9. El Corso de la Amistad y el Festival de Primavera

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Manos unidas por un beso

9. El corso de la Amistad y el Festival de Primavera

La unión entre ellos se deshizo, dándole la oportunidad de tomar algo de aire, las manos del menor se posaron en el pecho del mayor, aquellos ojos plateados estaban decorados por un brillo sin igual, lo tentaban a continuar. Colocó su mano en la barbilla contraria, elevándola un poco más, resopló con suavidad cuando se encontró a una corta distancia del otro rostro. Finalmente, volvió a repetir el acto que hasta hace un momento ambos estaban compartiendo.

Por enésima vez ese recuerdo rondó entre sus monótonos pensamientos, esto era incluso más tortuoso que cuando la canción comenzó a sonar en su mente.

En el momento que él lo escuchó tocar el piano y cantar al mismo tiempo, en él se presentó un extraño sentimiento que le fue completamente desconocido. Se sintió hechizado por la dulce melodía entonada, sumergido en una cálida y agradable sensación de la cual no deseó salir. Su cuerpo entero se relajó, sintiendo algo parecido a una suave caricia en lo más profundo de su ser, su alma. Salió de aquel letargo en el que inconscientemente había estado por la canción, cuando esta acabó. Caminó silenciosamente hasta quedar parado al lado del chiquillo, tenía la mirada perdida en el teclado. Escuchó cuando le preguntó su opinión sobre la canción, él no respondió, solo se quedó en silencio, viendo como una lágrima se deslizaba por la pálida mejilla. Entonces, el menor al no obtener respuesta suya, lo buscó, encontrándolo. Él no sabía que estaba haciendo, su cuerpo se inclinó hasta que su rostro estuvo a la misma altura que el contrario, lo observó por un momento, uniendo finalmente sus labios. Lo estaba besando, a él, al estúpido brote de habas, pero él mismo no era consciente de sus actos. Era como si hubiese sido manipulado a hacerlo. Sin embargo, cuando se separaron por primera vez, el encanto se rompió y él volvió a la realidad. No obstante, al ver esa mirada, lo volvió a besar, pero esta vez fue por decisión propia, porque él lo quiso así y no se arrepintió de hacerlo.

Cuando el timbre sonó, ambos se separaron, nuevamente. Esperando a que todos pasaran a sus salones, y así, en silencio, sin decir palabra alguna sobre lo ocurrido, salieron tranquilamente del salón de música.

Él solo estaba esperando a que Lenalee estuviera lista para que ambos fueran juntos al corso. Su mente al encontrarse sin un tema interesante en qué pensar, no tuvo mejor idea que recordar aquel momento, trayendo consigo las desconocidas sensaciones que sintió en ese instante. Se estaba volviendo molesto porque no era la primera vez que su conciencia le hacía eso, no, esta era una de las muchas veces que lo hacía. Necesitaba pensar, distraerse en cualquier cosa, o simplemente no pensar en aquello, pronto. Fue entonces que recordó la invitación del molesto conejo. Sonaba bien. Al menos así tendría su mente ocupada, aunque ir al corso le trajera otra clase de recuerdos.

Escuchó pasos bajando por la escalera de madera, era Lenalee que ya estaba completamente cambiada, lista para salir.

-Podemos irnos, Kanda.

Él se levantó del sillón, caminó hasta llegar a la entrada de la casa, mientras ella le seguía el paso. Estaban por salir, cuando alguien vino corriendo desde el interior de la casa. Era el hermano mayor de Lenalee, Komui, quien ahora se encontraba aferrado a las piernas de ella. Le pedía que se cuidara, que no hiciera caso a los extraños, que tuviera cuidado con los pulpos de ahí y un sinfín de cosas que sonaban realmente estúpidas. Él observaba en silencio la tan común escena familiar.

La pobre chica tuvo que hacer su mejor esfuerzo para lograr separar a su hermano.

A veces dudaba que aquel extraño sujeto con complejo de hermana fuera el director académico de la preparatoria donde estudiaba.

Manos Unidas Por Un Beso [D. Gray-man]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora