Capítulo 5: Viaje en tren - Parte 3: La confesión de Haymitch

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Una rara corriente de energía me recorre el cuerpo. Es increíble que le acabo de confesar a mi mentor lo que he sentido por mi compañera de Distrito todos estos años.
-Vaya… eso sí que no me lo esperaba—comenta Haymitch, con una mirada triste.
-¿No te lo esperabas? ¿Entonces qué insinuabas?—le pregunto. Estoy muy confundido, ¡Él mencionaba a cada rato la posible opción de que yo esté enamorado de Katniss!
-Ah, bueno. Tú me dijiste la verdad, así que te lo diré: en realidad no sabía nada, solo quería sacarte lo que te vienes escondiendo por años.
-Pero… ¿Cómo rayos sabías que escondía algo?—le pregunto, furioso.
-¡Lo siento! Es que estabas raro y pues… quería saberlo. ¡Ay, no me mires así, Peeta!
-¿Cómo quieres que te mire? ¡Acabas de sonsacarme mi más preciado secreto!
-¿Quieres que te cuente una historia?—me pregunta suavemente.
-¿Una historia? ¿Qué ganaré con ello?—estoy muy dolido. ¡No puedo creerlo!
-Una buena lección, por ejemplo.
-Está bien, cuéntame tu tonta historia—le contesto de mala gana.
Haymitch se sienta y comienza su relato.
-Hace muchos años, un joven como tú tenía un gran amor… pero no correspondido. Él estaba abatido y destrozado por no poder confesarle a ella que la amaba. Sentía que cuando la veía, todos los ojos se posaban en ella, que todos la miraban; él no quería permitirlo, ella era solo de él.
»Un día, en el colegio, ella le habló; en realidad, le pidió llevar a cabo un proyecto escolar los dos juntos. El muchacho, feliz, se ofreció para que lo hagan en su casa. Ella le contestó que estaba de acuerdo, que estaría muy animada por el acontecimiento.
»Naturalmente, el joven se emocionó mucho por esto. Se emocionó tanto, que se dio cuenta que el perfecto momento para confesarle su amor sería en su casa, en el momento en que hicieran el proyecto. Se decidió, pensando que esa sería la solución al problema. Llegó a tal extremo de creer que ella lo amaba y que seguirían juntos por siempre… pero se equivocaba.
»Al otro día, la profesora de los dos adolescentes cambió la fecha de entrega del proyecto; lo cambió específicamente para el lunes de la otra semana. El joven se dijo para sí mismo que eso no sería problema, ya que solo debería esperar una semana más para entregarlo. Pero luego cayó en la cuenta: el lunes de la otra semana era el día de la cosecha.
Haymitch se interrumpió al acomodarse nuevamente en su lugar de asiento. Yo tosí levemente, en señal para que continuara.
-En fin. El chico se dijo: "Está bien, no hay de qué preocuparse, ya que ninguno de los dos saldrá en la cosecha. Podremos entregar el proyecto al mediodía y no habrá interrupciones". Estaba muy convencido de ello. Por eso, el día en que la chica fue a su casa, trató de pasarlo lo más genial posible, aunque inconscientemente tenía miedo. Miedo de perderla. Miedo de perder lo único que le daba sentido a su vida. Ella le decía: "No estarás preocupado por algo, ¿no?" Y el muchacho le decía siempre: "Claro que no, tengo todo lo que necesito para sobrevivir un día más de cosecha". La joven no le siguió insistiendo, aunque por dentro pensaba qué era lo que él necesitaba y tenía para sobrevivir…
»Y bien, el día de la cosecha tuvo lugar. Todos estaban muy nerviosos. Los dos "tortolitos" tenían la misma edad, así que se podían mirar el uno al otro a cada lado de las filas. Él ya casi podía ver lo que ocurriría: la cosecha terminaría, ellos entregarían el proyecto y quizás podrían acercarse más el uno al otro. Cuando la mujer que anunciaba los nombres se acercó al escenario y comenzó a hurgar en las urnas, el corazón de ambos jóvenes se paralizó. El nombre del Tributo femenino era precisamente el de la chica, el del amor del joven.  Ella caminó hacia el escenario, no sin antes lanzarle una mirada de terror al chico. Las amigas de la chica se pusieron a llorar en cuanto escucharon el nombre de su amiga. Cuando la muchacha llegó al escenario, tenía cara de no poder con lo que iba a cargar; era evidente. El turno del joven Tributo masculino llegó… y salió el pequeño enamorado. Peeta, no puedes imaginarte el miedo que tenían ambos. Uno al otro se miraron, pensando lo mismo: "Alguno de los dos morirá". 
-Ejem… ¿y qué pasó?—pregunté con mucho interés. Sin darme cuenta, también yo me había sentado; estaba absorto en el relato de mi interlocutor. 
-¿Qué pasó? Ambos fueron a los juegos. Ambos tuvieron que matar a otros Tributos.
-¿Y ambos sobrevivieron?
-Claro que no—comentó Haymitch en un susurro, casi un lamento.
-Haymitch…
Este largó un largo suspiro y se levantó.
-Haymitch… ¿Qué pasó con ellos?
-Si quieres saberlo… Ella murió y él ganó los Juegos. Hoy en día es un mentor, un borracho sin vida. De hecho, es el que está por salir por esta puerta.
Así sin más, Haymitch abandonó la habitación arrastrando los pies.

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-¡Haymitch!
Mi mentor esperó donde había quedado, en la mitad del pasillo, pero sin darse vuelta.
-Haymitch… lo siento, no sabía…
-Claro que no lo sabías, Peeta… nadie lo sabía.
-Pero… ¿Por qué me contaste esto?
-Una simple razón: debes seguir con vida.
-¿Qué…?
-Sí, ¡sigue con vida!—sus ojos son saltones y parece un maniático.
-Muy bien, tranquilo, lo haré.
-No cometas mi mismo error… Peeta, chico, protégela… ella es lo único que te sostiene a la vida, lo único que te hace vivir cada día, tu único recurso de supervivencia…
-Lo sé… —le susurro.
-Se está haciendo tarde, más vale que vayas a dormir, chico.
-Lo haré. Descansa y no vuelvas a ensuciarte; no tengo ganas de limpiarte otra vez—le contesto bromeando.
-Claro que no. Tal vez, si lo hago, puedas seguir llenándome de secretos locos, ¿no?—me responde riendo.
-Exactamente, mentor.
-Hasta mañana Peeta.
-Hasta mañana, señor.
Me voy hacia mi cuarto. Allí me saco toda la ropa, quedándome en ropa interior, y abro las ventanas; odio dejarlas cerradas. Mis ojos se van apagando conforme va transcurriendo la noche.
-¡Ah!
Eso es lo que escucho salir de mi boca. Acabo de tener una pesadilla. Qué raro fue… Soñé que ya estaba en los Juegos. Estaba corriendo por mi vida, cuando tropecé con un artefacto de madera, o más bien de otro material que no conozco: un arco; las flechas estaban acomodadas a un costado… llenas de sangre. De repente, oigo un sonido detrás de los arbustos. Me doy la vuelta y veo que Katniss sale a rastras de allí. La tomo por los hombros, a lo que ella me responde algo como "Corre… tienes que correr. ¿Qué estás haciendo? ¡Corre!". No iba a dejarla allí tirada, así que la levanté en mis brazos y comienzo a medio trotar, medio caminar. Por detrás de nosotros veo que el chico gigante del 11 nos persigue. Bruscamente veo cómo el chico del 11 toma a Katniss por detrás y la golpea contra un árbol. La cabeza de mi compañera comienza a sangrar inmediatamente. Ahí es cuando la pesadilla acaba, cuando me doy cuenta de que no podré seguir con esto, que al igual que Haymitch sé que podría perder o ganar todo.
Me vuelvo a dormir, pero esta vez mi cabeza está limpia de pesadillas.

Es la mañana, no sé bien qué hora es, pero sí escucho a Effie tocar la puerta a decirme que debo despertar. Le contesto que enseguida la acompaño.
Me quito la ropa interior y voy a darme un baño rápido, para luego cambiarme, ponerme esa alucinante loción llamada "Dandelion" que tanto me gusta, salir y llegar al comedor. Haymitch y Effie ya están allí, pero Katniss se habrá rezagado en su cuarto. 
-Buen día—los saludo, algo adormilado.
-Buen día, chico—saluda Haymitch. Es evidente que ya está borracho, otra vez.
Me siento a la mesa y me pongo a examinar lo que tengo delante de mí: manjares y delicias que solo podré ver este último tiempo, antes de que entre a los Juegos y tenga que valerme por mí mismo. 
Tomo un panecillo y de improvisto me vuelvo a imaginar la escena del pan bajo la lluvia… Haymitch, como una costumbre suya, me devuelve a la realidad.
-¿Pensabas en el "pequeño gran asunto", muchacho?—pregunta pícaramente.
-No, Haymitch—le contesto en tono duro, ya que Effie nos mira a ambos algo curiosa.
Katniss entra en la habitación, y nos mira. Haymitch ríe por lo bajo y yo estoy sumamente avergonzado.
-¡Siéntate! ¡Siéntate!—le dice Haymitch a Katniss. Acto seguido, esta última toma asiento y comienza a ver lo que hay para comer. Le sirven un plato grande de comida y se pone a mirar una taza a su costado: chocolate caliente.
-Lo llaman chocolate caliente—le informo—. Está bueno.
Yo sigo haciendo pequeños bollitos con el pan y lo mojo en el chocolate. Es tan delicioso… qué lástima que quizás sea esta la última vez que pruebe alguna de estas exquisiteces. 
-Entonces, ¿se supone que nos vas a aconsejar?—le pregunta Katniss a Haymitch, que sigue absorto en su bebida.
-¿Quieres un consejo? Sigue viva—le contesta, terminando con una risa.
Qué gracioso, Haymitch. De no estar borracho recordarías la "pequeña gran historia"…

Las crónicas de Peeta Mellark: Mis primeros Juegos (LCDPM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora