02 - El brazalete

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—Quiero presentarte a mi pequeño hijo, Harry.

Anne dio un paso hacia el costado y la gran espalda de un muchacho apareció ante mis ojos. Cuando éste se dio vuelta, alcé ambas cejas y miré a Anne.

"Pequeño" no es exactamente la palabra que yo utilizaría para definirlo. Es joven, sí, debe tener más o menos unos veinte años. Pero lo que mas debo recalcar de esto, es que su cuerpo es incluso más voluptuoso y notorio que el mío. ¿Qué comen los muchachos en esta ciudad?

—Él es Louis, nos ayudará con todo— mencionó la Sra. Cox poniendo una mano en mi espalda.

El muchacho clavó sus inmensos ojos verdes en mi, apretó sus labios y me saludó con un movimiento de cabeza.

Aquello no me decía absolutamente nada. Harry podría ser extrovertido y haberme tratado con indiferencia porque no le agradé. O bien, podría ser introvertido y haberme tratado así porque es la única forma en la que sabe relacionarse con los demás.
Sea cual sea el motivo, aquel saludo había sido lo más falso del mundo.

 Después de la presentación, le dio una sonrisa a Anne y se dedicó a evitar todas mis miradas y a acomodarse el cabello rizado con una de sus manos.

Probablemente notó que me atrae un poco. Pobre niño.

Anne se mantenía entretenida comentándole sus planes e ideas a su hijo, mientras que yo estaba de pie junto a ellos, escuchando y analizando todo lo que podía. Por el momento, ella me había llamado "el ángel de los adornos" y decía que mi anuncio en el periódico había "caído" desde el cielo; no sabía si debía sentirme halagado u ofendido, así que solo me limité a sonreír.

Casi sin querer, mis ojos comenzaron a mirar un punto fijo. Noté que Harry tiene una marcada obsesión con acomodarse el cabello y que cada vez que sonríe, se forman dos increíbles hoyuelos a cada lado de su sonrisa. 
Ya hacía un buen rato que había dejado de prestar atención a lo que la señora Cox decía y había comenzado a maldecirme internamente por fijarme en un niño de camiseta holgada y skinny jeans. 

Respiré hondo y me sacudí el cabello, miré a un lado y me mordí el labio. Si el berrinche de Mark me había convertido en un hombre miserable, esta atracción casi ciega me estaba convirtiendo en un hombre patético.

 Finalmente, una canción melódica empezó a resonar desde el bolsillo de la chaqueta de la Sra. Cox.

—Lo siento chicos, debo irme. El trabajo espera— dijo mientras tecleaba algo en la pantalla y volvía a guardar el móvil.

Le dio un pequeño abrazo a Harry, y fue en ese preciso momento que mis ojos vieron algo que explicaba muchas cosas.

¿Había sido un espejismo? ¿Harry, este torpe niño, llevaba puesto ese brazalete multicolor? ¿El brazalete del orgullo gay?

Aún me encontraba estático cuando Anne se dio la media vuelta y me abrazó.

—¿Sabes que es un placer tenerte aquí, verdad?

—El placer es mío, señora— dije de manera educada, aún en shock. A sus espaldas, el muchacho de los rizos me miró con una ceja en alto hasta que ella se dignó a deshacer el abrazo.

—Qué adorable eres... Harry, ¿le traes una taza de café a Louis?— le ordenó, mientras le sonreía y comenzaba a dirigirse a la puerta de salida.

El muchacho me miró con los ojos entrecerrados y luego desapareció detrás de una puerta blanca. Me encogí de hombros y volví a sentarme en la misma mesa dónde había estado trabajando en la mañana. Abrí la laptop que estaba sobre la mesa y un papel apareció frente a mi, se suponía que era el presupuesto para la fiesta, pero también había algunos otros datos que alguien se había encargado de buscar en mi ausencia. 

El decorador [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora