09 - Problemas

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 A pesar de haber fomentado la idea de ir por un trago luego del trabajo, no fui a ningún lado y no probé ni una sola gota de alcohol. Terminé en la habitación de mi hotel, comiendo comida chatarra y mirando una película romántica; qué gran noche, ¿verdad?

Tomé el control remoto y apagué la televisión, así no tenía que luchar contra mi mente para poder prestar atención a lo que apareciera en la pantalla. Suspiré y me mordí el labio inferior, poniendo las manos detrás de mi cabeza y apoyando todo mi cuerpo sobre el colchón.

 Lo sabía, lo sabía perfectamente. Estaba a un pequeño y escaso paso de tocar fondo, y sin embargo seguía avanzando.

La voz en mi consciencia había enmudecido, quizás porque estaba harta de ser ignorada. Porque así era, siempre la había ignorado aunque tuviera la razón y al final, el perdedor en todo era yo.


 Resignado, me di la vuelta y me acosté sobre mi estómago, poniendo las manos debajo de mi barbilla y cerrando los ojos. Repasé en mi mente algunas de las escenas de la película que había visto, comparándolas irremediablemente con mi vida. Y ahí, en ese preciso momento, cuando imaginaba una vida perfecta con Harry en lugar de Mark, noté que no estaba yendo hacia ninguna parte.

Volví a suspirar, cansado de mi mismo y de la avalancha de pensamientos que no me dejaban en paz ni un minuto. Fruncí el ceño, aún pensando.

Desvío la mirada y lo primero que hago es buscar a Harry, cierro los ojos con fuerza y veo sus hoyuelos, me tapo los oídos y aún así escucho su risa.

Harry, Harry... ¡Todo es Harry!

Ni siquiera podía recordar con claridad cuándo había sido la última vez que había pensado así en Mark o en alguien más. Y quizás era porque nunca me había pasado tal cosa.

¿Sería eso posible? ¿Sentirme atraído hacia alguien por primera vez a los 30 años, y por un niñato?

Maldición, Louis.


Me levanté de la cama de un salto y tomé la laptop, pensando que el Internet tendría algo bueno para mi. Abrí Skype y rebusqué a Mark entre mis contactos, con la intención de llamarlo para distraerme un rato.

Antes de que pudiera apretar nada, la pantalla se tiñó de verde y apareció la cara de Niall sacando la lengua. ¿Para qué me llama a éstas horas?

—¿Niall?— pregunté con el ceño fruncido, justo cuando su cabellera rubia apareció frente a mi.

¡Hasta que apareces, maldito!— masculló riendo —¿Sabes hace cuánto espero que te conectes? ¡Horas!— dijo tocándose el puente de la nariz y haciendo muecas exageradas —¿Qué tanto haces por ahí que no tienes tiempo para tu mejor amigo?

Me reí sin ganas, aún con aquellos rizos en la mente. Enrollé las piernas, pegándolas a mi pecho y me encogí de hombros.

—Sólo trabajaba... Ya sabes, son... muchas cosas por hacer.

Niall asintió lentamente, llevándose un bocadillo a la boca y masticando rápido.

¿Sólo eso?— inquirió con una ceja en alto, yo asentí.

—¿Qué más podría estar haciendo? Trabajo casi todo el día en el salón y vuelvo al hotel muy tarde.

Puede que no trabajara tan duro como decía, y puede que tampoco llegara tan tarde... pero eso Niall no lo sabe.

Pues no lo sé— masculló entornando los ojos, sin dejar de mirar a la pantalla —Me debes una explicación.

¡Rayos! Sabía que me la pediría tarde o temprano, y después de varios años de amistad, no puedo ni debo negársela.

El decorador [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora