Capítulo 7. Palabras ocultas

2.6K 160 45
                                    


El ratón me rogó que le tocara más melodías, y así lo hice, durante toda la noche estuve tocando, me sentía tan feliz cada vez que una nota salía de piano haciendo que se escuchara por toda aquella habitación.

-No debíais haber dejado de tocar el piano- Reepicheep me señaló con una de sus patas mostrando cierto humor en su voz.

-Lo sé...- De repente un ruido desconocido resonó por todo el lugar, el ratón y yo alzamos nuestras vistas, decidí levantarme y encaminarme en dirección hacia el ruido, seguí el sonido con mis pasos apresurados, hasta que supe que más que un ruido era una persona corriendo, parecía que huyera de mí. Gracias a la luz que emitían las antorchas su silueta se podía decir que era un hombre joven, demasiado joven. Apresuré el paso haciendo que mis pies corrieran, lástima que dicho chico corría más que yo.

-¡Hannah, deteneos, ¿A dónde vais?!- La voz del roedor hacía eco por aquellos largos pasillos, sin embargo no le respondí, quería saber quién era aquella persona, por qué huía de mí, ¿él me había escuchado tocar el piano?, la verdad es que no me importaba que me hubiera visto, pero, ¿por qué huía?

El tiempo pasaba y seguía corriendo y corriendo, pero aquella persona fue tan lista que desapareció al instante, al conocer más el castillo seguramente supiera algún camino.

-¿Se puede saber por qué corríais así?- Reepicheep apoyó una de sus patas en la pared mientras que recuperaba el oxígeno.

-Alguien huía de mí, Reepicheep, cuando me he acercado a aquel ruido, era una persona corriendo- El ratón me miró aturdido, y posteriormente rodó sus ojos oscuros.- ¿Por qué pones esa cara, no me crees?- Crucé mis brazos sobre mi pecho arqueando mis cejas.

-Es extraño que alguien huya de vos- El ratón se acercó más, me puse en cuclillas quedando en su estatura, yo en cambio solo me encogí de hombros.- Igual le ha gustado las canciones que habéis tocado.

-Eso es absurdo- Rodé mis ojos, y el animal solo se encogió de hombros. Ambos sonreímos y decidimos encaminarnos en dirección a nuestras habitaciones para descansar. Agradecí al ratón en que me acompañara a mi habitación, ya que no sabía dónde estaba.

-Gracias, Reepicheep- Abrí con suavidad el pomo de la puerta dando un chirrido algo irritante.

- ¿De qué me debéis las gracias, señorita?- Sonreí, apoyé mis rodillas en el suelo y al instante nuestras miradas colisionaron.

-Por haberme escuchado, llevaba años guardando el dolor, sin contárselo a nadie, y tú has estado ahí, escuchándome.

-¿En vuestro mundo no os escuchan?

-En mi mundo, las palabras son intercambiadas a base de dinero- El ratón no pronunció palabra alguna, pero por su mueca demostró que mis palabras se habían entendido.

Finalmente ambos nos dimos las buenas noches y me introduje en mi habitación, una pequeña cama perfectamente echa yacía en mitad de la habitación, a su izquierda posaba una pequeña mesilla de noche, y en frente se encontraba un armario de color marrón claro al igual que la cama y la mesilla. La luz que daba la antorcha que posaba en la pared y la luz de la luna que pasaba por una ventana iluminaban el sitio. De repente noté la ausencia de mi bolso, mi corazón bombardeaba salvajemente, intentaba recordar en donde lo había dejado, pero era imposible, lo único que podía hacer era tranquilizarme y preguntar mañana al amanecer, no merecía la pena ponerme nerviosa, acaricié mi cuello deseando tener el collar, y la suerte esta vez estaba conmigo, rocé con la yema de mis dedos la pequeña piedra transparente sintiéndome segura en mi misma.

Suspiré agotada, había sido un día tan largo, añadiendo que no estaba en mi habitación de Ámsterdam, sin mi abuela me resultaba tan raro... me preguntaba cómo estaba ella, había pasado casi tres días, debería estar muy preocupada, tan solo pensar en aquello empecé a inquietarme más. Debía de regresar a casa, no podía dejarla sola ni un día más, los médicos me dijeron que tenía que estar atenta a ella. Decidí echarme a dormir y mañana ir en busca de Lucy o Reepicheep, al fin al cabo, ellos fueron los únicos que habían sido amables y atentos conmigo.

Las Crónicas de Narnia: El Collar CelestialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora