22. Tiempo de actuar

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Despertó de golpe, agitado y con todo el cuerpo lleno de sudor, miró a todas partes, durante unos instantes pensó que había regresado a afuera, pensó que estaba solo otra vez. Todo cambió cuando escuchó una pasiva respiración a su lado, giró, para encontrar a su pequeño, quien dormía plácidamente abrazado de su madre, sonrió, acarició su cabello y se puso de pie.
Nathan seguía mostrando una inusitada generosidad a todo su grupo, no contento con haberles conseguido asilo en la comunidad, los alojó en su propio hogar. Incluso le concedió a Sam y a su familia el dormir en un cuarto que otrora solo funcionaba como bodega. Recorrió el pasillo, él y Amanda dormían junto a ellos, mientras que los demás se buscaban sitio en la sala entre sillones y colchonetas. Siguió por el pasillo hasta que encontró la puerta del baño abierta, Lizz había abierto la ventana que antecedía al techo de la casa, y ahí, estaba ella, silente y taciturna, observando la pacífica vista que era el cielo estrellado.

—¿No puedes dormir? —preguntó de manera suave, esperando que ella no se alarmara. No ocurrió nada, parecía distante e inmersa en sus pensamientos.

—No he podido dormir mucho desde hace tiempo —su voz, susurrante y calmada como la brisa nocturna, incluso parecía nostálgica.

—¿Qué te ocurre? —se acercó a ella y se sentó a su lado, suerte que los dos fueran delgados, de otro modo, el marco de la ventana no les hubiera permitido el paso. Observó la luna, y como su luz la iluminaba.

—Tengo miedo.

—¿De qué? —debía preguntar, con tantas cosas acontecidas, realmente hubiera sido difícil inferirlo.

—De que vuelva a pasar, Sam. Fort Hope ya no existe más, ¿qué pasa si ocurre aquí también? —lo observó co  sus brillantes ojos, como un noctámbulo búho que lograba ver a traves de su aura.

—Ellos no volverán a hacerle eso a ninguna comunidad —tomó su mano—. Debemos estar preparados y contraatacar.

—Todo es tan diferente ahora, ¿no crees? —suspiró y recogió unos cuantos mechones de su cabello—. Jamás pensé que todo pudiese cambiar de manera tan radical.

—Supongo que nadie —abrazó una de sus rodillas—. Este nuevo mundo en el que vivimos: es una prueba, y solo los más aptos lograrán pasarla.

Se acercó hasta sus labios, y nuevamente lo besó, luego de eso, Sam pasó su brazo por encima de sus hombros, y juntos miraron el anochecer durante mucho más tiempo.

A la mañana siguiente, Nathan le mostraba el lugar a Sam, le enseñaba las calles, los lugares importantes, y por supuesto, la casa en dónde vivía Óscar.

—Debo decir, que son muy organizados, no parece haber desconfianza en el lugar.

—Tal vez no se note, pero desde que Los Cazadores llegaron, la gente tiene miedo, y como tú dices, muchos quieren pelear, pero, el miedo los tiene sometidos.

—Y parece que continúa —en ese instante, en las afueras de la comunidad se escuchaba el sonido inconfundible del rugir de un auto.

—Llegaron... Sam esconde a tu gente.

—No será necesario —en su mirada solo se podía percibir un gran odio. Se abrieron las puertas, y un puñado de al menos díez bajaron de un gran camión, entrando en la comunidad.

—¡Muy bien gente, el Destripador tiene hambre, y nos encomendó personalmente a conseguir comida! ¡No se preocupen, hoy no hay carne en el menú! —Vociferó un hombre de aspecto descuidado, y con el sello característico de un miembro de Los Cazadores, una mirada despreciable y llena de locura.

Los subordinados de Scott cargaban el camión con cajas llenas de comida, y la gente solo veía todo su esfuerzo irse a la basura. Aquel sujeto miraba con ambos ojos bien abiertos y una sonrisa de dientes amarillos a Óscar, y el solo correspondió con una mirada al suelo.

—Ey tú, ¿Julio? —tomó una manzana del cargamento y comenzó a comerla de forma repulsiva.

—Óscar —pronunció, débilmente.

—Cierto, cierto, Óscar, acércate, te juro que no te voy a morder, ya comí... —estalló en carcajadas, y tomó a Óscar de los hombros—. Te noto nervioso amigo, ¿algo que decir? —apretó sus mejillas y se burló.

—Todo está bien —habló con sus mejillas siendo aplasatadas por sus dedos.

—¿Dijiste algo? No te entendí —siguió apretando sus mejillas, hasta que Óscar se apartó, nuevamente rió.

—Todo está bien...

—Excelente, ¿chicos, ya estamos listos?

—¡Sí! —afirmó un hombre un tanto obeso desde el camión.

—Muy bien. Solo falta el postre. ¡Muchachos el bar ya abrió! —al decir esas palabras, toda la gente comenzó a correr aterrada, y los hombres de Scott actuaron. Aquellos hombres, comenzaron a tomar a las mujeres del lugar a la fuerza. Las arrastraban por los cabellos, o las cargaban como si fueran un simple costal.

Todas las mujeres lloraban e intentaban escapar sin parar, y muchos de los hombres intentaron defenderlas, pero los soldados del Destripador amenazaron con matarlas, y después a ellos.

—Mira nada más —exclamó el emisario de Scott al ver a Lily—. Parece que conseguí un pastelito —la tomó del brazo e intentó llevársela, pero ella le dio un rodillazo en los testículos y después golpeó su rostro.
Rápidamente otros dos hombres la tomaron por los brazos, ella pataleaba sin parar, Nathan intentó detenerlos, pero un sujeto lo derribó , y lo mantuvo en el suelo.

—¡Sabes que, me comeré ese pastelito ahora mismo! —rugió enfurecido al limpiarse la sangre. Se levantó bajando poco a poco y bajó sus pantalones—. Eres hermosa...

Lily buscaba escapar de él desesperadamente.

—¡Oye, idiota! —Sam derribó al sujeto de un puñetazo. Después desenfundó la Smith Wesson y disparó a los otros dos. El hombre que tenía apresado a Nathan intentó sacar su arma, y fue cuando el gran lobo negro se le abalanzó y lo comenzó a descuartizar.

El grupo de Sam apareció acabando a todos los Cazadores, hasta que solo quedó el obeso y el hombre que intentó violar a Lily.
A ambos los colocaron arrodillados mirando directamente a Sam.

—¡E-escucha, todo fue un malentendido, yo solo...! —Lily pateó su mandíbula, y al dejarlo en el suelo, lo pisó decenas de veces, hasta que su cabeza reventó como una sandía.

—Maldito cerdo —escupió en su cadáver. Sam se aproximó al último sobreviviente del grupo de emisarios, sujetó su revolver y la puso contra su frente.

—Escucha con atención, volverás y le contarás a Scott lo que pasó aquí —su voz cambió, sonaba frío e intimidante.

—S-sí —lloró mientras se orinaba.

—Le dirás a Joseph que sigo con vida, y que no descansaré ni un segundo hasta acabar con él.

—¡Sí! ¡Sí!

—Por último, dile a Scott que esto aún no termina, será mejor que se preparé, la guerra comenzó —alejó el revolver—. Vete.

El gordo se levantó y a toda prisa salió de ahí, Óscar llegó hasta Sam y lo tomó de los hombros, entonces lo miró directamente, estaba pálido.

—¿Tienes idea de lo que has hecho? Tú... tú nos condenaste.






LA CEPA: DEGENERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora