Capítulo IV

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Media noche, la hora de dormir se me había ido. Leyendo un libro, escuchando música y comiendo un dulce que mi hermanito me regaló.

Tenía presente que debía dormir, que la noche se hizo para eso y que el descanso era necesario. Pero mis ansias de terminar el libro y de seguir sintiendo la adrenalina en mis venas, de las aventuras del protagonista era aún mejor.

Necesitaba dormir, había releído dos veces la misma línea.

Me paré a apagar la luz, sin saber el porque la piel se me puso de gallina y sentí un escalofrio viajar por mi espalda. Di la vuelta de inmediato.

"¿Quién esta ahí?"

Mi voz se fue apagando con cada letra pronunciada, sentía miedo y a la vez curiosidad. Había algo que me llamaba a quedarme parada allí en mi sitio.
Pero nada ocurrió, le eche la culpa a mi tonta imaginación y al cansancio. Apague las luces y en las penumbras camine hacia mi cama.

La luz de la luna que parecía la sonrisa de un ser diabólico entraba por la ventana.

"Descansa"

Escuche esa voz, como siempre, la paz entró dentro de mi alma y me llevó a un sueño profundo.

Los pasillos llenos de gente no eran usuales en esta casa. Pero esta noche era especial, la presentación de la única hija de la familia con más influencias del pequeño pueblo. Cumplía los 18 años. La edad exacta para ser considerada un adulto y también una persona "relevante" para ciertas situaciones.
Los pasillos tenían un olor a Jazmín inconfundible, nada más pasar la puerta principal sentirás ese aroma tan delicioso.
La flor favorita de la joven, sus padres la concentian en todo. Había sido criada con altas normas, recato, modales y la mejor institutriz que el dinero pudo pagar.
Como era sabido a ella nadie podía acercarsele sin tener a su dama de compañía.
No era propio de una señorita pasearse por ahí sola.

"Buenas noches, señorita Alessia"

La voz de la persona de sus sueños, resonó en sus oídos.
La había estado observando desde lejos, se acercó sigilosamente como siempre, la había asustado y sorprendido como cada vez que la veía.
Su dama de compañía había sido instruida de alejarse unos metros cuando el joven Cedric -su prometido- estuviese cerca, todos sabían que ellos tenían su "destino" escrito al nacer.

"Buenas noches"

Respondió ella con una gran sonrisa, eran amigos desde el día de sus nacimientos, que no eran más que un par de días de diferencia.

"Creí no vendrías"

Dijo ella melancólica, los padres del joven habían decidido que el necesitaba más conocimientos, por lo que llevarlo a la ciudad había sido un objetivo. Objetivo que el había aceptado gustoso.
Dos años se había ido, volver no era una prioridad para el, pero si una necesidad.

"Te dije que volvería"
"No creí lo harías"
"¿Así?"
"Por supuesto, la ciudad a de ser mejor que esto"

Ella señaló a su alrededor, el noto a lo que se refería. Paredes. A ella nunca le agrado el encierro al que la sometían. Nunca le agrado la manera en que la trataban, como si ella fuese de porcelana. Peor aún, le daba miedo que los rumores sé hicieran reales. Ella no era una niña mimada, sabia trepar a un árbol mejor que cualquier chico. Había corrido largos tramos con Cedric y con los chicos, su infancia fue tan normal como de cualquiera. Claro con los respectivos cuidados.

Nuestro Hilo No Puede RomperseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora