UNA NUEVA JEFA

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Leonardo:

Cuando regresé del corral, el cansino de Tom ya se había marchado y me volví a juntar con Maria y Paola. Eran las dos de la tarde, preparamos un puchero de arroz blanco y nos sentamos a la mesa.

—Cómo se nota que no está Paco —comenté.

—Esto me ponía mi madre cuando me dolía la tripa —dijo Paola—. Falta el agua con limón.

Maria no se unió a la protesta, estaba ausente: y lo estuvo durante toda la comida. Paola también se dio cuenta de ello:

—¿Pensando en Tom, amiga?

Aterrizó y negó:

—Pues no, compañera. Hay cosas más importantes que los chicos.

Una contestación así por su parte despertó aún más la curiosidad de Paola, quien dejó el yogur de postre a un lado y se interesó:

—¿Qué es lo que tienes en mente?

Maria ladeó la cabeza y se mantuvo así un buen rato, hasta que decidió compartirlo:

—Estoy ideando un plan para entrar a escondidas en una casa y robar unos documentos.

Paola me miró espantada y yo afirmé:

—Es cierto. —Casi que prefería que pensase en Tom.

—Chicos, no entiendo nada.

—Normal. —Maria le apoyó una mano en el hombro—. Atenta, que te lo explico.

Le relató lo sucedido: había entrado en una vivienda de apariencia abandonada, subido a la buhardilla y encontrado muchísima información acerca de los marcianos.

Tras narrar todo aquello y antes de que pudiéramos intervenir, se empeñó:

—Obviamente, tenemos que volver allí.

—¿Obviamente? —Me parecía una locura—. No voy a cometer ningún delito por una fantasía.

—Lo suponía. —Maria me desafió—: Eres un cagado.

—¿Cagado?

—Te vendrá bien el arroz.

A Paola se le escapó una risita y Maria aprovechó para reclutarla:

—¡Amiga mía! ¿Te apuntas al plan?

—Nunca he hecho nada tan rebelde.

—Es por la fe.

—¿Qué fe?

—Tú crees en Cristo y yo, en los alienígenas.

Hubiese apostado a que repudiaría la comparación. Y hubiese perdido todo mi dinero:

—Me apunto.

—¿Qué? —No oculté mi asombro.

—Me apetece un poco de marcha con mi amiga.

—¿Amiga? Te está manipulando. Eres consciente, ¿no?

—¡No te metas entre mi bestie y yo! —Maria golpeó la mesa—. ¡Y genial! Ya somos tres para el plan.

Dejé claro:

—Que no pienso ir.

—Bien. —Aclaró—: Somos tres, porque se lo pediré al fran...

—Aunque —rectifiqué a tiempo—, no quiero que vayáis a la cárcel. ¿Os imagináis que tuviese que lidiar yo solo con todos los quehaceres de la granja? De eso nada. Os echaré una mano.

HUYENDO DEL VICIO (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora