1. Primer capítulo

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Cepillaba suavemente las ondas rojo fuego de mi cabello que caían libres por mi espalda mientras miraba mi reflejo en el espejo, la joven que me devolvía la mirada no era la misma de hace unos años atrás... ésta estaba apagada y sin vida, sus ojos celeste puro estaban cargados de tristeza sabiendo que en aquel baile al que su padre le estaba obligando a ir tendría que poner esa enorme sonrisa y ser amable con todo el mundo cuando yo solo quería encerrarme para siempre y descargar todo mi dolor, rápidamente aparté esos pensamientos de lo destruida que estaba mi vida ya que sino me largaría a llorar ahora mismo. Seguí con mi labor hasta que escuché unos leves golpes en la puerta de entrada de mi alcoba.

-Adelante- le respondí a quien golpeara sin mucho entusiasmo.

-Disculpe molestarla señorita, pero le traigo el vestido que me mandó a buscar.

-Está bien déjalo por ahí- dije señalando hacia mi cama -. Pero no te vayas voy a necesitar ayuda con el corsé.

-Con gusto señorita.

Rodé los ojos y me di vuelta para mirarla directo a la cara logrando que ella me diera una mirada asustada como si acabara de hacer algo malo. La chica tenía una larga cabellera negro azabache junto con un par de ojos color marrón chocolate, era bastante menudita y de baja estatura.

-¿Tu eres Jacinda no?- pregunté aún mirándola.

La nombrada asintió temblorosa, como si le estuviera hablando el mismísimo Lucifer.

-Bueno supongo que eres nueva y no sabes, pero detesto que me digan señorita o señora- dije ablandando mi tono para ver si así la pobre muchacha relajaba sus temblores -solo dime Sera o Serafina como tu prefieras.

Jacinda me miró sorprendida como si esperase que yo le dijera que estaba despedida o algo por el estilo, la joven frente a mi estaba tan callada que largue una pequeña casi imperceptible risita.

-Tranquila, puedes hablarme, con confianza- sin embargo siguió callada observandome como si fuera de otro mundo -. ¿Cuantos años tienes?

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-Qué bueno tenemos la misma edad. Creo que seremos grandes amigas.

Al instante a la muchacha se le iluminó el rostro dejando atrás cualquier rastro de desconfianza o miedo.

-Jamás he tenido una amiga.

-Pero mira que coincidencia, yo tampoco.

-¿Usted jamás tuvo un amigo? Pero mire tiene esta gran casa y muchos privilegios.

-Mi querida Jacinda en mi opinión un amigo de verdad no se rige por la posición económica del otro, sino porque de verdad le agrada, y en este mundo lleno de gente superficial lo único que ven las chicas de mi edad son tus vestido o los chismes que te rodeen.

-Usted tiene toda la razón.

-Preferiría que me tutearas, no hay necesidad de tanta formalidad entre amigas.

-Oh, claro.

-Jaci, ¿sabes peinar?

-Depende el peinado pero se podría decir que sí.

-Entonces dejo mi cabello en tus manos- mientras lo decía fui y me senté en una silla frente a mi tocador.

(...)

Mi nueva amiga me observaba desde atrás mientras yo giraba frente al espejo de cuerpo entero. La verdad era que la chica tenía talento para peinar, había echo de mi maraña de ondas fogosas una hermosa trenza que se deslizaba libre por mi hombro derecho con pequeños circulitos brillantes trenzados a la misma, este peinado iba a la perfección con mi vestido azul francia que dejaba al descubierto mis hombros y tenia detalles en negro, haciendo que mi cabello se viera de un color más intenso y realzara las pecas que teñían mi rostro.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora