5. La novia de Kanda

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El pequeño niño en un sueño sumergido está,
entre la luz y grises cenizas de dolor.

Uno, dos, tantos rostros...
Entre todos, solo uno es su verdadero yo.

Aún quedan mil sueños para recorrerlo.
Sueña, sueña siempre.

Esos ojos plateados temblando entre sueños,
creando algo irreal en su propio mundo ideal,inverso en la ilusión, no puede despertar.

Sigue ahí, ahora yo voy a proteger tu sueño.

Dios Morfeo, dale a este niño tu amor,
mientras le prodigo una bendición.

Dios Morfeo, dale a este niño tu amor,
con un beso el niño despertó.

Escuchó esa dichosa canción, de nuevo.

Al día siguiente del incidente de la lluvia en la abandonada edificación, Kanda trajo en su mochila la camisa limpia y lavada, aunque Allen le había dicho que no era necesario, no era pertenencia suya y que era algo que le debía; él hizo caso omiso a cada una de sus tontas objeciones y replicaciones. Le devolvería la camisa al estúpido brote de habas para no volver nunca más a ese condenado lugar. De esa manera, la bendita canción dejaría de sonar en su mente y su conciencia estaría en paz. Chasqueó la lengua en señal de molestia. Estúpido viejo por haberle metido esas raras manías en su dogma personal.

Cuando el recreo iba a dar comienzo e incluso mucho más antes, las letras de aquella melodía empezaron a entonarse con la molesta voz del chiquillo albino en su subconsciente, distrayéndolo de sus habituales monótonos pensamientos. Tan pronto el timbre de receso sonó, sacó la camisa puesta en una bolsa negra y con paso apresurado se dirigió al lugar de donde provenía la canción.

Cuanto antes fuera y saldara su deuda, más pronto su mente se calmaría.

Ya estaba dentro de la construcción y efectivamente, el mocoso estaba cantando, no entendía cómo era posible que él pudiera escucharlo aun estando a esa enorme distancia. Era ilógico, incomprensible.

Allen paró de cantar y dio un brinco del susto cuando Kanda entró repentinamente al cuarto y le lanzó la camisa en la cara sin dudarlo siquiera. Por supuesto, Allen no se quedó sin hacer nada, fue donde Kanda y lo detuvo, buscando una razón de su reciente acción.

-¡¿Qué te pasa?!

-Ahí lo tienes. Ahora, déjame en paz.

Él mantuvo el agarre firme en la muñeca contraria, no lograba comprender a qué se refería.

-¿Qué es lo que quieres decir con e-?

Kanda no lo dejó terminar con su pregunta, lo estaba mirando directamente. Se encontraba molesto, el cejo fruncido en su cara lo decía. Kanda abrió la boca para reclamarle, pero en ese mismo instante sus palabras murieron en su garganta antes de ser dichas.

La canción... ya no la oía.

Rápidamente liberó su muñeca y bajó las escaleras sin voltear a mirar atrás, dejando a un muy confundido Allen.

Timcanpy voló para posarse en su hombro.

-¿Qué crees que le haya pasado? -preguntó a su pequeño amigo emplumado.

La paloma solo emitió un suave gorjeo en respuesta.

*

Una semana era ya que la dulce aria sonaba entre sus pensamientos. Cada día tintineaba por su cabeza a la misma hora que la primera vez que escuchó la canción, en el tiempo de receso y ese no era todo el problema.

Manos Unidas Por Un Beso [D. Gray-man]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora