Junto al muro de piedra había un chico de pie, que experimentaba, infatigable, con diferentes lugares en los que clavar los clavos, dejando distinta distancia entre ellos; mientras los pájaros trinaban en el cielo, como si mostraran su respeto por los esfuerzos del chico.
El sol brillaba en la frente del chico y la brisa acariciaba suavemente su cara, reflejando la belleza de la naturaleza y de la vida. Una gota de sudor cayó lentamente por su frente. Sujetó fuertemente el clavo que llevaba en la mano, dio unos pasos atrás y miró la pared de piedra porosa, exhausto. En el suelo, la flecha roja estaba borrosa y apenas se distinguía, después de las lluvias y de haberla pisado muchas veces.
El chico joven que estaba sentado en el suelo inclinó la cabeza contra la pared, riéndose, tal vez con un atisbo de ronquera en la voz, pero quién sabe.
El tiempo pasaba sin que se dieran cuenta, a ninguno parecía preocuparle de todas formas, pero el cansancio empezó a hacer mella en ellos y el joven dejó de reírse. A su alrededor todo se fue reduciendo al silencio y la tranquilidad.
—Idiota —dijo, cerrando los ojos—. ¿Aún sigues clavando esos clavos?
Mientras sonreía suavemente, una gota de un líquido desconocido se deslizó por su cara. La llave que llevaba en la mano siguió la gota y cayó con delicadeza al suelo.
[17/03/2012]
Cuando te encuentras con que tienes un día de descanso en marzo y que hace un tiempo perfecto, podrías esperar que Dios disponga alguna situación novedosa y especial, como una aventura maravillosa o un encuentro con un antiguo amor. Cada historia requiere una subtrama; tus fantasías sobre la reunión con tu antiguo amor nunca ocurrirán durante un intercambio de valores en bolsa, y la realeza de los cuentos de hadas nunca aparecerá a bordo del barco de El viejo y el mar. Luhan silbaba mientras abría el buzón, apreciando el intenso brillo del sol y el aire, y pensó que ese tiempo era perfecto para hacer deporte al aire libre.
Sujetando un fajo de cartas, Luhan subió las escaleras hacia su dormitorio y abrió la puerta de una patada. Levantó la cabeza para ver a dos chicos delante del ordenador, dándole la espalda. Tiró dos cartas encima de una de las camas.
—Os he subido vuestro correo —dijo, y se quedó de pie en medio de la habitación, mientras examinaba la factura de su teléfono móvil del mes.
—El Señor Lu se está volviendo cada vez más agradable y considerado.
La persona que estaba de pie mirando la pantalla no giró la cabeza, su mano izquierda estaba apoyada sobre los hombros del que estaba sentado, y estaba sonriendo.
—¿Has hecho una solicitud para mudarte a nuestra habitación o algo? —Luhan los miró fijamente durante un momento y siguió mirando sus facturas.
—Vuestra habitación es demasiado pequeña —dijo una voz desdeñosa.
—El salón es enorme —dijo la persona que estaba sentada, sonriendo—. ¿Deberíamos mudarnos todos juntos allí? —a un lado, Luhan negó con la cabeza en silencio. Ya estaba acostumbrado a esto.