CHORIZOTE

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Maria:

Pasaron los días y cada vez me sentía más cómoda. Aún no había conseguido dejar de ver a Leo como un peligro, como una tentación. Al contrario, cada día me resultaba más jodidamente atractivo. Pero, al menos, ya era capaz de estar junto a él sin que el vicio ni la histeria me dominasen.

Respecto al ámbito laboral, la mejora era aún más notable: ya no echaba a perder tantos huevos, ni desperdiciaba garbanzos... Eso sí, seguía siendo incapaz de cuidar de unos cerditos que después me comería. Me sentía la bruja de Hansel y Gretel. Así que las visitas a la pocilga las dejaba a cargo de Leonardo, o incluso de Vintage. Al fin y al cabo, nuestro jefe tenía bastante manga ancha.

En definitiva, todo iba a mejor y estaba contenta con el trío que formábamos Leo, Paco y yo: la plantilla de trabajo de la granja.

Por ello me asusté cuando me enteré de que pronto se nos uniría una persona más.

—¿Cómo dices? —Dramática, dejé caer la cuchara sobre el plato repleto de alubias y pedacitos de chorizo.

Eran las dos y media de la tarde y nos encontrábamos comiendo en la cocina.

—Que mañana tendremos visita —repitió Vintage.

—¿De quién?

—De Susana.

—¿Quién es esa?

—Una amiga.

—¿De tu edad?

—Sí.

—¿Y por qué viene?

—Porque quiere comprarme unos terrenos.

Leo tomó las riendas del interrogatorio:

—¿Ah, sí? ¿Nada más?

—Nada más.

—Ya... —Leonardo tenía la cabeza gacha, pero llegué a percibir un atisbo de travesura en su rostro.

—Uy. Mi olfato de cotilla percibe salseo.

Leo alzó la vista.

—Tu olfato no falla.

—¡Ay! —Aplaudí—. ¡No me dejéis así! ¿Qué pasa con esa mujer?

Vintage fulminó con la mirada a Leonardo, pero no se achantó:

—Verás, Susana es...

—Mide tus palabras. —Paco amenazó—: Salir con mi sobrina no te vuelve impune. ¿Acaso quieres dedicar el resto de tus días en la granja a limpiar excrementos?

—Di que sí. Yo te ayudo —me ofrecí a cambio del chivatazo.

Ante aquel trato, él disparó:

—¡Susana es su compañera de pajar!

—Te mato. —Vintage golpeó la mesa y se levantó.

—¡Espera, Paco! —le pedí—. ¡Primero déjale explicarse!

—¡Sí! —apoyó mi idea Leo—. Déjame presentar a tu novia.

—¿Novia? —Pegué un respingo.

—¡Novia!

—No. Cretinos, no es mi novia —negó Vintage.

—Sí que lo es —delató Leo—. Me lo contó todo tu sobrina.

—¿Todo? ¿Qué te contó exactamente?

—Que te acostaste con Susana cuando aún estabas casado: que te lo montaste con ella en un pajar de la zona. Por eso te divorciaste.

HUYENDO DEL VICIO (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora