LA LISTA

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Maria:

—Leo.

—¿Sí, Maria?

—¿Cómo te mola la Yoli, eh?

—No.

—¿En serio?

Leonardo bajó la vista y se dedicó a pelar garbanzos.

—¿Es que no lo vas a admitir? —Ni caso—. ¡Eh! ¡Tú!

De golpe, hizo contacto visual, sus cautivadores ojos verdes se clavaron en los míos, apretó la mandíbula y el vello se me erizó.

Diría que me impuso. Y también que me puso...

—¿Maria, no puedes sacar un tema normal?

—¡Lo normal es aburrido! Por eso tú te lo pasas tan bien conmigo.

Le hizo gracia. Me evitó y se mordió el labio para ocultar una sonrisa, pero los hoyuelos lo delataron.

—¿Lo ves?

—Lo que tú digas.

—Así que te gusta —volví a la conversación.

—¿Quién?

—¡Yolanda!

La alegre mueca se esfumó y el semblante volvió a cobrar seriedad.

—Eres muy cansina.

—Lo admito. Ahora te toca admitirlo a ti.

Tedioso, suspiró y al fin optó por sincerarse:

—Bien. Sí. Es una chica guapa.

Sentí una punzada en el estómago.

Imaginaba poder reírme de ello pero, en realidad, no me sentó nada bien.

—Pues qué cabrón.

—Oye, que tengo ojos. Solo he dicho que es guapa.

—¡Baboso! ¡Te gustan todas!

—Todas no. Solo que...

—¿Qué?

—Ella estaba entre las elegidas.

El radar de salseo me reventó y me tuve que pillar la lengua para no parecer demasiado ansiosa porque hablara.

—Ajá.

—Verás —Carraspeó—, hace unos años hice una lista con mi novia.

—¿De la compra?

—No. De las tres personas con las que podría acostarme aun estando en pareja. Ella hizo lo mismo. Sacamos la idea de las series estadounidenses.

—No vais a ser tan aburridos como creía —vacilé, me senté en el suelo y le insté a que hiciese lo mismo.

—Tenemos que currar.

—Luego, ahora hablemos.

No me costó mucho convencerlo, lo estaba llevando por el mal camino.

Pero no era momento de ponerme responsable.

—Y, Leo, ¿en esa lista estaba Yolanda?

—Claro.

—Pues sí que eres fan...

Me coloqué un mechón detrás de la oreja y me quise apuntar:

—¿Y no reservaste un hueco para mí?

—Solo valen personajes públicos. Y tú te quedas en personaje a secas.

—De seca nada. Bien mojada.

—¡Maria! —Soltó una carcajada, con ambas manos cubriéndole el rostro, y se echó hacia atrás—. Eres...

Yo me tumbé a su lado.

—¿Quién más estaba en esa lista?

—La hice hace años. No quieres saberlo.

—Necesito esos nombres. —Me incorporé.

Leonardo tenía los ojos cerrados por el sol, así que no me molesté en disimular el repaso que le estaba pegando. La camiseta de color verde que vestía se pegaba a su pectoral y le dejaba parte del abdomen al descubierto. Recorrí el pobre vello que nacía bajo su ombligo hasta toparme con la goma del pantalón del chándal.

—En la lista, apunté los nombres de Yolanda —Se tomó un tiempo para armarse de valor—, Selena Gomez y Demi Lovato.

—Bueno, estas dos se hicieron famosas por un ratón (Mickey), y la primera por un conejo.

Leo levantó un párpado, desconcertado. Luego ignoró mi observación y tomó las riendas del juego:

—¿A quién añadirías tú?

—¿Solo pueden ser tres?

—Y tienen que ser famosos.

Aquella era una decisión muy difícil.

—¿A quiénes escogió tu novia?

—A Zac Efron. Y si no recuerdo mal, a uno de los Jonas Brothers y a uno de los hermanos Sprouse.

—¿Es que solo teníais un canal en la televisión? Poco más y os acostáis con Brandy y Mister Whiskers.

—No marees más la perdiz y ve al grano.

Busqué inspiración en las nubes.

—Yo me quedaría con Bad Bunny, Harry Styles y Bizarrap. No sé muy bien cómo es la cara de este último,pero me pone el rollo de las gafas.

—Buena elección.

—¿También te gusta? ¿Le proponemos un trío?

—¡Maria, no!

—A mí no me importa si quieres que nos lo montemos con alguna famosa.

—¿Por ejemplo?

—Dua Lipa.

—¿Te gusta?

—¿Bromeas?

Me acomodé echada a su lado y canté:

—«You want me...!».

Me recosté a la espera de que me acompañara.

No me defraudo:

—Eh... ¿«I want you, baby»?

—«My sugarboo!».

—«I'm levitating».

—«The Milky Way! We're renegading!».

Bromista, Leo sacó la lengua y sacudió la cabeza al ritmo de:

—«Yeah, yeah, yeah, yeah, yeah».

No pude no reírme, ni dejar de interpretar el estribillo junto a él:

—«I got you, moonlight, you're my starlight. I need you all night, come on, dance with me...»

Me dedicó una sonrisa tan absorbente, que apostaría a que hicimos la pausa más larga que jamás se haya hecho en la canción.

Luego, acabé:

—«I'm levitating...».

Y él, chulesco, remató:

Yeah.



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