Trabajaba en una cafetería todos los días.
Era una rutina que me gustaba seguir, de la mañana al trabajo, al medio día algo de tiempo libre y luego de vuelta a la cafetería, al final del día regresaba a casa un poco agotada pero no era nada que no pudiera quitarse con una buena ducha.
Un día cuando salí a iniciar mi rutina, noté que estaba muy solitario y silencioso.
Los rumores había llegado.
La ciudad se veía amenazada por una extraña guerra, algo nunca antes visto.
Para mi mala suerte habíamos quedado atrapados en el local algunos chicos y yo.
No nos movíamos, estabamos asustados hasta que uno de ellos gritó.
-¡Son los Vengadores!
La emoción y esperanza creció en el entorno, desde la ventana los vimos pelear y derrotar a los otros.
Cuando todo acabó finalmente, pudimos salir.
Alguien abrió la puerta para ayudarnos.
Era uno de ellos, lo miré asustada pues yo no los conocía del todo.
-Déjame ayudarte- dijo amable para después tomarme en brazos y llevarme afuera.
Yo no podía despegar mi mirada de su rostro, pareciera que estaba cansado de todo aquello.
Me bajó cuando estuvimos a la mitad de la calle, junto a un autobús con algunos paramédicos.
-Gracias....emm- lo miré intentando recordar su nombre, anteriormente alguien lo había mencionado.
-Oh, lo lamento, soy Clint- sonrió.
Sólo logré asentir y alejarme poco a poco.
Había sentido una especie de atracción, algo así como amor a primera vista.
Pero era tonto, ¿quién no se enamoraría de alguien tan apuesto y que encima te acababa de salvar?
Las semanas pasaron y poco a poco todo volvía a la normalidad, incluyendo el trabajo.
Pero pronto pasó algo que nunca imaginaría.
Clint habia vuelto y me habia buscado solo para saludar.
A veces es tonto o la gente no cree pero con un simple saludo una hermosa historia puede comenzar.
Y así fue.
Sin darnos cuenta en que momento pasó, comenzamos a salir.
Era increíble pasar el tiempo con él para conocernos.
Y todo era perfecto hasta que un día simplemente dejó de visitarme sin razón aparente.
Tarde un tiempo en asimilar lo que pasaba.
Claramente me dolió pero no tanto pues una parte de mi aún tenia una chispa de esperanza.
Una mañana al llegar a la cafetería él ya estaba ahí.
Sonreí de inmediato al verlo, pero él no lo hizo.
-Lo lamento, pero no podemos seguir viéndonos, no me gustaría verte en peligro por mi culpa- dijo sumamente triste.
Y se retiró.
No supe que hacer, realmente no lo supe.
Creí que continuar como si no lo hubiera conocido era lo mejor pero me equivoqué, sentía la necesidad de tenerlo a mi lado.
Una tarde lluviosa mientras terminaba mi última hora escuché que había una guerra de nuevo en una ciudad no muy lejana.
Era obvio que los Vengadores estaban ahí.
Uno de los hombres prendió el televisor y ellos aparecieron en pantalla.
Un poco más tarde se supo que habían ganado la pelea.
Recogí las últimas cosas antes de retirarme.
Y al abrir la puerta para salir, lo vi.
Traía puesto un traje azul y sostenía un paraguas en una mano, en la otra un ramo de rosas. También tenía una pequeña herida en la frente pero igual su sonrisa no desaparecía.
Mi mano inconscientemente se dirigió a ella pero antes de llegar decidí acariciar su mejilla.
Él cerró los ojos ante el tacto.
-No debí abandonarte, sé que probablemente me odies ahora y tardé un poco en darme cuenta de mi error. Quisiera saber si me perdonas.... aceptaré lo que decid.....
Lo interrumpí con un abrazo.
Aquello había significado para mí más de lo que esperaba.