Capítulo 9

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-Yuuri-

Era mi culpa el perder a Wolfram. Había sido muy impaciente.

Cuando tuve mi epifanía durante la conversación con mamá, salí corriendo de la casa y enfilé derecho a los videojuegos buscando la planta bromista que decía la fortuna. Pensé que sería fácil. Solo había que pedirle a la planta que revirtiera el hechizo, o lo que sea que me tuviera atrapado en el cuerpo de Wolfram, y todo volvería a lo normal. O tan normal como mi vida había sido desde que fui succionado por un inodoro estilo occidental y aterrizado en reino de los demonios.

Pero no, no podía ser tan fácil, ¿verdad? No sabía qué tipo de nefasta conspiración tenía para mí. Cuando llegué con la planta, estaba más que aliviado de en verdad encontrarla. Para ser sincero, tenía miedo de haber soñado todo el episodio de los videojuegos con la máquina, Murata y Hashimoto. Luego estaba asustado de que hubieran reemplazado la máquina con un nuevo y más moderno video juego. Y luego estaba asustado de que la casa de juegos haya ido a la banca rota y fuera reemplazada por un Cosplay Café. Después mi imaginación se puso salvaje de verdad, e imaginé un meteorito aterrizando en el lugar cuando estaba a punto de entrar. Y eso fue reemplazado por una escena de Godzilla pisando el edificio.

Lo que no pude prever fue que la máquina de decir la fortuna actuaria exactamente como una máquina de decir la fortuna, y no del todo como una planta mágica que concedía deseos. Le grité y golpeé el cristal y... nada. Rogué y supliqué. Y le expliqué que era yo, ese chico desgraciado al que le concedió un deseo. Por fortuna era un día de escuela durante las horas de curso, y el lugar estaba vacío. Si no, seguro alguien habría reportado a la policía que un extranjero loco estaba tratando de darle una paliza a un video juego.

"Ya sé" dije para mí mismo. Busqué en mis bolsillos algunas monedas y fui a cambiar unas de 500 yen por algunas de 100 yen. Puse una en la máquina y miré parpadear las luces. El cartel de "Ve tu futuro" se encendió.

—Está bien, ahora háblame —ordené.

Nada.

Tomé la tarjeta blanca, decía: "La perseverancia vale la pena."

Seguí rápidamente con las otras monedas.

"Para levantar un objeto pesado, el cerebro es más útil que los músculos."

"Los grandes trabajos no son hechos por una gran persona, sino por el trabajo duro de muchas personas normales."

"No seas tonto, continua en la escuela."

"No hay soluciones mágicas."

Entonces, solo se estaba burlando de mí. ¿Son estos algunos de esos malditos dichos de Confucio? ¿Dónde está el que me decía que me iba a casar con el hombre de mis sueños? Metí las tarjetas en mi bolsillo y pasé la próxima hora o más alternando entre gritarle a la planta, sentarme en una silla mientras le gruñía, rogarle, caminar atrás y adelante en frente de ella y golpeando mi cabeza en varios objetos. Decidí en un punto que sería mejor pensar con el estómago lleno, así que salí a la caza de algunos aperitivos.

Estaba en frente de una pastelería, mi boca haciendo agua ante la gran cantidad de tortas, tartas y otros tipos de postres que Wolfram habría amado. Entré y salí una hora después con una gran bolsa de pasteles. Aun estaba algo confundido de que había pasado. Caminé dentro examinando las cosas en las estanterías cuando escuché un chillido agudo venir de detrás del mostrador. La próxima cosa que supe es que estaba teniendo una extraña discusión con las vendedoras acerca del pago. Ellas insistían en que no tenía que pagar, y yo seguía insistiendo con mucha vergüenza que en realidad si tenía que pagar. Al final, acepté posar para algunas fotos con varios pasteles como pago por la gran cantidad de dulces que me habían dado.

Kyou Kara Wagamama PuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora