¿Cuándo paso el tiempo?

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Dara estaba peinando el suave cabello de su hijo, estaba meditando sobre lo rápido que había crecido y como todas las predicciones fueron ciertas.

Era hermoso, inteligente y de un corazón generoso. Se lamentaba de no haberle dedicado más atención, su hija Jisoo la venia a visitar a diario. Aunque ya estaba casada con el nieto de los Lee.

Fingir que no fue un golpe duro de asimilar, sería mentir. Pero conocía a la familia desde que se radicó en Corea del Sur; lo cual quitaba un peso de encima de sus hombros.

Verla a diario acallaba sus nervios, desearía decir lo mismo de Seulgi. Hija que solo veía cuando viajaba a Europa. Sin embargo parecía tranquila y feliz. Y vaya que eso la dejaba dormir.

Justamente el viernes; Jin y ella estaban conversando del guapo jovencito que era Jimin. Ambos sabían que pudieron haber hecho más por él, pero quedaron maravillados con el fantástico resultado; pese a lo promedio de sus esfuerzos.

Jimin le sonrió a su madre y depósito un beso en su mejilla. Fingió un dulce bostezo para desalojarla educadamente de su habitación. Dara lo comprendió al instante y se despidió sonriendole.

10 minutos después llego Jungkook. Años de confianza habían dado sus frutos, se acomodó en el centro de la cama, mirando directamente a Jimin con una sonrisa torcida y auto suficiente.

Hasta ahí todo normal, pero hizo algo que dejaría desconcertado a cualquiera. Con su fuerte y musculoso brazo le dio vuelta a SU amigo. Pegando todo el cuerpo a la espalda de él.

Jimin estaba temblando de pies a cabeza, amaba a Kookie por lo que sólo guardaba silencio. Atinando a poner una mano en el brazo que lo tenía prisionero y maravillarse de lo firme que se sentía.

-Lo siento, pero no puedo resistirlo por más tiempo, dime si quieres que pare y lo haré.-

Beso su oreja, mordisqueo y succiono. Mientras la traviesa mano bajaba de la cintura a la cadera.

Era su amigo, confidente. Le daría su castidad, cuerpo y alma.

Muchos dirían que a los 14 años no se sabe nada, pero no entendían el vínculo, la electricidad en el cuerpo, el nerviosismo y la timidez.

Saber que Kookie le correspondía era como ganarse la lotería, algo improbable que jamas esperó.

Jungkook le sacó la camisa y lo encarceló entre la cama y su cuerpo, sin ninguna resistencia. Lamió su cuello mientras le susurraba tiernas palabras.

-Sabes que siempre has sido tú, jamas lo dudes bebé. Eres mio desde siempre.- Dios, esos besos sonaban tan sucios, tan pecaminosos.

Estaba temblando de la cabeza a los pies. Lo haría sin dudarlo, con Jungkook lo que sea. Si era él, lo haría, siempre fue, es y será así.

Lo acorralaba de una forma bestial, se sentía sin escapatoria alguna pero a Jimin le gustaba esa cárcel. Recorrió cada milímetro de piel expuesta.

Mientras le besaba la espalda, suspiro como si estuviera cansado o decepcionado. Lo volteo y miro intensamente con ojos acusatoriamente suaves.

-Debería ser ilegal tanta dulzura.- lo abrazo y cerro los ojos.

Decir que Jimin estaba confundido era poco, despeinado y con la piel quemándole. Pero incluso así su corazón cayo mas en el enamoramiento. Pues su guapo Kookie lo respetó, tal como dictaminaban las buenas costumbres que le obligaron a creer. Eso significaba que le amaba y era serio.

O al menos eso trataba de repetirse una y otra vez hasta que el cansancio le cerró sus ojos.

Pacto ancestral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora