Dos horas más tarde Eugenia entro a su departamento, se desvistió casi completamente y se tiró en su cama a leer un periódico. Después prendió la radio y comenzó a escuchar uno de esos programas que parecería ser que nadie más escuchase. El sonido era terrible pero de vez en cuando le sacaba una sonrisa.
Hasta ella se daba cuenta que el escuchar una radio solitaria era una excelente forma de no sentir ausencias en su departamento.
Termino su día con un cuaderno y un lápiz viejo. Nadie sabe ni sabrá nunca lo que escribió puesto que lo rompió en mil pedazos mientras sonreía para sí misma.
Su vida era fantástica, pensaba.
Aunque, claro, creía que no tanto.
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Los pies sobre mi mundo
Подростковая литератураNo creo que las voces estén ahí por casualidad. No creo que sea casualidad que aparezcan cuando no escribo. O que me molesten cuando no escribo, y cuando escribo simplemente me dictan y somos amigos. Pero ese miedo me ata a algo. Y luego me siento t...