10. Porque somos amigos.

329 34 21
                                    


Manos unidas por un beso

10. Porque somos amigos

Su padre había recibido una propuesta de trabajo bastante interesante, imposible de negarse o rechazar, pero era en otra ciudad y tenía como duración el máximo de un año. Su padre no quería que él se separara de sus amigos, no obstante, no tenía a alguien con quien dejarlo a cargo. Estaba en un gran dilema.

Fue gracias al consejo de un amigo que su padre encontró una solución a su reciente problema.

Un colegio religioso privado que también era un internado, donde los alumnos tenían permitido salir solo a fin de mes para ver a sus familiares. Su padre dijo: "¡Perfecto!". De esa forma, su padre podría trabajar tranquilamente mientras sabía que él se encontraba bien y en compañía de sus nuevos compañeros, además, podría tomarse un descanso a final del mes y venir a visitarlo para pasar tiempo de caridad con su él, a parte, también tendría tiempo para que él pudiera visitar a sus amigos.

Al cabo de unos días, su padre comenzó a realizar los todos papeleos correspondientes para el traslado a su nuevo colegio.

El día que debía mudarse a su nuevo colegio llegó más rápido de lo que pensó. Pronto se vio a si mismo frente a la gigantesca puerta de madera que servía de entrada en aquel lugar, el cual, más que parecer un colegio, parecía un convento. ¿A qué clase de extraño lugar lo había metido su padre?

Bajando del auto, su padre lo llamó.

-Yuu, ¿tienes todo lo que vas a necesitar? Recuerda que al ser un colegio privado, ellos se encargarán de darte los útiles escolares y el material que necesitarás.

-Si. Solo estoy llevando ropa -mirando brevemente la pequeña maleta que llevaba consigo.

-Bien, creo que es todo.

El hombre mayor se acercó hasta él, se agachó, quedando a la misma altura, lo miró con cariño por unos instantes y lo abrazó, estrechándolo entre sus brazos, haciendo que su maleta cayera al suelo. Pudo sentir su hombro humedecerse. Su padre se había puesto sentimental, de nuevo. Esta vez no diría nada, lo dejaría pasar. Él decidió corresponder el abrazo. No se iban a ver por un mes, no era para tanto. Finalmente, se separaron. Los ojos de su padre estaban llorosos y trataba inútilmente contener las lágrimas.

-Mañana por la mañana debo partir. Pediré permiso y vendré a verte a final de mes. No hagas travesuras y pórtate bien, ¿sí?

-Yo no hago travesuras.

La expresión del rostro maduro cambió a una alegre, soltando una suave risa. Su padre se puso de pie, acariciando con dulzura su pequeña cabeza y despeinándola en el proceso.

-Tienes 10 años, aún eres un niño. Así que, es normal que las hagas.

-No soy un niño.

-Está bien. Eres un hombre grande.

-No te burles.

-No me estoy burlando.

Mentira. Él no le creía. Podía ver claramente que su padre se estaba aguantando las ganas de reír.

Escucharon como sonaban las campanadas provenientes del interior de su nuevo colegio. Era hora. Su padre dio unos golpes a la gran puerta, haciendo el llamado para que alguien los atendiera. Pasaron unos segundos hasta que una pequeña ventanilla se abriera y la regordeta cara del vigilante apareciera. Su padre presentó una licencia que lo certificaba a él como un estudiante de ese colegio y a su padre como su apoderado, una persona autorizada para realizar visitas. El vigilante cerró la ventanilla y les pidió que esperaran un momento. Pasaron los minutos y ellos aún se encontraban afuera. De pronto, con un sonido chirriante la puerta se abrió, mostrando a una joven mujer vestida con una sotana y un velo negro, era una monja. Ella le pidió la licencia, su padre se la dio, la revisó, dando su aprobación. Seguidamente, le comunicó a su padre que él ya debía ingresar.

Manos Unidas Por Un Beso [D. Gray-man]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora