8. Octavo Capítulo

118 6 0
                                    

Los ojos negros de mi padre me miraron con odio, rabia y desprecio.

-Atrapenlo- hasta que su voz cortó el tenso aire me di cuenta de que atrás suyo estaban sus dos gorilas que custodiaban la casa.

Aiden se puso delante mio protegiendome, pero lo que él no había notado es que no iban a por mi sino por él, por lo que no tardé mucho en sobrepasarlo y hacerle frente a los guardias.

-Alejense- amenace.

En ese momento otros dos guardias entraron y me tomaron de ambos brazos, al instante Aiden se tenso y vino a encarar a los guardias pero los otros que iban a por él cumplieron su cometido y lo agarraron con mucha brutalidad.

-Llévenlo al poste- ordenó Abraham.

Oh no el poste no, una desesperación incontrolable se apoderó de mi cuerpo logrando que empiece a removerme con violencia intentando que los gorilas me suelten.

-NO!!! No puedes hacer esto. Te lo prohíbo- grite en un fallido intento de parar a mi padre.

-Oh claro que puedo querida. Aprenderás a respetarme y obedecerme Serafina Cadirat- dijo con desprecio.

-Jamás en la vida te voy a respetar viejo- sabia que provocandolo no iba a conseguir apaciguar su furia pero era imposible contenerme de responderle algo así.

Su cara se desencajó de la rabia y salió a grandes zancadas de la pequeña casucha con nosotros atrás de él siendo jaloneados por sus guardias. Aiden se mantenía pensativo e increíblemente tranquilo mientras yo ya estaba teniendo un pequeño paro cardíaco. Finalmente llegamos a ese maldito poste de madera en donde no tardaron mucho en atar a Aiden dejando su espalda expuesta.

-No...no es necesario esto, ya basta- le dije a mi padre.

-Así aprenderás.

De un fuerte jalón le sacaron la camisola a Aiden dejando su tersa piel al descubierto, no entendía como podía estar tan tranquilo siendo que estaban por mutilar su espalda. No podía dejar que lo lastimaran por mi culpa, jamás debería haberme dejado llevar por mis sentimientos esto era todo mi culpa.

De la nada mi padre saco un largo látigo de cuero con garras de acero en la punta.

-Observa Serafina el daño que tu causas en las personas, ¿creíste que no me daría cuenta de tu pequeño amorío con este ladronzuelo? Ambos se merecen esto pero sobre todo tú hija mia, esta rata sufrirá el doble por tu culpa- no entendía como tanta maldad podía entrar en una sola persona, en estos momentos me estaba dando una gran repulsión si quiera compartir sangre con este monstruo.

-ERES UN ASESINO, UN MONSTRUO- mi garganta ardía de tanto gritarle infamias a Abraham.

-Tal vez, pero créeme querida cuando te digo que tú no eres muy diferente a mí.

Una extraña fuerza se estaba apoderando de mí, sentía como esa energía quería salir por todos mis poros, como si Aiden lo hubiera notado giro la cabeza y me miró por sobre su hombro mandándome miradas tranquilizadoras. Ya estaba logrando controlar mi ira cuando un fuerte silbido cortó el aire, levanté mi mirada y esa fue la gota que colmó el vaso, Aiden se encontraba en el suelo y de su espalda emanaba una gran cantidad de sangre que provenía de un profundo y horrible corte.

Miré a mi padre que posaba los ojos satisfecho en la espalda de MI Aiden, ahora me doy cuenta lo mucho que quiero a Aiden que no solo siento atracción sino una conexión mucho más fuerte, una conexión capaz de arrasar con mundos enteros. Y justamente eso es lo que yo haría, hasta me daba miedo pensar que podría matar por él pero así era la realidad y no iba a permitir que nadie nunca jamás lo lastimara por mi culpa. Toda esa energía que estaba intentando controlar la expulse desesperadamente contra todo lo que me rodeaba, de una forma inexplicable deje de sentir la fuerte presión en mis brazos, por lo que decidí abrir los ojos y ahí estaba, absolutamente todo estaba congelado, los guardias tenían expresiones de horror plasmadas en sus petrificados rostros, Aiden estaba intacto y me miraba confundido desde el suelo pero no con miedo lo cual me pareció muy extraño. Mi padre estaba congelado de los pies a la cintura pero no totalmente como sus guardias, y me miraba con horror, no le preste mucha importancia y corrí hasta donde estaba Aiden.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora