El beso amargo de aquel licor

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Le llamé más de quinientas veces y no contestaba. Ruggero me había dejado encerrada en su departamento sin ningún motivo, de nuevo había ido con la novia porque ella era quien le importaba realmente, y quizá conmigo sólo tenía un instinto protector exagerado que le obligó a no dejarme ir e inventar excusas para no llevarme a casa.

Me di por vencida cuando dieron las tres de la madrugada. Al diablo, moría de sueño y no podía hacer nada, ni siquiera me sentía con el derecho de reclamarle a Ruggero por qué me había dejado ahí sola, no éramos nada y si él tenía cosas qué hacer con Cande, yo no podía impedírselo, pero sí tenía toda la razón al querer saber por qué me encerró.

Un portazo se escuchó al paso de media hora y logró asustarme. Sin pensarlo dos veces me levanté de la cama y salí para averiguar lo que ocurría. Era Agustín que sujetaba a Ruggero. El italiano tenía los ojos entrecerrados y balbuceaba cosas sin sentido. Agustín batalló para lograr caminar con su amigo que colgaba de su cuello.

-¡Ya llegamoooos! -exclamó Ruggero con una sonrisa boba en los labios.

Agustín me miró con desconcierto... No era nada normal que yo estuviese ahí a las tres y media de la mañana con mi pijama puesta, sabiendo que mi madre viajó a México.

-¿Qué tiene? -le pregunté tímida.

-Se le pasaron las copas -explicó y dejó a Ruggero en el sofá más próximo.

-¿Y por qué lo traes aquí? Yo...

-Me rogó llorando que no lo llevase con Candelaria. Discutieron -me miro inquiridoramente- me llamó y me propuso ir a tomar algo, se puso así de ebrio y a mi departamento no lo puedo llevar, aprovechará que somos hombres y seguirá bebiendo con total confianza. Es mejor aquí, créeme.

-¿¡Y qué voy a hacer con él!? -tenía miedo

-Déjalo aquí, ya se le pasará. Regresa a dormir.

Maldita sea, este ya se las olía, sacó su conclusión, me estaba quedando con Ruggero.

-No, espera -le detuve, estaba dispuesto a irse- quédate conmigo, ayúdame, por favor.

-¿A qué? -rio, se le veía completamente sobrio- en serio, déjalo. Regresa a dormir, anda. ¡Te prometo que no le va a pasar nada!

Y tras esto, se fue. Agustín se fue atando cabos, lo veía en su expresión. ¿Qué iba a pensar de todo? ¿Seria capaz de contarle a alguien que estaba en el departamento de Ruggero, encerrada?

Ruggero discutió con Candelaria... No sabía cómo reaccionar pues desconocía lo que sucedió y por qué.

-Karol ¡Hip! La pequeña Karol ¡Hip! -volteó a verme con dificultad y casi casi me escondo detrás de otro sofá- ¡Karooool diminutaaaaa! Karol microscopicaaaaa... ¡Karol enanaaaa! -canturreó, logró ponerse de pie y caminar hacia mi. Retrocedí. Nunca en mi vida había estado sola con una persona ebria, no sabía qué hacer y cómo actuar.

Decidí hacerle caso a Agustín y me di la vuelta para regresar a la habitación pero Ruggero logro tomarme del brazo.

-Karol... -su aliento apestaba a alcohol- Karol mexicana ¡Ajuuuaaaa compadre! -gritó.

-¡Cállate! Vas a despertar a los vecinos -mascullé nerviosa. Me estaba sujetando muy fuerte que comenzaba a hacerme daño.

-Shhhh -se llevó un dedo a los labios en señal de silencio y después lanzó una carcajada- te iba a traer serenata con mariachis -balbuceó- peeero el Agus no quiso, es muy envidioso porque no tiene a una Karol. Así que yo te daré tu serenata.

-No, no Ruggerito, así está bien. ¿Por qué no mejor dormimos? Es muy tarde -intenté sonar amable y con autoridad.

-Así que quieres que durmamos ¿Eh? ¿Juntos? -acercó su rostro al mío y suspiró profundamente. El aire que soltó provocó que mi piel se pusiera de gallina.

La pequeña KarolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora