11. Capítulo Once

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-Déjenme verlo- insistí.

Estoy parada adelante de dos grandes muchachos que me impiden el paso hacia las celdas. No sé cómo pero de alguna manera apenas salí de la casa supe donde estaba Aiden, como una especie de presentimiento o corazonada algo verdaderamente extraño.

-Lo siento pero no podemos dejarla pasar sin la autorización de la jefa- dijo uno de los jóvenes.

-Me importa un carajo la autorización o lo que sea. De aquí no me voy hasta que me dejen pasar.

-Señorita comprenda el preso Aiden en este momento se encuentra en una situación complicada.

Mi paciencia tenía un límite y estos dos ya lo habían sobrepasado.

-Por última vez les digo que me dejen pasar o si no...- mi amenaza fue interrumpida por un fuerte dolor en mi pecho que me dejó sin aire. Aturdida me lleve las manos al pecho y empecé a intentar inhalar un poco de oxígeno pero este se negaba a entrar en mis pulmones. De alguna forma sabia que no había nada mal conmigo que esa horrible sensación no venia de mi sino de Aiden. Él estaba en peligro.

Desesperada me levanté y corrí llevándome a los guardias por delante. Izquierda, derecha, de nuevo izquierda, recorría los mareantes pasillos llenos de humedad y presos como si hubiera estado aquí toda la vida, pero realmente no era un sentimiento de reconocimiento lo que sentía era desesperación.
Todavía no respiraba del todo bien pero si lo suficiente como para poder correr sin detenerme.

Al final de uno de los pasillos había una puerta de la que provenían algunos gritos. Sin pensarlo demasiado abrí la puerta de un fuerte golpe y me sumergi en un mar de cuerpos sudorosos que formaban una perfecta ronda y en el centro se encontraba Aiden retorciéndose en el suelo como si le faltara el aire.

-Vamos Aiden levántate y pelea- al lado de el cuerpo del morocho había un joven algunos años mayor con un pelo tan negro como el de Aiden y unos frívolos ojos marrón claro, algo en él me resultaba familiar.

Me adelante entre la multitud y me arrodille adelante de Aiden.

-Basta dejalo en paz- le grite al muchacho que me resultaba familiar.

-Pero que tenemos aquí Aiden, mira que no has perdido tu tiempo en la tierra de los humanos- se escucharon barias risas no disimuladas y sentí muchos ojos sobre mi.

Los ojos del morocho se posaron en los míos y me mandaron una clara advertencia de que me alejara. Negué disimuladamente con la cabeza y suavemente le apoye una mano en el pecho, mis respiraciones ya se habían normalizado y ya no me costaba respirar por lo que intente transmitirle a él un poco de paz. Bajo mi toque sentí como poco a poco su pecho bajaba y subía normalmente y no como si estuviera bajo el agua intentando no ahogarse. Alguien tironeo de mi brazo haciendo que pierda el equilibro y caiga de trasero hacia atrás. Al levantar la vista me encontré con unos enfurecidos ojos marrón claro.

-¿Qué es lo que hiciste? Nadie rompe mis hechizos- gritó el chico que me resultaba familiar.

-Lo estabas lastimando idiota- estaba muy enojada.

-Esa era la idea niña ingenua.

Jalo de mi cabello haciendo que pegara un pequeño alarido, pero no de dolor sino más bien de sorpresa. No me di cuenta como pero en un parpadeo Aiden ya estaba arriba del idiota y lanzaba puñetazos a la cara de éste, si seguía así lo mataría. Me pare y me acerque con cautela a Aiden.

-Basta Aiden- parecía no escucharme por lo que apoye una mano en su hombro-. Aiden para, vas a matarlo- al fin pareció reaccionar y se echó para atrás como si lo hubieran empujado, para luego mirarme con sus enormes ojos azules.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora