03 - Café (1/2)

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Esa misma noche me fui a dormir con el cerebro anestesiado de tantas preguntas sin respuesta. Me estaba contradiciendo a mi mismo sobre mil cosas diferentes y no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado en sólo 30hs. Estaba aterrado.

Primero está Mark, que no había respondido a mi mensaje de las buenas noches. Asumí que seguiría enojado, o quizás deprimido. Mark es de esas personas hipersensibles, que se ven afectadas hasta por la más mínima tontería.
Segundo está la Sra. Cox, una homofóbica en potencia que me pondrá de patitas en la calle a penas se entere de mis condiciones. ¿Llegaré a ser despedido antes del evento?

Y tercero, pero el más importante de todos, está Harry. No podría deducir si se está esmerando en fastidiarme o simplemente es su forma de ser.



  Anne me había llamado para decirme que tendría el día libre para que ella y sus colegas puedan reorganizar los montos de dinero y decidir qué hacer con ellos. Así que me tomé mi tiempo y recorrí las calles de Manchester.

Cómo había dicho antes, es una ciudad preciosa. Recorrí un par de parques, visité algunos museos y tomé un té admirando todas las fotos que había tomado en la tarde. Fue un día en el que me desprendí por completo de mis responsabilidades laborales, algo que en Liverpool no podría hacer ni de broma.

 Cuando el sol se ocultó y volví al hotel, me senté un momento en la cama y suspiré, sintiendo unos pequeños jirones en los músculos de las piernas. Al parecer había caminado demasiado.

Ordené servicio a la habitación y me dí una ducha, pensando solamente en ir a la cama y comenzar un nuevo día.

Pero esa misma noche, cerca de la madrugada, mi móvil comenzó a sonar cuando estaba disfrutando de una película y de un tazón de helado.

Número privado. Extrañado, me incorporé sobre la cama y contesté.

—¿Diga?

Oí un carraspeo ronco al otro lado de la línea y enseguida supe que aquél no era Mark, ni mucho menos Niall, mi mejor amigo.

Hmmm, ¿Louis?

Era el rizado, definitivamente. No conocía a nadie más con la voz tan ronca y que arrastrara las palabras de esa forma.

—Sí, ¿quién habla?— pregunté, aunque sabía que estaba de más.

—Harry.

 Mi corazón dio un vuelco y me relamí los labios, un poco inquieto.  

—Ah... ¿Qué sucede?— dije de manera desinteresada. Sabía que no ganaba nada actuando de esta forma, pero no podía intentar nada mejor. La llamada me había tomado desprevenido. 

Mi madre dijo que mañana puedes volver al trabajo.

¿De verdad?— pregunté extrañado.

—Sí, ya resolvimos todo. Mi padrastro envió dinero extra para los detalles de las mesas.

 —Oh... en ese caso... Gracias— murmuré —¿Y porqué no me llamó ella?— pregunté con curiosidad, porque cuando dejé mi tarjeta sobre la mesa, nunca pensé que él fuese quien llamaría.

—Porque... acaba de irse a la cama— respondió luego de unos segundos. Mi subconsciente decidió no creerle.

—Qué conveniente, ¿no?— mascullé en tono burlón. Me mordí el labio, pensando que quizá no debería haber dicho eso; me aclaré la garganta y volví a hablar —Así que... ya, gracias por llamar— mascullé nervioso. —Voy a colgar.

El decorador [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora