HARD- El cura y "el otro"

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                             HARD  

     Entró con pasos lentos a la ruinosa casa. La que según decían era de Dios. Su paso decidido indicaba que no era la primera vez que pisaba aquel suelo sagrado. Miró al cura desde abajo. Desde abajo de los pequeños escalones que subían hasta el altar.

     El cura—que estaba de espaldas—no se percató de su presencian hasta que el carraspeo de sus cuerdas vocales lo hizo mirar hacia el molesto ruido. Se quedó observandolo, en silencio, impasible, como si no creyese lo que sus claros ojos estaban viendo, como si lo que estaba viendo fuera una especie de aparición fantasmagórica.

     La sonrisa sardónica del más "sagrado" pronto hizo gala en su hermosa boca, en sus hermosos labios, dejando atrás todo ápice de confusión. Se giró por completo y se dispuso a  bajar aquellos pequeños escalones.

     "El otro"—que aún se encontraba parado.—se dispuso a entorpecer su bajada, y se interpuso entre su cuerpo y sus intenciones de bajar. Con su mano en el pecho del que estaba cubierto con una sotana, ejerció una fuerte presión que lo hizo caer con su trasero en el primer escalón.

     El cura, tirado en el primer escalón de aquella escalera, hacía muecas de dolor. Muecas de dolor que se esfumaron cuando "el otro" se subió encima de su cadera, ejerciendo una presión irresistible entre sus miembros viriles.

     Comenzó a mover sus caderas a un ritmo acompasado, mientras sus labios se juntaban sintiendo uno el calor del otro; y se separaban para emitir pequeños gemidos que hacían que sus alientos se fusionaran en uno solo.

     "El otro" comenzó a subir la sotana del cura, desde los pies hasta la cabeza. Se sintió frustrado cuando descubrió que debajo de aquella prenda ceremonial, el cura, llevaba puesto un pantalón. Comenzó a desatar—con torpeza—el cinturón de cuero que se agarraba con fuerza a sus caderas.

     Al fín consiguió sacar la pequeña barrita metálica que se aferraba con violencia y tozudez a uno de los agujeros del cinturón. Antes de bajar la cremallera que conducía a sus partes íntimas, "el otro" arrancó con fuerza la fina tela de la que estaba hecha la camiseta del cura.

     Aún moviendo su pelvis, depósito pequeños besos en su pálido y definido pecho y arrastró la lengua por sus rosados pezones. Haciendo que el pecamiso cura se estremeciera de placer.

Volvió a sus labios, besandolos con una furia y lujuria inhumana.

     El cura, de una manera extremadamente brusca, se posicionó en el lugar del otro y comenzó a bajar su pantalón—que por suerte no llevaba cinturón.—e introdujo su mano en el calzoncillo del visitante, aferrando entre sus dedos su miembro erecto y masajeandolo lentamente, demasiado lento para una situación tan fogosa como aquella.

     Con la mano libre, bajó su calzoncillo para tener una mejor visión de lo que estaba tocando. Sin dudarlo ni un segundo, el cura se introdujo aquel miembro erecto en la boca y comenzó a subir y bajar su cabeza a un ritmo frenético.

     "El otro" sintió como el dedo índice del cura tanteaba el orificio de su entrada y con rudeza lo introducía sin compasión. Dolor y placer se mezclaban como uno solo. Cuando el más "sagrado" introdujo otro dedo junto al anterior, "el otro" no pudo evitar gemir de placer. Y con el tercer dedo una punzada de dolor hizo que arqueara su espalda, pero de un momento a otro desapareció y "el otro" ya ansiaba sentir las estocadas del cura en su interior.

     El lujurioso sacerdote apartó todo su cuerpo justo cuando "el otro" estaba llegando al éxtasis. Y sin compasión ni recato introdujo violentamente su miembro en la entrada de su inesperado visitante.

     "El otro" sentía un placer indescriptible que nunca había experimentado. Las caderas del cura empujaban su sable hacia dentro y hacia fuera con una velocidad endiablada. "El otro" se aferró al cabello del sacerdote con sus dedos, sintiendo como eyaculaba encima de su propio abdomen.

     Gemidos y alarido de placer inundaban el templo sagrado. El cura movia su pelvis a un ritmo incapaz de seguir hasta que, con un grito desgarrador, se vino dentro del otro.

     Sudorosos, se separaron y se tumbaron, jadeantes, en el suelo sagrado del altar.

- ¿Con esto, dejaras tranquilo a Joel?- Dijo con la respiración agitada el ojinegro.

- Jamás- Dijo el rubio.

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NOTA DEL AUTOR:

Hola amores, quería empezar disculpandome por este desastroso, penoso y corto Hard :'(, es el primero y no estoy acostumbrado a escribir cosas tan "pornosas"...

Sea como sea, por favor dejad un comentario diciendo vuestra opinión, buena o mala, no importa.

Recordad que los Hard no influyen en la historia, son aparte.

Votad, por favor, votad...

Paz herman@s...

Atentamente, Joe Walls.

    

Sobredosis(gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora