Me di cuenta de que era de noche porque las calles parecían pintadas a mano por la desprolijidad de tantas luces.
Pensé si algún día me daría cuenta que era de noche tan solo por mirar el cielo.
Cruce la plaza, camine varias cuadras intentando encontrar algo familiar pero lo único que familiar que sentí fue cuando alguien me toco el hombro de atrás, con signos y síntomas de haber estado siguiéndome durante un buen rato.
Era el Psiquiatra que me pedía por favor que le dijese si estaba vivo o no.
Le volví a decir que no y quiso pedirme ayuda. Lo empuje y le exigí que no me siga más. Que se conformase con saber que me había servido más que 75 psiquiatras y listo.
Él se tiró al suelo desarmado, sin fuerzas y seguía mirándome a los ojos pidiéndome ayuda.
Yo solo atine a reírme de su mirada y luego seguí mi camino.
Cuando vi el obelisco, supe que estaba a no más de quince cuadras de mi departamento.
Pensé en Eugenia.
Y en cuando aprendería que encerrar las cosas esla peor manera de cuidarlas.
ESTÁS LEYENDO
Los pies sobre mi mundo
Ficção AdolescenteNo creo que las voces estén ahí por casualidad. No creo que sea casualidad que aparezcan cuando no escribo. O que me molesten cuando no escribo, y cuando escribo simplemente me dictan y somos amigos. Pero ese miedo me ata a algo. Y luego me siento t...