Me di la vuelta y caminé despacio hacia la salida del templo sangrado.
Sentía sus ojos clavandose en mi nuca, así que antes de desaparecer me giré y miré sus orbes azul cielo.
- Porcierto no sabía que te ponía tan contento.- Dije señalando el prominente bulto que se apreciaba en su sotana.
Él se llevó ambas manos a la entrepierna y me miró ruborizado, yo ante ese gesto sólo pude carcajearme.
Cuando salí de la Iglesia, aún riendo, anduve por las calles del pueblo para llegar a casa de mis abuelos.
Mientras caminaba sentí que alguien me seguía, pero no miré hacia atrás en ningún momento.
Al cruzar la esquina de la calle esperé a que mi perseguidor llegase hasta mi.
Cuando escuché que sus pasos se acercaban puse mi pié a modo de zancadilla, el sujeto tropezó y cayó de bruces contra la acera.
- ¡Ouch!- Dijo el chico retorciendose en el suelo.
- ¡Ryan!- Grité sorprendido.
Le ayudé a incorporarse y puede ver que su ceja y su nariz sangraban escandalosamente.
- ¡Joder!, ¡Estás sangrando!- Dije mientra miraba la sangre que corría libre por sus labios desde su nariz.
- Me estoy mareando- Dijo agarrándose más fuerte a mí.
- Ven conmigo, te voy a curar- Dije sintiéndome culpable.
Él miraba hacia el cielo para evitar que la sangre de su nariz siguiera fluyendo, mientras yo, agarrandole, me encaminaba hacia la casa de mis abuelos.
Cuando llegamos, abrí la puerta y le ayudé a subir el pequeño escalón de la entrada.
- ¡Ya estoy en casa!- Grité, pero no obtuve respuesta.
Me extrañó que mis abuelos no estuvieran en casa, ya que ellos no solían salir por ahí a pasear.
- Espera aquí- Dije señalandole un sofá del salón.
El ojinegro se sentó y yo encaminé mis pasos hacia el cuarto de baño de la planta de abajo.
Cogí el botiquín de primeros auxilios y me dirigí de nuevo al salón, donde no había ni rastro de Ryan.
Miré en la cocina y no estaba así que subí las escaleras y me fui a mi habitación, que era la primera puerta que había en el pasillo de la segunda planta.
Abrí la puerta y lo ví de espaldas a mí quitándose la camiseta, yo me quedé congelado en la entrada de la habitación, aún aferrando mi mano al pomo de la puerta como si fuese un tesoro.
Al notar mi presencia se giró, dejándome ver su vientre plano, sus marcados abdominales, sus fuertes pectorales y su pezón izquierdo perforado con un pearcing.
Miré su torso con deseo y pude ver que en la zona derecha de sus costillas tenía un gran moratón que se tornaba rojizo.
Le indiqué que se sentase en la cama, mientras yo me apresuré en entrar al baño para mojar un paño con agua.
Me acerqué a él con el paño chorreante en mi mano derecha y le limpié con delicaza la sangre de su ceja y de su nariz.
La ceja aún sangraba un poco pero por suerte no había ni rastro de la hemorragia en su nariz.
Desinfecté sus heridas y apliqué pomada en el moratón de su torso para evitar un peor estado.
Él se levantó de la cama y se puso su camiseta.
- Gracias.- Dijo de espaldas a mí en un tono serio.
- No tienes que darlas, de hecho ha sido mi culpa, bueno no, a sido la tuya- Dije yo contradiciendome- ¿Por qué me estabas siguiendo?
Él se giró y me miró directamente con esos ojos negros como la noche que me helaban la sangre.
- Vaya numerito habéis hecho en la Iglesia tú y ese cura...
________________________________________NOTA DEL AUTOR:
Hola queridos lectores, hoy he subido dos capítulos porque el anterior a este me ha parecido corto.
Espero que os esté gustando ésta novela, perdonad si tengo faltas de ortografía pero es que no tengo tiempo de releer lo que he escrito.
Porfavor, votad mis capítulos o si no me deprimiré y no podré seguir escribiendo... ¡ah! y dejad vuestros comentarios ^^.
Paz herman@s...
Atentamente, Joe Walls.
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Sobredosis(gay)
RandomATENCIÓN Esta historia es del tipo "homoerótica" si no te gusta no la leas y si tienes curiosidad te lo agradezco por leerla. Rogaría que no dejeís comentarios homófobos. La muerte de su madre despertará dudas en Joel, un chico gay de 17 años que es...