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Levanto la cabeza en busca de alguien con quien trabajar, Mirtha —mi compañera de tardes aburridas—, no vino hoy... Creo que era el cumpleaños del nieto.

Antes de que diga nada, ya está él aquí parado observándome con esos ojos transparentes. Se llama Felipe, y siempre me mira. Hemos conversado un par de veces durante las clases de manualidades.

Sé que es de mi edad, viudo y tiene dos hijos varones, tiene cinco nietos que lo llaman cariñosamente «Lelo Pipe». Su cabello es blanco y sus ojos de un celeste muy claro. Tiene una mirada penetrante, y suele quedarse mirándome por largo rato. Con esos ojos es imposible no sentir cuando su mirada se clava en mi espalda. Es alto y fuerte, me hubiera gustado verlo de joven, supongo que habrá sido guapísimo... aún lo es.

Su hijo mayor, Ariel, vive cerca de mi casa, a un par de cuadras. Pipe se queda con él de vez en cuando y cada vez que lo hace viene a la parroquia a tomar los cursos.


No soy suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora