I - El Laberinto

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Tengo la bendita costumbre de no acostumbrarme a las costumbres

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Tengo la bendita costumbre de no acostumbrarme a las costumbres.
Tengo la maldita manía de maniatarme a mis manías.
Tengo la implacable precisión de presionar mi precisión, para ser más preciso, de presionarme.

Siento la cruel agonía de sentir que debo ser cruel y agonizar al mismo tiempo.
Vivo la trágica paradoja de vivir trágicamente en una ciega rutina.
Siento el crudo placer de ser crudo y placentero.
Así como un ave que no tiene alas, pienso: "Puedo volar, solo tengo que intentarlo"
Ahí es cuando caigo. Ciego por mis habilidades creo saberlo todo y eso me hace ignorante, al fin y al cabo, no tengo alas, por lógica, si soy un ave encerrada en un laberinto y no tengo alas, no puedo volar. Mas mi subconsciente ha de creer que nada es imposible, pero no estoy soñando ya que tal vez solo soñando lo imposible es posible.

Veo en el viento pequeños rastros de tristeza y no siento pena.
Soy otro condenado más que guarda las llaves de sus esposas a simple vista, en sus palabras... pero el dolor inspira, así que no me libero. Todo me resulta tan insulso, incoloro; todo es igual.

Tengo la bendita maldición de ser implacable a la hora de acostumbrarme a mi manía más precisa. No sé si el laberinto requiere un sentido lógico por tanto o yo soy ese sentido y por consiguiente, al estar atrapado, no puedo ver la realidad desde adentro. O el sentido es invisible ante mis ojos falaces.

Siento que estoy vivo en esta trágica y cruda forma de pensar. Eso me hace fuerte, me hace estable, me hace agonizar; estoy vivo y muerto.

Apenas recuerdo mis memorias. Sin esfuerzo olvido mis penas y la herida sana lento aún así.
Estoy vivo, lo sé. Pero nada es como antes, ¿Cómo podría serlo? Todo lo que tenía lo regalé por tesoros que en un acto de revelación desecharía. Es una de las más básicas tentaciones de las personas. Ese cuerpo que te sostiene es el mismo que muere no importa que tanto agradezcas y todo muere con él así que tal vez sí nos llevemos todo a la tumba.

Mi reflexión no es para inteligentes, es para pensantes. ¿Quién sino podría quedarse dentro de este texto hasta el final? ¿Quién sino podría saber que todo es así como lo veo? ¿Quién sino podría salir del laberinto?

Porque es mi filosofía: Me arropo a los conocimientos como quien entra a un laberinto; sin saber a dónde ir. Y siento su calor al aprehender y aprender algo acerca de ese conocimiento que cuestiono y es como salir de ese laberinto; soy otro, pero aún así, soy yo mismo y sé que estoy vivo, pero eso me mata.

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Este pensamiento será ilustrado pronto a modo de portada, mientras tanto les dejo la idea original de la portada hecha por mí en Photoshop con una imagen que encontré por ahí.

¡Gracias al que lee!

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