Parte sin título 23

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Al terminar la pelea me quedé quieta en el suelo, estaba muy herida... tenía que ir a que Clair me curara antes que me desangrara. Cuando se fueron entrando al despacho de Víctor me levanté adolorida... Joder, se había pasado ese imbécil pero ahora era libre.

Sentí como si tuviera un peso menos en mi pecho.

Realmente era libre...

Podría ir a dónde quisiera, visitar Japón, recorrer la muralla China, conocer gente, adoptar un perro, dibujar, probar muchos trabajos...

Podía retomar mi vida.

Nada más Víctor me sacó de la casa de Sean me trató como a sus luchadores... yo acepté a cambio que me contara la historia de mi ex pareja y la chica de la que estaba enamorado junto con la que habían tenido un hijo... no podía evitar sonreír al recordar a mi cachorrito revoltoso... Roma... ¿cómo le iría? Debía estar muy grande.... qué digo grande, ¡enorme!

Y después de unos meses de entrenamiento descubrí que eran peleas de cambiantes, lo mejor de todo? Yo era uno de ellos, un pequeño detallito que mi padre no se había molestado en contarme, soy un jodido gato. Mi primera transformación fue traumantemente dolorosa, en medio de una batalla. Eso subió el nivel de espectadores ya que todos los cambiantes eran lobos, no había leopardos... y aún menos albinos. Me las apañé como pude. 

Gané por los pelos.

Una vez llegué a la habitación de mi única amiga ahí dentro me desplomé sobre su colchón.

- ¿Skye? – dijo una voz conocida mientras una cabecita con ojos verdes asomaba del baño.

- Yo... - respondí casi automáticamente sin fuerzas, me dolía hasta respirar oí su chillido de horror al ver sus sábanas manchadas de tanta sangre.

Reí por lo bajo, a esas alturas ya debería estar acostumbrada.

Corrió a mi lado con el botiquín de primeros auxilios, empezó quitándome la ropa y no paró hasta dejarme todo vendado como una momia pero eso sí... sin una gota de sangre.

Siempre hacía muy bien su trabajo, llevaba años trabajando en las peleas y yo en un año había visitado más su consulta que los novatos solo para no estar sola.

- Clair... soy libre... - se quedó parada en su sitio.

- ¿lo has hecho?

- Lo siento... - me disculpé en un susurro sin fuerzas mientras veía lágrimas caer por su lindo rostro.

- ¿Cómo has podido? Tú... le amabas...

- Sí, pero ya no... no me voy a seguir aferrando a él... no me ha reconocido a pesar de estar delante de sus narices... a pesar de estar emparejados...

- Él te ama!

- No a mí, a la persona que ve en mí... ¿entiendes? Él ama a Mei pero yo solo soy su sustituta... nada más.

- Skye... - se dejó caer al lado de mi cama y me abrazó con cuidado para no reabrirme las heridas.

La aparté y me senté en la cama.

- Un trabajo excelente, como siempre. – Le sonreí y caminé hasta el marco de la puerta. – Adiós Mei.

Fui a mi habitación, recogí todas mis cosas, me vestí con mis tejanos negros rotos, una camiseta de tirantes con estampado militar y unas tenis negras.

Abrí el colchón y saqué todos mis ahorros.

Tenía por lo menos medio millón ahorrado con las peleas.

Lo guardé todo junto con la ropa y me fui de ahí con cuidado de no llamar la atención, no quería problemas con los otros... Al salir vi la luz del sol y no la oscuridad de la luna por primera vez en mucho tiempo.

¡Era libre!

Me iría lejos de ahí, empezaría una nueva vida lejos de todos... y sería feliz. 

Luna de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora