Encuentros inesperados y el inicio de nuevas amistades

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Canción recomendada: Lost!

*BEEP BEEP BEEP*

Oh, espera, esto tiene la pinta del día de ayer.

Excepto porque sol las 6:00 AM y esta vez literalmente no dormí nada. Pero por misteriosas razones no tengo sueño. En cambio, me siento para estirarme, después de apagar la fastidiosa alarma claro, me tallo los ojos, y me levanto, después de tender la cama, volteo a ver al chico Berryman, que a pesar de la ruidosa alarma, seguía dormido, roncando, probablemente babeando, y en una pose que debería pertenecer a un contorsionista profesional o algo por el estilo. Suelto una risita por lo divertido de la situación.

Después me encamino al baño junto con una bolsa cuyo contenido eran artículos de higiene personal, para asearme y eso, abro la puerta y salgo. Al pasar por la sala no veo a Chris, supongo que ha pasado el resto de la noche (bueno, el resto de la, mañana(?) con los chicos.

Llegando al baño, me veo al espejo, tengo las ojeras unas tres veces más profundas que lo que estaban ayer. Realmente no tengo un buen aspecto, es decir, no es que usualmente lo tenga, pero, me gusta.

Antes que nada, me mojo un poco la cara para sentirme despierta, y me echo un poco de agua fría en el vientre y la espalda (se que no es algo que uno haga todos los días, pero es una técnica personal que siempre he usado cuando quiero despertar enserio). Se siente horrible pero funciona.

Me cepillo el cabello castaño con un pequeño peine que tenía por ahí, y contra todo pronóstico me da por hacerme unas diminutas trencitas a los lados, y juntarlas por el centro con una goma, algo así como una corona. No me sienta tan mal, (o al menos eso creo, ni siquiera puedo ver bien sin mis lentes) decía, me sienta bien, en especial con mi cabello corto y quebrado.

Me cepillo los dientes con una desagradable pasta sabor menta. Es frustrante que aún no haya pasta dental sabor chicle en edición para viaje en todos los supermercados. Pero que más da. Después pasó unos 10 minutos en mi limpieza rutinaria para los frenillos, pasando por varios implementos, desde cepillos interdentales con punta cónica hasta hilos dentales de más de 30 cm con secciones de diferentes acabados, para garantizar la limpieza. Si, demasiado exagerado, lo sé. Pero me encanta tener que hacer eso todas las mañanas, por alguna razón me hace sentir bien.

Hecho esto salgo del baño y me siento en el sofá, preguntándome tanto la razón por la cual estaba despierta como que se supone que haría mientras los demás despertaban. Bueno, sin importar la razón de mi extraño entusiasmo matutino, aún así no volvería a la cama. Miro por la ventana, ya no llueve tam fuerte como ayer, ni siquiera hay rayos. El clima se nota más bien agradable, así que me decido por dar una caminata por el bosque. Así que me subo la capucha, ajustó los cordones y salgo por la puerta.

Voy alejándome de la cabaña poco a poco, siguiendo un sendero al parecer imaginario ubicado entre los pinos, altos, frescos e inmensamente espesos, a tal grado de que al voltear hacia arriba solo se ve una que otra parte del cielo gris.

Camino por el bosque con las manos dentro de la bolsa de mi sudadera, solo observando el paisaje, cosa ciertamente contradictoria al considerar la situación en la que me encuentro en estos momentos, ya que deje mis lentes en la mesita, anoche. No es que los haya olvidado, claro que no. Es decir, analice la situación con detenimiento y pensé que sería un gran peligro (para mis lentes) dejarlos en manos de una chica extremadamente olvidadiza que va de caminata al bosque. Bien, tal vez eso no es del todo cierto. Los olvide.

Aclarando, tengo miopía. La detectaron cuando se hizo más grave, cuando tenía unos 10 años, edad desde la que tengo que usar esas enormes gafas tipo botella con un marco rosa que les aporta poco glamour. Oh, lo olvidaba, la miopía significa ver borroso de lejos pero ver bien de cerca. Cabe mencionar que esto era ciertamente útil a la hora de leer o mandar mensajes de texto, pero esta última no era del todo conveniente si no quería someterme a un fuerte dolor de cabeza de al menos dos horas de duración.

Como sea, no está tan mal, y volviendo al tema de la caminata en el bosque, creo que vi u oí a una especie de animal moverse por entre los árboles. Al principio me asusto, teniendo en mente la posibilidad de que fuese un oso, un lagarto gigante de dos metros, un hipopótamo salvaje, o una zebra. Después explicaré mí no tan irracional miedo a las zebras bien?. Me empiezo a poner nerviosa, me sudan las manos, la lluvia hace todo esto más difícil, me pongo en una pose defensiva, algo así como si estuviera a punto de asestarle una patada karateca a cierto animal con rayas blancas y negras, espera, ni siquiera se Karate. Rayos.

-SE QUE ESTAS AHÍ!!- admito que estando sola suelo ser un poco, solo un poco rara.- MUÉSTRATE BESTIA SALVAJE DE LAS PROFUNDIDADES DEL BOSQUE.... ACASO TIENES MIEDO? EH?- mi voz no deja de tener un tono nervioso, y de repente siento que la pregunta es para mí misma.

En ese momento un pequeño borrón blanco sale corriendo cerca de mi, y doy un brinco hacia atrás, dando un gritito y cayendo de senton.

Cierro los ojos por el dolor, haciendo una mueca, y unos segundos después, antes de abrir mis ojos, mi reacción es retroceder, y poner los brazos enfrente de mí como si me estuviera defendiendo, o pidiendo clemencia al animal.

-No... Porfavor! No me hagas daño....- abro un ojo para ver una pequeña bola blanca con patas. Dándome cuenta de esto, abro el otro ojo sin quitar mi mueca de miedo, y veo esa bola blanca y peluda enfocarse poco a poco, hasta tomar la forma de....

Un pato?

-Cuac..?- el animal aludido torció su cuello mostrando cierta confusión, yo suspire del alivio. Pero, yo también estoy algo confundida, es decir, que clase de bosque canadiense es hogar de patos? Tal vez el pequeño se perdió. Bueno, ni tan pequeño, realmente a esa cosa no se le podía llamar cachorro de pato -bien, no sé si sea el concepto correcto, cuanto con una enorme ignorancia al respecto, pero sin embargo, se oye bien- decía, tampoco es un pato adulto, es más bien de tamaño mediano. Algo así como un pato adolescente.

Volviendo a la situación, las plumas del pequeño están empapadas, y está temblando, me da algo de lastima, así que decido llevarlo conmigo de vuelta a la cabaña, que está a unos 30 metros de este lugar. El animal es realmente manso, no reprocha cuando intento cargarlo. Pero el calor de mi brazo no es suficiente, hace mucho frío. El pato se nota triste, y no puedo resistir el impulso; me quitó mi sudadera (no es para tanto, tengo una blusa de manga larga y otra debajo) y envuelvo a mí ahora nuevo amigo en ella. Este se acurruca muy cómodamente, sacándome una sonrisa.

Temblando un poco pero feliz por el pato, regresó a la cabaña. O al menos eso intento, ya que la lluvia incrementa su intensidad de poco en poco y con estas condiciones, aunadas a mi condición en cuanto a la vista, no son nada favorables para buscar una cabaña. A duras penas puedo mirar donde piso para evitar caerme.

Esto no está bien, nada bien. El pato grazna asustado, a lo que intento consolarlo, pero solo logró ponerme más nerviosa. Estoy asustada, desde chica le he tenido miedo a la lluvia, ya que cuando tenía unos 6 años  a mi madre casi le da una hipotermia en una tormenta, de regreso de los helados, ella me llevaba todos los viernes allá. Hasta hace años me seguía culpando por ello.

Estoy en un punto en el que literalmente no puedo más, así que me siento en una roca que está debajo de los árboles. No veo nada, la lluvia, y el hecho de estar perdida entre miles y miles de árboles me lo impide.

-Cuac!

-debes tener hambre pequeño... lo siento, no tengo nada para darte- el animal parecía entender, ya que se quedó callado con la mirada baja, al igual que yo.

Que haría... qué tal si cuando pase la lluvia no encuentro el camino? Qué tal si los chicos se iban sin mi? O peor, qué tal si volvían a buscarme y no lograban encontrarme? Qué tal si estando a punto de morir de hambre me veo en la obligación de comerme a... - miró al animal, y el me mira a mí, casi negando con la cabeza.

Nervios, nervios, nervios, calma Corina, calma Corina... - estoy a punto de tener un ataque de nervios, seriamente. Mi corazón se acelera y mi mente solo intenta calmarse a si misma sin éxito alguno, y cuando estoy a punto de ponerme a gritar para sacar todo ello,

-Cor?- una mancha de colores bajo la lluvia a unos 4 metros corre en mi dirección- Qué haces aquí?- su voz se oye sorprendida y preocupada a la vez, y ese tono, es imposible no reconocerlo: Chris.

Vuelo 42Donde viven las historias. Descúbrelo ahora