Descifrando a Roxie

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- Tu comportamiento es inaceptable, tendrás tu merecido castigo.- Dijo Alexander mientras posicionaba su rodilla entre mis piernas.

     Sus ojos claros expresaban un deseo que daba miedo. Puse mis manos en su pecho para evitar que siguiese avanzando y casualmente me hizo caso, porque se quedó quieto, impasible; mirándome como si no hubiese nadie delante de él, con su mirada perdida.

     Se puso de pie y dio media vuelta, caminando hasta la cómoda que había delante de la cama. Abrió el primer cajón y rebuscó con su mano derecha en él.

     Aprovechando su esmero en encontrar lo que estaba buscando, me levanté sigiloso de la cama y caminé despacio con la intención de llegar hasta la puerta.

- Más te vale ser bueno y volver a la cama, no creo que quieras que tu castigo sea más duro de lo que va a ser.- Sentenció Alexander sin mirarme, rebuscando aún entre los cajones.

     Me quedé estático cuando oí sus palabras, un escalofrío me recorrió la espinal dorsal y un mal presentimiento azotó mi cuerpo.

     Alexander dejó de buscar en el cajón y me miró a los ojos con la mano aún metida en él. Una sonrisa maliciosa asomó en sus labios y acto seguido sacó su extremidad del cajón y agitó en el aire lo que en ella llevaba.

     Mi boca se abrió algo más de lo normal cuando vi lo que agitaba tan alegremente el ojiazul. Una mordaza y unas cuerdas se balanceaban en su mano.

- ¡Alexander!, ¡¿Qué coño vas a hacer?!- Dije histérico por el simple hecho de imaginar sus intenciones.

- Creo que está bastante claro...- Dijo con la voz ronca, acercándose cada vez más a mí.

     Miré hacia atrás y algo brillante apareció ante mis ojos. Alexander había dejado los llaves puestas en la cerradura. Volví a mirar a Alexander y le sonreí, intentando imitar esa sonrisa maliciosa que tanto le caracteriza; al parecer lo conseguí, porque paró en seco su avance y me miró con los ojos entrecerredos, intentando adivinar la idea que pasaba por mi mente en ese instante.

     Volví a mirar las llaves y repetí el mismo proceso, mirandolo otra vez a él con la misma sonrisa en mis labios.

- Me parece que te vas a quedar encerrado, querido Alexander.- Dije mientras veía que en su cara reinaba la confusión.

- ¿Pero qué...?- Dijo Alexander mientras yo avanzaba corriendo hacia la puerta.

     Cuando salí de la habitación di un gran portazo y con rapidez y torpeza cerré la puerta con las llaves. Comencé a respirar con fuerza liberando los nervios que había pasado, cuando un gran golpe proveniente de la habitación me sobresaltó.

- ¿A-Alexander?- Pregunté con miedo.

     Otro golpe aún más fuerte que el anterior azotó la puerta.

- ¡¡¡COMO TE PILLE NO LO CUENTAS!!!- Rugió furioso Alexander, desde el otro lado.

     Nervioso, saqué de las llaves de la cerradura y corrí de nuevo por el largo pasillo. Los golpes en la puerta seguían oyendose, cada vez más fuertes. Al final del pasillo habían dos caminos, uno a la izquierda y otro a la derecha, me quedé parado en medio, mirando de un lado para otro repetidamente, dudoso de cuál era el camino que me llevaría a la salida. Los golpes en la puerta persistían y el característico sonido de la madera partiéndose llegó a mis oídos. Con miedo, corrí por el camino de la derecha, y muy a mi pesar comencé a rezar todo lo que sabía.

     El camino parecía aún más largo que el pasillo anterior y la oscuridad no me dejaba ver el final, dado que no habían muchos sitios por donde pudiese entrar la luz. La penumbra le daba a todo un aspecto muy tétrico que no hacía más que ponerme más nervioso y asustado.

Sobredosis(gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora