Capítulo 18: Sangre de vencedor

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Katniss me dice que no fue exactamente mi culpa, sino que Finch robó nuestra comida y la de la pila de los Profesionales. Es por eso que siempre lograba sobrevivir: robando. Y ella robó mis bayas, así que por eso murió.

—Me pregunto cómo nos encontró. Es culpa mía, supongo, si soy tan ruidoso como dices—digo.

—Y es muy lista, Peeta—comenta Katniss—. Bueno, lo era, hasta que tú la superaste.

—No fue a propósito. No me parece justo. Es decir, si ella no hubiese comido primero las bayas, nosotros dos estaríamos muertos. No, claro—murmuro—; tú las reconociste, ¿verdad?

—Las llamamos jaulas de noche—asiente.

—Hasta el nombre suena peligroso. Lo siento, Katniss, creía que eran las mismas que recogiste tú.

—No te disculpes. Esto significa que estamos un paso más cerca de casa, ¿no?

—Me desharé del resto.

Tomo el resto de las bayas, tirándolo por allí.

— ¡Espera! —dice ella. Agarra algo, una bolsita, y la llena de las bayas—. Si engañaron a la Comadreja, quizá engañen a Cato. Si nos está persiguiendo o algo, podemos hacer como si se nos cayera la bolsa y, si se las come…

—Estaríamos en el Distrito 12—termino.

—Eso es.

—Ahora sabrá dónde estamos. Si estaba cerca y vio el aerodeslizador, sabrá que la hemos matado y vendrá a por nosotros.

—Vamos a hacer un fuego ahora mismo—decide Katniss, recogiendo ramas.

— ¿Estás lista para enfrentarte a él?

—Estoy lista para comer. Será mejor que cocinemos mientras podamos. Sí, sabe que estamos aquí, pues lo sabe, pero también sabe que somos dos y seguramente supone que hemos cazado a la Comadreja. Eso significa que estás recuperado, y el fuego le dice que no nos escondemos, que lo invitamos a venir. ¿Tú vendrías?

—Quizá no—reconozco.

Luego de un rato conseguimos (consigo) hacer una fogata. Ponemos unos conejos y una ardilla al fuego, cortesía de Katniss. También agregamos algunas raíces y hojas, cortesía mía. Además vamos observando por si viene nuestro enemigo: bien podría ser Cato o algo de los Vigilantes. Una vez que terminamos de cocinar, guardamos todo y nos comemos un trozo de conejo cada uno.

En un momento Katniss me pide trepar un árbol, pero yo no puedo, así que le digo:

—No soy capaz de trepar como tú, Katniss, sobre todo con mi pierna, y no creo que pudiera quedarme dormido a quince metros del suelo.

—No es seguro quedarse en campo abierto, Peeta—insiste.

— ¿No podemos volver a la cueva? Está cerca del agua y es fácil defenderla.

Ella parece pensarlo. Luego me da un beso.

—Claro, vamos a la cueva

—Bueno, no ha sido tan difícil—sonrío.

Katniss toma sus cosas y ponemos más leña al fuego, por si aparece Cato. Una vez que llegamos al arroyo, ella dice que podríamos ir por el agua. Yo asiento con gusto, a sabiendas de que así hago menos ruido.

Llegamos a la cueva, yo hambriento. Estoy terriblemente cansado, así que Katniss prepara una cena. Intento permanecer despierto, pero Morfeo me llama. Mi compañera me dice que me meta en el saco y duerma, mientras ella come y me guarda el plato. Luego de un momento, me quedo dormido.

Las crónicas de Peeta Mellark: Mis primeros Juegos (LCDPM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora