III - El Nómada de un sitio llamado Caos (pt1)

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Primera parte – Despertando en el camino.

Me hallaba en tu fría frente. Recorría cada rincón de ella y enredaba mis palabras en tus cabellos. Estaba perdido en mi hogar y me sentía tranquilo puesto que había recorrido esos sitios frescos y suaves muchas veces, tal vez más de las que recuerdo. Viajé de un lado a otro usando el gatillo más letal de todas las armas, acompañado de gotas de sudor por el largo y placentero viaje y por lo sofocado que me sentía bajo el calor de las arrugadas frazadas que cubrían los cálidos transportes de nuestras almas.

Amaba estar allí arriba pero hay una realidad: El ser humano siempre fue un nómada; acostumbrado a ir y venir sin estar quieto y explorando horizontes diferentes, algunos secos, otros húmedos; a veces por pasión y otras por una mera locura que los ahoga como un licor añejado hace siglos. Por eso supe que debía abandonar tu frente y alejarme de ella para así caer en la trampa de tus ojos: Portales de belleza y caos en los cuales me sentía inmerso y extasiado. Me guiaron a un sitio lúgubre en donde probé de un fruto delicioso; le llamaban "labios" pero yo no entendía lo que eran, para mí era una cordillera que había de cruzar chocando las cordilleras que yo poseía; juntos formamos un terremoto en esas cuevas secas haciendo que poco a poco se humedecieran. El roce continuo de aquellas armas me estremecía, me enloquecía; volví a perderme en otro tipo de caos.

Puede que de cierta forma me haya vuelto un tirano intentando regir esas cordilleras mojadas, pero aún escapaba de la trampa de tus ojos y como el miedo de un tirano lo vuelve débil, aún era un iluso que creía ser fuerte. Pero todo se resume al movimiento por lo que mi alma envió un impulso de forma caprichosa a mis caderas; finalmente conectamos nuestras almas a través de nuestros cuerpos. Pero el alma es orgullosa y yo no puedo estar en un solo lugar mucho tiempo; así me volví a perder.

Mas como el viajero perdido de la engañosa selva debió bajar al infierno, yo había de bajar a una zona peligrosa para cualquier ser: Recta pero curva, cálida y fría, sensible.
Caminé con mis palabras por sobre aquella zona mientras el resto de tu cuerpo se tornaba caótico: Las viles caderas que te sostenían se contraían y estiraban tras cada roce de mis labios en esa zona. Pero soy un viajero sin rumbo por lo que tras cada impulso de la conexión que hacían nuestros cuerpos quería irme y pisar con mis palabras nuevos sitios, nuevos rincones.
Y me fui de allí, y me encontré con una extraña figura a la que amé besar, me contó que donde había estado era un lugar hermoso y que poseía una conexión directa con él; le llamaban cuello, me dijo. Pero no pude responderle ya que cada impulso que sucedía al anterior, esta figura se estremecía condenándome ante la trampa de tus ojos puesto que pocas veces me sacaba de encima su vigilancia. Recuerdo que el roce de los vientos de mis labios; mis cordilleras, hacía que aquella zona exquisita y aquella forma que actuaba como imán para mis besos se retorcieran y a veces, tras esos impulsos, pequeños llantos de pasión se dejaban oír cual canto desde tus labios; tus cordilleras. Y eso me hacía perder la cordura.
Pero también me cansaba, puesto que no he dejado de moverme.

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