17. Sólos

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El fuego lo consumía todo, la gente gritaba y corría desesperadamente buscando salir vivos, pero Los Cazadores y los muertos se encargaban de que fuera todo lo contrario.

Lizz corría entre las calles, buscando desesperadamente una salida. Un muerto apareció frente a ella y lo recibió con una patada, después, tomó un martillo que anteriormente le perteneció a un Cazador y con éste golpeó repetidas veces su cabeza hasta dejar un charco de sesos y sangre sobre la capa de nieve en la acera. Entonces un hombre bastante gordo se le abalanzó, la tomó de los brazos, y como un completo enfermo comenzó a lamer su rostro sin dejar de reír con excitación.
Lizz opuso toda la resistencia que pudo, pero el peso de aquel hombre era excesivo, el Cazador golpeó fuertemente su rostro, dejándola aturdida y severamente confundida.

Aprovechó la situación y comenzó a bajar sus pantalones, al tiempo en que tocaba sus pechos. Tan concentrado estaba en lograr su cometido, que no se dio cuenta que había alguien atrás de él. Nathan emergió como una silente y siniestra sombra, lo golpeó en el rostro y logró quitarlo de encima de ella. Aquel repugnante sujeto comenzó a aterrarse.

—Ey, tranquilo, puedes quedártela — pronunció con voz temblorosa.

—¡Cierra la boca, imbécil! —pateó la cara del hombre rompiendo decenas de sus dientes—. ¡Esto es por meterme en una puta jaula! —golpeó su rostro— ¡Esto es por torturarme hasta que no pude más! —siguió golpenado con más fuerza.— ¡Y esto es por ser un idiota! —tomó el martillo y le destrozó el rostro de un último golpe. Se limpió la sangre de su rostro y se acercó a Lizz.
Seguía un tanto aturdida—, Oye, ¿puedes oirme?

—S-sí —respondió atarantada. Subió sus pantalones.

—¿Puedes levantarte? —le extendió su mano, Lizz la aceptó y se puso de pie—. ¿Te encuentras bien?

—Sí, ahora lo estoy, gracias.

—De nada, ahora, ¿tienes algún arma a parte de esto? —ilustró con el martillo, asintió, y de su bolsillo sacó una Glock 19—. Supongo que con eso bastará, ¿conoces la salida?

Nuevamente asintió, comenzó a correr, Nathan se apresuró a seguirla. Juntos comenzaron a recorrer las desoladas y caóticas calles de la comunidad, todo estaba devastado.

El fuego consumía todo y las calles estaban abarrotadas de cadáveres e infectados que comenzaban a despertar. Siguieron por unas cuantas calles hasta que llegaron a la entrada trasera, la cual estaba custodiada por unos cuantos infectados.
Nathan giró el martillo, entonces le rompió la cabeza al muerto más cercano a él, siguió con los demás, hasta que Lizz disparó para acabarlos con más rapidez.

—No deberías desperdiciar balas —llegó a la puerta y comenzó a jalar para abrirla. Ella se le unió.

—Se dice gracias —emitió exhausta. Finalmente la puerta se abrió, el bosque los recibió, las siluetas de los muertos se veían por doquier.

—Por aquí —viraron a la izquierda. Atravesaron los árboles e intentaron evitar la mayor cantidad de muertos posibles, claro que a veces les era imposible hacerlo.
Lizz analizó el panorama, el bosque estaba infestado, pero no eran los Nocturnos, ni mucho menos los Oscuros, eran los Podridos. Errantes volvían a caminar entre los vivos, ya se habían tardado.

Subieron por una cuesta hasta llegar a la autopista, la cual estaba llena de automóviles viejos e inútiles, como si fuera un cementerio de ellos.
Siguieron avanzando, cuando un escándalo a unos cuantos metros de ellos les hizo detenerse. Lizz asomó su cabeza a través del capó de una camioneta, y observó un grupo de cinco Cazadores, quienes golpeaban despiadadamente a Marcus y a Tyler.

LA CEPA: DEGENERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora