IV - Como dijo Bukowski...

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A ella le gustaba lanzarse, vivir en una locura caótica

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A ella le gustaba lanzarse, vivir en una locura caótica. Le gustaba hacer del tiempo una pasión. Ella podría conquistar a cualquier hombre con su mirada, profunda y atrapante.

Hacía del dolor una cosquilla; aún tortura, pero se aguanta, como el amor.
Podía hacer del sexo un acto de amor puro y sincero. Pero había un problema, tenía un insoportable problema que la ahogaba, pero al mismo tiempo la abrazaba en momentos de silencio agonizante y penas: Él. Él era su problema.

Él estaba acostumbrado a esperar...
Él vivía a un paso lento pero próspero. Suave, sin muchas ataduras, sin preocupaciones, sin nada lo podía hacer todo. Teniendo poco era feliz; se sentía puro.
Pero por más seguro de sí mismo, por más pacífico que era su día a día, él buscaba huir.
Huir de sus durmientes penas, de su callado estrés.
Era profundo. Podía estar en un pozo y sonreía, puesto que pensaba que nada era para siempre y que todos moriríamos tarde o temprano.

Pero ella tenía miedo. Estaba atrapada en sus brazos tranquilos y en su respiración agonizante que delataba sus penas y eso la ponía nerviosa.
El simple hecho de perderlo la asustaba, por lo cual, tras cada error cometido y repetido, buscaba la forma más rápida de arreglar el fuerte hilo del que pendían.
Sin embargo, él, solía comprender sus errores primero; aprender de ellos. De ese modo jamás volvería a cometerlos. Y luego se disculpaba. Aunque siempre volvía al principio.
Pero hay una verdad inherente en la vida: El tiempo es amigo y enemigo.
El tiempo que él se tomaba para pensar su error y aprender del mismo, era el tiempo que ella se quebraba tras no recibir disculpas y ver que el problema crecía a cada segundo de silencio.
Pero el problema más grande yacía en él. Porque a veces no hablaba sobre su error; se lo guardaba y eso ardía dentro de ella.

Sí, se amaban, cada vez más. Pero en el fondo sabían que todo lo que hacían ya era como una historia llena de actos trillados.
Su lazo, era una rutina que a ella le encantaba, y a él lo estresaba. En momentos profundos y serios todo pendía de un delgado hilo que se rajaba cada vez que las palabras se extendían en el tiempo. Pero lo sobrellevaban con un trago de paciencia y entendimiento.
Era como la necesidad de tener atado a un perro porque sabes que algo podría pasar si lo sueltas; su amor era así. Peligroso para ellos y tal vez en un futuro lo sería para otros, así que debían estar atados porque si no sería peligroso pues, como dijo Charles Bukowski: "El amor es un perro del infierno"

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