Pecado

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Al instante lo reconocí...

- ¡¿Qué coño haces tu aquí?!- Dije mirando con el ceño fruncido al chico que había a unos metros de distancia de mí- ¡¿Me has seguido imbécil?!

- Si.- Dijo él mientras se acercaba poco a poco a mi.

Me quedé sorprendido con su respuesta, clara y concisa.

- Hola, soy Ryan Craig.- Dijo mientras me extendía su mano- ¿Creo que hemos empezado con mal pie?

- Yo también lo creo.- Dije yo mientras aceptaba su mano- Yo soy Joel Maxwell, encantado.

- Igualmente.- Dijo serio e inexpresivo.

Ese chico era muy tenebroso y parecía que no sabía lo que era sonreír, bueno...ni fruncir el ceño, ni poner cara de pocos amigos, nada, no sabía hacer nada con su rostro.

- ¿Que te parece si damos un paseo?- Dijo él girandose y andando unos pasos.

- Vale- Dije yo no muy convencido en mi respuesta mientras le seguía el paso.

Paseamos en silencio, ví como Ryan buscaba algo en su bolsillo, de él sacó un cigarrillo y un encendedor.

Se lo llevó a la boca y lo encendió, expulsó el humo de sus pulmones y me miró.

-¿Quieres?- Me preguntó poniendo el cigarrillo enfrente de mis ojos.

- No, yo no fumo, además no me gusta el tabaco.- Dije negando con la cabeza.

- ¿Lo has probado alguna vez?- Preguntó expectante.

-No...- Dije mirando el suelo de la negra calle.

Alcé la vista para mirarle y pude ver que en sus labios había algo parecido a una sonrisa, pero era una sonrisa maliciosa.

Le dió una calada al cigarrillo y me empujó haciendo que chocara en la pared de una casa.

Puso su mano derecha apoyada en la pared, al lado de mi cabeza, sosteniendo su cigarrillo entre los dos y con su brazo izquierdo rodeó mi cintura pegándose a mi cuerpo.

Posó sus labios en los míos y con un movimiento ágil con su lengua, abrió mi boca y expulsó en ella todo el humo.

Sentí que me ahogaba, y lo empujé para poder soltar todo el humo y toser como si fuese un enfermo de neumonía.

Puse mis manos en mis rodillas para inclinarme y seguir tosiendo.

Cuando al fin pensé que el ataque de tos se había disipado alcé mi mirada, para volver a encontrarme con otra sonrisa maliciosa que me caló los huesos dejandome inmóvil.

Me enderezé y lo miré a lo ojos desafiante, él tomó mi barbilla con su mano izquierda y cuando se iba a disponer a besarme otra vez, el ataque de tos volvió.

Lo volví a empujar y salí corriendo mientras seguía tosiendo.

Me estaba muriendo de la vergüenza, que situación más ridícula, le había tosido en toda la cara a Ryan cuando me iba a besar...

Bueno, ¿Y que más da?¿Acaso me gusta para que tenga que importarme algo así? Sinceramente, no lo sé, hay algo en su mirada que me cautiva, podría ser que me gustase pero...no lo sé.

Seguí caminando hacia la casa de mis abuelos, cuando llegué me dispuse a meter la llave por la cerredura para abrir la puerta, pero mi abuela fue más rápida y abrió de sopetón.

Se quedó mirandome desde la puerta, con los ojos entristecidos.

Se me había olvidado por completo que la dejé hace unas horas sola y con la palabra en la boca.

- Abuela, siento haberme ido sin decir palabra, pero necesitaba pensar y deshaogarme.- Dije en tono de disculpa.

- No pasa nada cariño, lo entiendo.- Dijo con voz pausada y tranquila.

- Gracias.- Dije mientras pasaba y la abrazaba, dándole un beso en la frente.

- Vale, y ahora vete, que mañana es domingo, y ya es muy tarde.- Me dijo sonriendo.

- "¡Es verdad!¡Que mañana tengo misa con mi querido cura!"- Pensé

- Hasta mañana abuela- Dije dirigiéndome a las escaleras que llevaban al piso de arriba.

Me tiré en mi cama agotado, y cerré los ojos dejandome llevar por los brazos de Morfeo.

Entreabrí los ojos pero la luz que entraba por la ventana de mi habitación me cegó al instante, volví entreabrirlos una y otra vez para que mis ojos se acostumbrasen a la luz del día.

Me levanté y me dirigí al baño de mi habitación, me quite la ropa del día anterior, la cuál no me quité debido al cansancio, y me metí bajo la ducha.

El agua fría recorría cada rincón de mi cuerpo, reconfortandome al instante .

Salí de la ducha y me apresuré en secarme, cuando terminé, me vestí.

Unos pantalones vaqueros ajustados, una camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados y unos zapatos blancos.

Peiné mi pelo castaño oscuro y me perfumé, me miré al espejo y pude ver unas pequeñas ojeras bajo mis ojos verdes y mi piel estabamas más pálida que de costumbre, pero aún así me gustó lo que ví así que salí de mi habitación y bajé las escaleras.

Fui a la cocina donde me esperaban mis abuelos desayunando.

Me miraron y nos dimos mutuamente los buenos días, desayunamos en silencio y salimos andando hacia la Iglesia.

Llegamos antes de la hora y nos sentamos en los bancos del principio, conforme iban pasando los minutos la Iglesia se iba llenando.

Gente joven y no tan joven se alineaban en cada banco de la Iglesia.

La ceremonia iba a dar comienzo, así que mi querido cura hizo acto de presencia.

Si me preguntasen algo del sermón que pronunció casi por una hora, no sabría decir ni una sola palabra, ya que a mi no me interesaba la misa, sino él.

Me pasaba toda la hora mirando sus gelidos ojos y sus labios, tan apetecibles como el primer día que los ví.

Sin darme cuenta la gente a mi alrededor se empezó a levantar para tomar las obleas consagradas que mi cura daba en boca.

Aguardé en la fila mi turno y cuando llegó, abrí mi boca y lo miré a los ojos.

Él respondio a mi mirada, alzó su mano derecha para dejar en mi boca la oblea y cuando lo hizo yo le agarré la mano y pasé mi lengua por su dedo índice mirándolo a los ojos con deseo.

Él se quedó estático mientras llevaba acabó mi acción, le soreí y me volví a sentar en el banco.

Cuando terminó la misa todos se estaban llendo por el portón de la Iglesia.

- ¿Vamos?- Dijo mi abuela con impaciencia.

- Id vosotros a casa, yo tengo que hablar con el padre Alexánder- Dije yo mientra dirigía mis pasos al confesionario sin esperar una respuesta.

Esperé en una pequeña cola de feligreses malhechores que esperaban la absorción de sus pecados con impaciencia.

Al fin me tocó confesarme, por suerte ya no había nadie en la Iglesia.

- Ave María Purísima.- Dije mirando los ojos del pastor através de las pequeñas rendijas.

El silencio estuvo presente por unos segundos hasta que se disipó.

- Sin pecado concevida.- Dijo él.

- Perdóneme padre, porque he pecado...

Sobredosis(gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora