Untitled Part 16

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Desperté aturdida en mi cama. Tenía el cuerpo magullado y me dolía tan sólo respirar.

- ¿Jenna? – llamé mientras alguien me acariciaba tranquilizadoramente la cabeza, de repente empecé a sentir cómo mi cuerpo temblaba violentamente y un mal sabor me subía por la garganta. Mi cuerpo se convulsionó y algo trató de salir de mi estómago pero como estaba vacío tan sólo salió un líquido amarillento. Bilis.

Jenna me recostó de lado para que no me ahogara con mi propio vómito. Cuando terminé me preguntó preocupada:

- ¿Estás bien?

- Si, pero no me vuelvas a tocar... -dije mientras ella me miró sorprendida.

- ¿Skye?

- Yo... no sé qué me pasa, lo siento – estaba recubierta de vómito y apestaba, me daba asco a mi misma – voy a ducharme.

- Te cambiaré las sábanas de mientras, - la miré agradecida – aún tienes algo que explicarme, acuérdate.

Asentí levemente, me levanté y cogí las cosas de mi armario para la ducha.

Llegué a los baños y, por suerte, estaba sola. No quería que las demás vieran la mordida.

Me retiré las vendas con cuidado para que no se mojaran durante la ducha. Vi la herida, los dientes se habían hundido profundamente dentro de la carne y gracias a los puntos de Jenna ya no sangraba más. Seguramente había usado su mandíbula de lobo... el muy bestia.

Estuve bajo la ducha hasta que me cansé del agua caliente. Me sequé y volví a poner la venda.

Al regresar a mi habitación Jenna ya me había dejado ropa interior limpia y unos tejanos con una sudadera encima de la cama. Al lado había una nota:

«He ido a comprar tus patatas fritas favoritas y algo para comer, vuelvo en nada.

Jenna. »

Me vestí y senté en la cama, la verdad es que no quería contarle lo que había pasado. Rápidamente se lo resumí en la otra cara de la hoja de la nota, me puse mis converse y salí de ahí.

No tenía ningún lugar en mente así que tan sólo me dirigí allí dónde mis pies me llevaban.

Terminé en China Town, un buen lugar dónde pasar el tiempo. Empecé a mirar escaparates de tiendas que vendían objetos extraños. Pero enseguida empecé a tener problemas. Al menor roce, mi cuerpo sentía unas náuseas terribles. Pensaba que anteriormente había sido por el dolor, pero ahora me daba cuenta que había algo más.

Me refugié en una tienda de antigüedades que estaba totalmente vacía. Suspiré de alivio al cerrar la puerta y me apoyé contra ella.

- Perdona, ¿vas a comprar algo? Si no, largo.

Miré de dónde provenía la voz tan antipática y borde. Era un chico de estatura alta, pelo negro y ojos plateados.

- Lo siento, no voy a comprar nada... – me disculpé.

- Entonces largo – me cortó antes de que pudiera terminar de hablar.

- ¡Un momento! No sabrás algún atajo para salir de aquí que no haya mucha gente, ¿verdad?

- Compra algo y te responderé.

Le miré enfadada y estaba a punto de gritarle cuando un hombre de unos cuarenta años, pelo negro y ojos verdes salió de lo que parecía una trastienda.

- Ben, ¿qué ocurre? – Me miró sorprendido – vaya, ¿que buscas por aquí jovencita? – ni que fuera un abuelo, no sabía qué decirle. Realmente quería salir de ahí pero si volvía a ese mar de gente terminaría inconsciente en el suelo.

Luna de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora