06 - Hotel

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La vida del viajero que siempre almuerza fuera y pasa noches solitarias entre las paredes de un hotel nunca fue mi expectativa de vida preferida. Pero ahora que compartiría una parte de la noche con Harry, ya no me parecía que la situación fuera tan mala.

Harry no dejó de hablar durante todo el camino hasta el hotel, lo cual agradecí enormemente ya que necesitaba oír otra voz aparte de mi consciencia gritándome que estaba comiendo un error irremediable. Me contaba cosas acerca de las travesuras que él hacía en los hoteles a los que iba de niño, pero yo no podía dejar de pensar en las que yo hacía con Mark cuando recién nos conocimos.

 Cuando llegamos, me dirigí a la recepcionista con una pequeña sonrisa y le pedí que en unos diez minutos nos lleve un bocadillo y dos botellas de alguna sustancia alcohólica.

Ella asintió y me entregó la tarjeta de mi habitación, mirando de reojo a mi acompañante rizado y tratando de ocultar una mueca de sorpresa.

No dije nada, no tenía por qué hacerlo. Si Harry se estaba adentrando en este mundo, debía acostumbrarse a este tipo de miradas.

El viaje en el ascensor fue un poco extraño. De fondo se escuchaba una de esas horribles canciones sin sentido, con un ritmo ridículamente navideño... Y Harry la estaba tarareando.

Lo miré de reojo todo el trayecto, observé su lengua entre sus dientes y sus labios amoldándose a los movimientos. Muy pronto me encontré a mi mismo hiperventilando silenciosamente. 

¿Puedes ser aún más patético, Louis?

 Ya frente a la puerta de mi habitación, saqué la tarjeta del bolsillo de mi abrigo y me volteé hacia él, queriendo buscar una señal o algo que me indicara qué hacer. El rizado sólo se encogió de hombros y apretó los labios, haciendo marcar sus hoyuelos.

—Ponte cómodo, iré a refrescarme— le dije mientras colgaba mi abrigo en el perchero y hacía un ademán hacia uno de los sillones al costado de la cama.

—Claro.

Arrimé la puerta del baño y solté todo el aire que tenía en los pulmones, me sentía como en la preparatoria; nervioso, sudado y bastante hormonal.

El agua en contacto con mi piel nunca me había parecido tan fresca y revitalizadora como en ese momento, y mi reflejo en el espejo estaba exhausto pero ansioso.

Volví a mojarme la cara y luego a lavarme las manos con saña, buscando un motivo para demorarme otro minuto más dentro del baño. Me dije a mi mismo que ya estaba demasiado viejo como para sentirme así por un simple ser humano, así que conservaría la calma y llamaría a Mark en cuánto Harry se fuera.


Pero Harry nunca se fue.


*



Por alguna extraña manera, el tiempo corría a una velocidad exagerada cuando estaba con él. Había llegado la madrugada y para las 3 de la mañana ya habíamos pedido servicio a la habitación de nuevo y habíamos visto un par de películas cómicas.
Con la pila de películas en DVD que había justo al lado del televisor, toda la comida chatarra y la alfombra mullida que cubría el piso de la suite, me sentía justo como cuando era un adolescente.

Estábamos sentados relativamente cerca y nuestras manos se tocaban cada vez que atentábamos a tomar algo de la comida que se encontraba en medio de ambos. Había visto esta escena miles de veces en películas americanas y los personajes siempre se estremecían cuando sentían el tacto del otro. Ésta vez me estremecí de sólo volver a imaginar el momento en el que ambos estrechamos nuestras manos en el jardín del salón.

El decorador [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora