Tercera parte – De lobos y cuervos.
Cada vez más tu cuerpo se estremecía al son del universo. Tus piernas aclamaban un poco más mientras se abrían dando paso libre a mis manos mientras estos acariciaban y pedían permiso frente a la entrada de la cueva del infierno; de ese fruto del pecado que engañó a los hombres y mujeres desde hace mucho tiempo. Sé que otras también eran dueñas de esos frutos, mas el árbol del que me enamoré no era otro que el que abracé y besé toda la cálida noche.
Tal vez por eso éramos fuego, porque nos amábamos.
Nuevamente, como nómada quería probar nuevos horizontes pero ese fruto era delicioso y no quería dejarlo, así que tras el permiso comencé a entrar en él de a poco.
Mis manos, las cuales han escrito y descrito cada una de mis pasiones, tus pasiones, mis pecados y los tuyos comenzaron a entrar en esa mina de lujuria húmeda.
Adentro había tormentosos mares que ahogaban mis dedos; moríamos lentamente cual náufrago. Ahora resulta que también soy un náufrago.
Me mantuve consciente, entonces supe que aún seguía siendo el guía, pero no era solo yo el que provocaba nuestros suspiros puesto que un lobo no es nada sin un cuervo a su lado.
Es el blanco y el negro que formarán un futuro gris que poco a poco se pinta de colores pasión.
Ambos éramos fuego, pero también energía; éramos los que causábamos aquellos gemidos, aquellos revuelos en tu vientre, aquellas ganas de llorar de alegría de mis ojos y todo lo que sentíamos, todo gracias a ese fruto que tanto amaba sentir y que tanto amabas que sintiera.Ahora me hallaba en él, pero no quería irme. Aunque sé que hay una realidad: El hombre y la mujer son nómadas que no respetan su definición y por eso, se quedan.
Aman pecar de cierta forma. Y siendo nosotros un hombre y una mujer, hemos nacido para eso y parece que hemos aprendido de cada uno de los impulsos de mis caderas por arrancar el fruto de entre tus piernas, o de mis húmedas y nerviosas manos dentro de ese fruto prohibido.
Soy un guía, un nómada, un viajero y un náufrago, sé cómo llevarte al punto máximo de pasión gracias a que tú sabes cómo llegar al mío. Sé cómo moverme entre tu mundo, recorrer aquellos desiertos secos que se vuelven húmedos, porque tú sabes cómo recorrer los míos, cómo moverte sobre mí. Sé cómo pasear de un lado a otro y aún así no perderme aunque no sepa dónde estoy porque sé disfrutar del viaje porque alguna vez fuiste mi guía y sabías a dónde ir y no tener miedo a perderte, así como no temo seguir moviéndome dentro de esa lluviosa cueva húmeda de apasionantes pecados que provocan gemidos entrecortados sobre una respiración que agoniza embarcándose en la pasión.Pero soy un náufrago, y como tal he de sobrevivir a estar perdido en un mar alborotado por mis manos. ¿Cuánto poder he de tener para hacer eso? Pensé. Y me asusta, mas no me asusta el no saber en dónde estoy sino que no sé si estoy lastimándote con mis manos agitando esos mares turbios y peligrosos.
El problema está en que nunca fuiste náufraga de ningún mar.Nuevamente volví a recuperar la conciencia y mis manos aún estaban ahí, moviéndose al son de mi desequilibrada respiración. Pero no al son de la tuya puesto que cada vez iba más y más rápido debido a las mareas altas de aquella cueva. Y el mundo creó un estruendo silencioso en nuestros oídos, el tiempo se volvía lento y cruel, ya no sentíamos nada pero seguíamos ahí, en la misma acción: Tú acostada sobre un lago de sudor y sábanas y yo intentando encontrar un tesoro en aquella cueva. Entre ese silencio despiadado y ese tiempo ralentizado finalmente encontré lo que buscaba; sabía que era lo que tú también buscabas y lo encontré pensando en nosotros, en lo que sucedía.
Ahora me hallaba allí aún, mientras el mar se desbordaba y nuestras respiraciones se hacían hondas y largas. Finalmente me retiré. Tras unos segundos no dijimos nada.
Estaba sediento pues mi viaje había sido largo y mis palabras ya no querían salir a pasear; solo estaba sediento, era un lobo sediento.Lo que no me esperaba era lo que vendría, aún derramabas un mar y lo palpabas para que se detuviera, aún sin decir nada, todavía respirando o al menos intentando hacerlo,y fue allí que entendí el sentido del escape, el por qué ser un nómada y moverse, no quedarse quieto; fue allí, justo cuando, después de unos minutos de silencio mirándonos a los ojos mientras aún palpabas tus piernas secando el desastre que había provocado el mar,
dijiste algo: "No tuve tiempo de leerte"Allí entendí que también eras un nómada. Allí comprendí que eras un cuervo y que ya habías cumplido tu cometido, ya habías venido y ahora te ibas, debías volar.
Ojalá pudiera volar contigo, pensé.
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Cuentos cortos y pensamientos largos
De TodoEmbarquémonos en mi visión del amor, la ira, la rutina, el cariño, lo bueno y lo malo entre otros aspectos que marchitan y florecen al ser. Se trata de una compilación de pensamientos acerca de diversas cosas en diferentes etapas de mi vida, además...