05 - Amigos

90 14 17
                                    

El tercer, cuarto y quinto día de trabajo me dejaron exhausto, pero las paredes y el techo al fin se veían como debían.

Siempre tenía una taza de café a mi lado y un Harry sonriente que me hacía compañía religiosamente.

 Había pedido cortinas de color rosa pastel para los ventanales, había mandado a hacer algunos detalles en los manteles y había llamado a una colega para que diseñara los centros de mesas y los souvenirs que se llevarían los invitados.

Anne se mostraba tan entusiasta ante mis ideas que incluso me había encargado otro par de tareas que usualmente se encontrarían fuera de mi alcance. No me quejé ni dudé, ya me había acostumbrado al ritmo del trabajo y comenzaba a sentirme cómodo en aquella mesa redonda llena de papeles.

Tenía dos descansos al día; uno durante el almuerzo, dónde gastaba mi tiempo hablando por teléfono con Mark, y otro a la hora del té, dónde platicaba animadamente con Harry.


El sol se había escondido por completo y rápidamente nos encaminamos al jardín, sólo para sentir el aire golpeándonos la cara como una señal de que habíamos acabado el trabajo.

 Cuando le pregunté al rizado sobre su pasada invitación, se encogió de hombros y torció la boca.

—Tenía ganas de salir, ya sabes, hacer algo— dijo tomando asiento en la misma banca donde había visto a Anne encender un cigarro.

Lo decía de manera desinteresada, como si fuera poca cosa invitarme a 'hacer algo', pero él no contaba con que yo moría por aceptar su próxima invitación por más que se tratase de ir a tomar un batido a la cafetería de la esquina. Patético, lo sé.

—Pues... estaba ocupado— me excusé. —Además, podías pasar la noche con algunos amigos— él asintió, luego me miró y frunció el ceño.

—¿Qué? ¿Te refieres a alguien como PJ?

—Si es el mejor ejemplo que tienes, sí.

No quería sonar irónico o sarcástico, pero lo conseguí de manera inevitable. Me mordí el labio y estiré las piernas para luego cruzarlas. 

Harry sonrió, ocultando el rumor de una risa burlona. Apoyó los codos sobre sus piernas y miró hacia el frente.

—PJ no es mi amigo— respondió con sorna.

En ese preciso instante pude sentir como se me cerraban las vías respiratorias. Por alguna razón, mi subconsciente esperaba algo más detallista; algo como una mirada brillante o una sonrisa enamorada.

Continué preguntando, temiendo internamente por su siguiente respuesta.

—¿Entonces?

—No es nada, sólo es el hijo de un colega de mi madre.

¿Nada? ¿Nada como lo somos Mark y yo? ¿O nada de nada?

Arrollé las piernas y apoyé mis codos en ellas, imitando su posición.

—Pero hablan todo el tiempo...

Las palabras corrían por mis cuerdas vocales y salían de mi boca sin mi autorización, tratando de buscarle la quinta pata al gato.

Prefería continuar trabajando toda la noche antes de seguir hundiendo mi dignidad de esa forma.

—¿Y eso qué?— se volteó a verme, clavando sus ojos verdes en mi —Tu y yo hablamos todo el tiempo y no somos amigos.

Me quedé helado, mudo, sorprendido.

Desvíe la mirada, incómodo por el filo de sus palabras. No se lo podía negar, sería absurdo. 

El decorador [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora