¿MUERTO?

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Maria:

Saqué a Leo a rastras de aquella vivienda llena de felinos alterados y cargué con él por las calles de Trespadejo. Cuando llegué a casa, Vintage marchó en busca del médico del pueblo y Susana me ayudó a tumbar a mi compañero en el suelo, sobre una vieja manta.

—Habría que llamar a una ambulancia —dije.

—Para cuando llegue será tarde. —Susana no podía mostrarse más pesimista—. Si es que no está muertito ya.

—¡Ay, no! ¿Tú crees?

—Comprobémoslo. ¿Respira?

—¡Claro que respira! —Rectifiqué—: Creo.

—No tiene buena pinta.

Me agaché y, con mis temblorosas manos, traté de buscarle el pulso.

Fue inútil:

—¡Lo he dejado fiambre! Soy una asesina, ¡una asesina! Voy a ir a la cárcel.

—No te preocupes. Seguro que Paco te deja un terreno donde enterrarlo a escondidas.

—¿Tú crees?

—Pues claro que no. Te has cargado al novio de su sobrinita.

—¡Joder! —me desesperé.

Ansiaba que Vintage regresase pronto con un médico capaz de curar —o revivir— a Leonardo. Me negaba a perder la esperanza.

Pero, el tiempo transcurrió, lentamente, y no fue hasta pasados diez eternos minutos cuando llamaron a la puerta.

—¡Voy! —Me apresuré a abrirla.

—Hola —saludó Paola. Llevaba una cesta consigo—. Me preguntaba... —Le pegué un portazo en la cara.

—¡Es la gatuna!

—¿Quién? —Susana estaba perdida.

—¡La tipa de los gatos! ¡La hija de Antonia! ¡La dueña de la casa en la que lo he matado!

—Ah. ¿Y crees que ha visto algo?

—Ni idea.

—Querida, ante la duda, mátala también.

—¿Estás loca?

—No soy yo la asesina en serie de Trespadejo.

Tenía razón. Estaba en un buen aprieto.

Llamaron a la puerta de nuevo. Yo me negué a abrir, Susana me ignoró y dejó entrar a...

—¡Paco! —Era la primera vez que me alegraba tanto de verlo—. ¿Y el médico?

—No lo encuentro.

—¿¡¿Qué?!?

—Que no lo encuentra. —Susana debió de pensar que estaba sorda.

—¡Pues no es que sea muy grande el pueblo!

—Estará en el campo —imaginó Vintage—, curando vacas o...

—¿Vacas? —Arrugué el entrecejo—. ¿Es que es veterinario?

—También cuida personas. Como el médico del pueblo de al lado tarda mucho en venir, siempre acudimos a él.

—No me lo puedo creer.

—¿El qué? ¿A qué viene tanto alboroto? —La que faltaba: Paola se había colado por la puerta—. ¡Oh! ¡Dios mío! —Se topó con Leo en el suelo—. ¡Pobre muchacho!

Los cuatro formamos un círculo alrededor del cuerpo y Susana explicó:

—La mendiguita lo ha asesinado.

HUYENDO DEL VICIO (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora